El control de las fronteras es el control de las personas. La cineasta Cherien Dabis, criada a caballo entre Ohio y Jordania, nos recuerda en su película que los muros se hacen más fuertes en nuestro mundo de globalización supuestamente aperturista. Son separaciones políticas convertidas en obstáculos diarios para la población civil; muros que alimentan la ley del más fuerte apoyada por el silencio de la comunidad internacional. Derechos como acudir al trabajo o ir a la escuela en los territorios ocupados se convierten en una epopeya diaria y humillante para los cisjordanos. El comienzo de “Amerrika” se sumerge en la vergüenza del prisionero en su tierra ocupada.
La impotencia de quien se siente radiografiado por la mirada hostil de la ocupación israelí convive con la desconfianza de un soldado prepotente gracias al poder que sus armas le confieren. |
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Este agobio desenfunda el sueño de la huida hacia un mundo de oportunidades. La invasión de Iraq en 2003 es aprovechada como contexto histórico para mostrar una sociedad americana que vive sumida en la sospecha hacia el ciudadano árabe; el patriotismo estadounidense se convierte en una nueva zona militarizada: sin alambradas visibles, cruda y segregacionista. |
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La presión social a la que Nisreen Faour (Muna Farah) y Melkar Muallem (Fadi Farah) -madre y hijo- se ven sometidos es grande, viendo en la familia un punto de referencia para lograr la unión que les permita mantenerse en pie. El instinto de reagrupamiento ante la adversidad se fundamenta en la fortaleza de Nisreen como madre, hermana, amiga y mujer.
Late el corazón de una familia en crisis que encuentra refugio en el calor de sus miembros, visible si las cosas se ponen feas para todos. Las visitas familiares son sólo bienvenidas cuando están de paso. La humildad juega a ser ese personaje imperceptible que sabe refugiarse en los corazones de quienes más sufren; quienes menos se quejan. Nisreen Faour es la voz luchadora de “Amerrika”; dueña de un tesón que afronta el destino denigrante, siempre mirando el lado positivo de la adversidad. La pugna entre sueño y realidad es una batalla alimentada por la ilusión.
La mentira, auspiciada por un sentimiento de vergüenza, crece como una bola de nieve en un círculo familiar que va tocando fondo. |
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Cherien Dabis ha concebido con su ópera prima una fábrica de crear sueños.
Su trama se identifica con un choque cultural y de generaciones, mezclándose amor con desengaño, una cruda realidad y el calor de un ideal.
La realizadora independiente francesa hace de “Amerrika” una película de miradas, retrato de la prepotencia, la cordialidad, el vacío. Su visión esperanzadora del presente negro ayuda a encajar mejor los golpes.
La película sitúa la ficción en un contexto histórico del que todavía vivimos sus secuelas; una cicatriz que tardará en cerrarse bautizada por los americanos como su segundo Vietnam. |
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La violencia tiene una sonrisa ofensiva ante la mirada irónica de la sociedad americana; agresiva: desde la aduana hasta el vendedor de hamburguesas; y orgullosa de su vasta ignorancia al confundir árabe con judío. Nisreen libra su nueva guerra contra soldados trajeados que escupen desconocimiento y miedo en el mundo libre. |
Melkar Muallem (Fadi Farah) se enfrenta a un espacio juvenil de supervivencia.
Las costumbres de la juventud occidental crean un conflicto entre la adaptación o seguir siendo el de siempre. Vivir el día a día, despertarse en tierra ocupada es una aventura. |
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La reputación de esta película ha pasado por Cannes (ganadora del premio FIPRESI 2009) y el Festival Sundance, llegando a las pantallas españolas a través del Festival de Cine de Valladolid (Seminci).
“Amerrika” se engloba en el cine de bajo presupuesto con grandes ideas.
El humor negro racionado se mezcla con la vulnerabilidad de sus personajes. Se apoya en la temática social sin caer en el victimismo.
La película de Cherien Dabis cuenta, con rasgos autobiográficos, la lucha del emigrante en busca del sueño americano. |
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