La frontera que separa el amor de la obsesión se confunde con facilidad. ¿Quién marca los límites de este territorio tan oscuro? El deseo de querer a alguien responde a una reacción cuya química sobrepasa su análisis. Adrián Biniez presenta una ópera prima que encumbra la calidad del cine argentino. El músico de karaoke visto en Whisky(2003), de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, se ha convertido en el director de la sencillez magistral con “Gigante”. El comportamiento silencioso de sus personajes rompe los esquemas del guión tradicional. La continuidad de sus imágenes mudas van confeccionando la trama de una obra cargada de vocabulario situacional, con los gestos como protagonista.
El desarrollo de las escenas trascurre entre un flujo constante de acontecimientos monótonos fieles a una realidad sin maquillaje. En el fondo late una uniformidad arropada por la magia sin palabras, llena de diálogo interno. Son ochenta y cinco minutos descritos en clave semidocumental, de literatura fílmica intrínseca. |
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Jara (Horacio Camandule) representa el espíritu de un niño grande. El gusanillo del amor corretea por sus tripas entre la rutina, lo detectivesco y el deseo. Es un héroe anónimo y silenciosos. La soledad de la rutina le envuelve haciendo honor al beatleliano Let It Be (Déjalo Ser/Déjalo estar). La vida oscura y artificial de un guardia de seguridad se ilumina cada noche con el destello de los monitores que vigilan unos grandes almacenes: los mismos planos, las mismas luces, iguales objetos... las mismas palabras. Jara se siente controlado por un automatismo mental. El grosor de su físico se ensancha cuando respira, la mirada es profunda y reflexiva; apunta a la resignación. |
El visionado de naturalezas muertas se convierte en convivencia hasta que una imagen que aparece ante las cámaras. Las luces, los ángulos y el minimalismo industrial desplegado hasta ahora toman forma al descubrir a Julia (Leonor Svarcas). ina cada noche con el destello de los monitores que vigilan unos grandes almacenes: los mismos planos, las mismas luces, iguales objetos... las mismas palabras. Jara se siente controlado por un automatismo mental. El grosor de su físico se ensancha cuando respira, la mirada es profunda y reflexiva; apunta a la resignación.
El trabajo de vigilante adquiere una dimensión positiva, ver monitores tiene un sentido. |
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Su aspecto grande no raya con lo amenazante. Jara es un hombre sin rostro, la tranquilidad existe gracias a él. Descarga su adrenalina en la música Heavy, se identifica con Biohazard y Motörhead. El trabajo es una caja mágica; fuera de ella, su vida trascurre entre crucigramas y películas de vídeo. Muta ágilmente de currante alienado a levanta pesas metalero. La línea argumental propuesta por Biniez despliega una gran riqueza sonora. |
“Gigante” significa un despertar al amor donde la invisibilidad se hace visible. Jara se convierte en un Gran Hermano dentro y fuera de los almacenes, en un voyeur metafísico. Es un psicópata potencial frío y bonachón, entre armario y cacho de pan. La obra de Adrián Biniez narra el despertar de lo sentimientos. Describe el enamoramiento, la dulzura humana, la furia y la ilusión. |
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