Las historias coraje que se amparan en la sensiblería tiene la potencia de una cerilla: son transitorias. Este formato corre el peligro de la temporalidad, se aposenta en la retina del espectador lo que dura la odisea en la butaca para desaparecer como tormenta que lleva el diablo. El poso dramático queda relegado a la llantina. Pseudo-dramatismo. La inteligencia de Tony Goldwyn conduce a ”Betty Anne Waters” por derroteros apasionados y tormentosos, manteniéndose al margen de la vulgaridad. La vida es una lucha gramatical: nos enfrentamos a preposiciones, léase por y contra ¿Quién no tiene un sueño por el que dejarse la piel?, ¡hay alguien con no se ha peleado contra una sanción que nos han aplicado injustamente!? Nos mantiene vivos y cuerdos. En la película comandada Goldwin una mujer pelea por la libertad y contra las acusaciones legalistas. |
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La fe mueve montañas, la relación esgrimida entre dos hermanos escapa del cariño fraternal. No ver más allá de este cariño subestima a Hilary Swank (Betty Anne Waters) y Sam Rockwell (Kenny Waters). El vínculo de sangre entre ambos une pasado con presente y futuro; identificando el mañana como una constante valorada en segundos, intensa y respetuosa. ”Betty Anne Waters” se ratifica en la frase mi hermano antes que yo, sobre todo cuando la vida se decide por una estafa judicial que se quiere mantener cerrada. Rockwell pasa a ser excremento, Betty la desinsectadora encargada de quitar la ponzoña que cubre lo que llaman ley. Los flashback hogareños recuerdan la sintonía del cariño entre hermanos. La cercanía a la que la cámara invita se abre camino desde el inicio en silencio y tambaleándose, ofreciendo cercanía; se aparta de la frialdad técnica que produce la cámara sobre raíles. La fotografía enseña un paisaje plano, solitario y pálido: guía situacional hacia un interrogante desagradable. Su dramatismo controlado será tónica durante el metraje, sin excesos. |
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El estigma de hermana buena-hermano malo hace sus pinitos. Kenny es amante de la irresponsabilidad, conserva el honor de ser huésped habitual en la comisaría. Mosca cojonera de la comisaría municipal donde alguien quiere echarle el guante en un asunto turbio y gordo. El estamento policial es un buitre de uniforme negro que caza en silencio y acecha sobre Kenny a jornada completa. En el fondo, el muchacho es un inocente treintañero amante de camorra y cervezas. Un jugoso pastel fácil de devorar. La venganza se mueve sigilosa durante la brevedad de esta relación policíaca.
Se produce un chantaje sobre testigos intimidados y poco instruidos. La existencia de fallos en el sistema judicial queda al descubierto como una prueba más de que algo falla en nuestra sociedad criminalizadora. |
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Hilary Swank borda su interpretación con humildad, dentro de un guión convencional. Su heroicidad reside en contar las cosas sin ambages ni precipitaciones.
Encabeza la historia de una determinación llevada en la sangre, de la fragilidad de Kenny.
A parte del error judicial, es enriquecedor observar el cambio de personalidad que experimenta Kenny. La reclusión da lugar a un enfriamiento en su sangre conflictiva, los
coqueteos con la muerte entre barrotes, la aceptación sumisa que se topa con el antagonismo de su hermana.
El personaje de Betty Ann Waters posee unas agallas que superan su instrucción en el Derecho para hallar la verdad.
La banda sonora insufla aires de tranquilidad. Los sonidos de Paul Cantelon han confeccionado una música para escuchar buscando la relajación, muy pianística y plástica: emotiva. Se mezcla el disco de “Long Train Runnin'”, The Doobie Brothers, con el rock de “My Sharona” (The Knack). |
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Como anécdota decir que la película dirigida por Tony Goldwyn está basada en un hecho real, si su argumento hubiera sido ficticio seguiría planteándonos la duda sobre un sistema judicial que se ampara en la corrupción de quien porta pistolas y togas. Hilary Swank exhibe una fuerza interpretativa que la acercan a optar por su tercer Óscar. |
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