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NOTICIAS Y NOVEDADES 2016

Histórico

 

EL ÁNGEL SONRIENTE

"Nobilmente"
(Centro Cultural Conde Duque, Madrid)


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Nobilmente
 
 
 
Jacqueline du Pré en el columpio de la vida

El violonchelo es un instrumento musical con silueta hermafrodita. La masculinidad de su volumen besa, silenciosa, el trazo suave del erotismo. Lo varonil disfruta de un idilio particular con lo femenino, arropados por una complicidad romántica.
A principios del siglo XX, en Europa, ver que una mujer se acercaba al chelo, y lo acariciaba con sus notas, se consideraba poco femenino. Era un objeto viril. Guilhermina Suggia fue la primera violonchelista de la historia que se enfrentó a los prejuicios sexistas en la expresión musical. Sus manos femeninas lo convirtieron en profesión.
La formación de esta violonchelista portuense mantuvo algo más que un trato alumna-maestro con su colega Pau Casals, a quien conoció en París. Siete años de relación, desde 1905 hasta el 12, saborearon el contacto artístico, las giras mundiales, el tándem perfecto de una pareja tempestuosa y vibrante que nunca se convirtió en matrimonio.

Casals es el hilo conductor que une a Suggia con Jacqueline du Pré: las dos estudiaron con él. Guilhermina Suggia, a los 12 años fue chelista principal de una orquesta local mientras que Jacqueline, a los 4, quedó prendada por la fuerza del instrumento mientras lo escuchaba en la radio. Su madre, Iris du Pré, se encargo de formarla musicalmente.
La aparición de Barenboim en la vida de Jacqueline fue el preludio de otro idilio marcado por la música. La conversión al judaísmo, tras conocerlo, no dejó de criticar su rigurosidad doctrinal: el acercamiento indecoroso del cuerpo femenino a un instrumento impúdico, abrirse de piernas ante él, fusionarse entre su cuerpo resultaba inmoral.

El festival Ellas Crean, símbolo de integración cultural, da la bienvenida a una obra que recoge el relato íntimo de esta mujer prodigiosa, capaz de convertir la enfermedad en una prolongación de su vida y talento. En “Nobilmente", Ximena Vera nos trasmite la fuerza resiliente de Jacqueline du Pré, que no se dio por vencida. Su talento como violonchelista se estancó a los 28 años, tras diagnosticarla una esclerosis múltiple. La palabra canaliza su torrente creativo sin abandonar el amor hacia la música. Su sentido del humor se burla de una enfermedad silenciosa con estallidos de musicalidad cromática: hasta los moribundos, por muy desahuciados que se encuentren, siempre necesitan alguien que les susurren cosas al oído. La esclerosis, para Jacki, es un mal menor y “Nobilmente” defiende la expresividad del cuerpo ante la enfermedad. La naturaleza de Jacqueline se agarra a unas ganas de vivir incombustibles que nos descubre a través de confesiones. Su fortaleza la convierte en una mujer que hace de la heroicidad una constancia despojada del tono épico, donde la gesta se minimiza. No tiene cabida, Jackie quiere que no tenga cabida. Se enamora de lo cotidiano, de lo pequeño que engrandece con su tacto, su mirada, su sonrisa: de su sensibilidad a flor de piel.

A pesar de que la tragedia revolotea por toda la obra, en ningún momento se advierten aires trágicos; al revés, camina entre un ambiente pletórico de optimismo. Muestra un mundo positivo, carente de horizonte sobre el que ocultarse. Su corazón desprende la magnitud de un campo lleno de girasoles que absorben con intensidad la luz del día. Jackie es puro entusiasmo; no hace de la aceptación un drama ni el refugio de sus penas: la convierte en arma con la que seguir adelante. Si no puedes con tu enemigo, ríete de él.

  Una mujer siempre positiva

Jacqueline en silla de ruedas, afectada de esclerosis múltiple

Fue un mito perseguido por una enfermedad con la que se atrevía a bromear. Era una mujer rebosante de dulzura, incapaz de sacar una furia interna que parecía no tener gracias a una sonrisa permanente, llena de plasticidad delicada. La actriz Ximena Vera regala un toque cristalino a su personaje, lleno de fragilidad consistente; irrompible a su recuerdo. (Seguir leyendo)
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