ENTREVISTA A GILLES PAQUET-BRENNER
Director de la película "La llave de Sarah".


Pregunta: ¿Qué le impulsó a adaptar la novela de Tatiana de Rosnay, La llave de Sarah para la gran pantalla?
Gilles Paquet-Brenner: La idea se me ocurrió unos tres meses antes del estreno de UV, que me tenía muy preocupado. Quería volver a los temas más serios y fue entonces cuando me encontré con la novela de Tatiana de Rosnay. El argumento me cautivó por completo, la historia sobre la redada de judíos en un París ocupado por los nazis y los campos de concentración en Francia, todo visto desde un ángulo muy contemporáneo. Y tras descubrir un inquietante secreto familiar, una periodista estadounidense afincada en Francia empieza a ver la historia de su país de adopción desde otro punto de vista, hasta el punto de que un suceso que en un principio no tenía nada que ver con ella acaba transformando su vida por completo. La historia también explora áreas difusas que muy pocas películas tratan, como la actitud de la gente corriente ante una redada, sin encasillar a nadie en los papeles de colaboradores o miembros de la resistencia. La gran mayoría guardó silencio, miró hacia otro lado e intentó salvarse a sí mismo, como los Tezac, que no hicieron nada mal y no tienen ningún sentimiento de culpa. O los Dufaure, que se convierten en héroes muy a pesar suyo. No se hace un planteamiento del bien contra el mal, están los hechos y están las consecuencias para las generaciones futuras, pero estamos a años luz de los atajos y simplificaciones más comunes. Además también tiene reminiscencias a mi propia historia familiar.

P.: ¿En qué sentido?
G. P.-B.: Soy de origen judío y los hombres de mi familia sufrieron esta época. Unos franceses delataron a mi abuelo, un músico judío alemán afincado en Francia, y murió poco después de llegar al campo de concentración. En la película le rindo un pequeño homenaje a través del violinista que tiene el anillo con veneno para poder decidir por sí mismo cuándo quiere morir. Mi madre no me contó su historia hasta que ya estábamos en la fase de preproducción de la película, y esto me hizo recordar algunas cosas. Naturalmente yo no estaba cuando deportaron a mi abuelo, pero sí vi cómo afectó a mi abuela y a mi madre y sus hermanas. El libro me devolvió estos recuerdos, los de los vivos que deben aprender a vivir con los que han muerto.

P.: ¿Fue difícil convencer a Tatiana de Rosnay para que cediera los derechos para la película?

G. P.-B.: Quise hacer la película incluso antes de acabar la novela. Al preguntar, me enteré de que Tatiana y Serge Joncour, coguionista de UV, se conocían y eran amigos. Serge le comentó que yo quería adaptar su novela para el cine y nos pusimos en contacto con la editorial. Fuimos los primeros en solicitar los derechos, porque afortunadamente leí la novela muy poco después de que se publicara. Tras el éxito que tuvo no pararon de llegarles peticiones de derechos, sobre todo desde Estados Unidos, pero para ella su palabra es vinculante y conservó su fe en nuestro proyecto.

P.: En la adaptación que escribió junto a Serge Joncour, ¿hizo algún cambio esencial en la historia?
G. P.-B.:
No, nos mantuvimos muy fieles, excepto en un aspecto esencial. En el libro, el hermano pequeño de Sarah se esconde en el armario por sí mismo cuando llega la policía para arrestarles. En la película es Sarah quien le dice que se esconda, lo que acaba alterando su personalidad y sentido de culpabilidad. El otro gran cambio fue solucionar un aspecto que sabíamos que molestaba a muchos lectores, yo incluido, y que es el hecho de que el libro abandona a Sarah después de que reencontremos a su hermano. Para la película, Serge y yo desarrollamos el personaje de Sarah como adulta. No fue muy difícil de adaptar, porque el libro estaba perfectamente estructurado. Los únicos problemas que tuvimos fueron a la hora de cambiar de una época a otra, de 1942 al presente, sin que la película superara los 120 minutos. ¡El primer borrador de Serge tenía más de 250 páginas! Pero en cuanto tuvimos el borrador definitivo y lo pasamos para leer, las reacciones fueron muy positivas.

P.: Y aún así fue difícil encontrar fondos...
G. P.-B.:
Por supuesto, debido a mi errática carrera cinematográfica. Para serte sincero, creo que muchos se sintieron traicionados después de Les jolies choses. Hice Gomez vs Tavarès para divertirme, y fue un gran éxito, pero nubló un poco la opinión que la gente tenía de mí. El estreno de UV me puso de pies en el suelo de golpe. Es muy raro hacer una película de que la quedas muy satisfecho y ver que el resto del mundo la odia. Pero ya pasó. A mucha gente le encantó el guión de La llave de Sarah, aunque no les encantó el que yo la dirigiera. Mi productor Stéphane Marsil, demostró ser tenaz y fiel a mí, una cualidad poco frecuente en éste negocio, ya que su propia credibilidad quedaba en entredicho. Pero tanto Stéphane como lo que la gente recordaba Les jolies choses fue lo que salvó la película. Frédérique Dumas de Studio 37 también nos apoyó, porque le gustó mi primera película. Y esto fue definitivo, pero no nos salvó de tener que aguantar algunos momentos muy humillantes, y no exagero cuando digo que mucha gente intentó ponernos trabas durante el rodaje. Pero Stéphane no se rindió. Muchas veces durante el desarrollo de la película pensamos que se había acabado. Y muchas veces la situación se solucionó del modo más inesperado.


P.: ¿Por qué eligieron a Kristin Scott Thomas para interpretar a la periodista que escribe un artículo sobre la redada de judíos de 1942 en París y que acaba investigando sobre Sarah y lo que le ocurrió?
G. P.-B.:
En la vida real, Kristin se parece muchísimo al personaje de Julia Jarmond. De hecho incluso se asustó un poco, porque jamás había interpretado a nadie que se le pareciera tanto. Stéphane Marsil conocía bien a Kristin, porque había producido Arsène Lupin y se acababa de estrenar Hace tanto que te quiero< em> junto cuando terminamos el guión. La película creó tal vínculo entre ella y el público francés que enseguida le enviamos un guión, pero no obtuvimos una respuesta inmediata, porque estaba trabajando en una obra en Broadway, en aquel momento. Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos estaban a la vuelta de la esquina y yo quería estar presente. Conocí a Kristin el día que Obama ganó las elecciones. Y ella, tal vez por las ganas de poder contar esa historia o por la euforia que se desencadenó en su país, dijo que sí. El compromiso de Kristin era fundamental para nosotros, no sólo por el tema económico, sino también por lo que podía aportarnos como actriz. En La llave de Sarah la vemos tal y como es de verdad, carismática, moderna, una mujer de su época. Su sobria interpretación y su clase consiguen alejar la película del sentimentalismo más puro. Como dice ella misma en la película, su personaje hace de consciencia del público: comprometida, pero con un inequívoco sentido de la propiedad.


P.: ¿Cómo buscaron al resto de actores?
G. P.-B.:
Queríamos evitar ir de nombre en nombre por una lista de famosos. Buscamos al mejor actor o actriz para cada papel, pero sin buscar grandes nombres, por lo que acabamos con una increíble mezcla de figuras establecidas e incipientes talentos. Encontramos a actores extranjeros y a otros que hablaran yidis. Queríamos que todo fuera real, auténtico, y superar lo artificioso del cine.


P.: ¿Porqué quisieron que Niels Arestrup interpretara al granjero que acoge a la pequeña Sarah después de que huya del campo de concentración?
G. P.-B.:
Niels tiene la personalidad y aspecto físico áspero que buscábamos para un hombre de la tierra. Su frialdad aparente fue un maravilloso contrapunto a su valentía y generosidad. Leyó el guión en dos días, aceptó tomar un café conmigo y dijo que sí. Como Kristin, Niels fue esencial para mantener el equilibrio en la película. Su discreta interpretación, en un papel en el que habría podido regodearse mucho más, es esencial y perfecta. A veces parecía que no daba sufriente de sí, durante el rodaje, pero entonces te dabas cuenta de que debes confiar en las personas que saben más que tú. Trabajar con gente del talento de Kristin y Niels te devuelve un poco de humildad.


P.: ¿Cómo encontraron a Mélusine Mayance, la actriz que interpreta a Sarah cuando era niña?
G. P.-B.:
Creo firmemente que la guerra hace madurar mucho más rápido a los niños y los hace más resistentes a todos, y por eso buscaba tanto al personaje adulto como al infantil. y cuando vi Ricky supe que quería trabajar con Mélusine. Fue una de las tres niñas que preseleccionamos para los ensayos y pruebas de pantalla. Queríamos conocerlas mejor, calibrar su madurez y ver cómo reaccionaban ante un tema tan duro como el de la película. Nos quedamos con dos, una niña con mucho instinto y Mélusine, que era mucho más profesional y, por lo tanto, fue la elección más lógica. Estaba hecha para la película y nos dejó sorprendidos a todos. Es perfectamente consciente de lo que está transmitiendo y tiene una especie de sexto sentido para la cámara que hace que siempre acierte sin ningún titubeo ni nada. Como dijo François Ozon, «Mélusine no es una niña, es una actriz.» Teniendo en cuenta la complejidad del papel y su edad, tuvimos mucha suerte de encontrarla.

P.: También es una agradable sorpresa encontrarnos a Aidan Quinn, compañero de Brad Pitt en Leyendas de pasión, que interpreta al hijo de Sarah, algo que descubrimos gracias a la investigación de Julia. ¿Cómo llegaron hasta él?
G. P.-B.:
A veces Tatiana resume su novela como la historia de un hombre que consigue descubrir quién fue su madre. Para el papel de William buscaba una personalidad y un carisma concretos... Es crucial para la historia, porque le da significado al viaje de Julia. Buscamos mucho hasta dar con el actor adecuado, pero aunque el nombre de Kristin nos abrió muchas puertas, los agentes estadounidenses nos ignoraban educadamente cuando explicábamos que sólo teníamos tres días para rodar y no mucho dinero. Algunos actores dijeron que sí, pero a un precio que no podíamos permitirnos. Y entonces, un día, la directora de reparto en Estados Unidos nos llamó y nos dijo que esperaba una respuesta de Aidan Quinn. Me sorprendió mucho, pero era como un sueño hecho realidad, un actor cuya cara reconoce cualquier aficionado al cine, pero que puede dar vida a propia a tu personaje. Y encima Aidan es una magnífica persona, muy generoso y algo peculiar, que se sumergió totalmente en el personaje. Su interpretación es excelente.

P.: Y tras reunir a tanto talento, ¿cuál fue el principal objetivo al empezar el rodaje?
G. P.-B.:
Queríamos conseguir una película familiar, accesible y para todos los públicos, pero que llevara a la reflexión. Quería volver a los principios básicos a las formas clásicas. Y quería demostrarme a mí mismo que podía hacerlo.

P.: ¿Con qué enfoque estético pretendían conseguirlo?
G. P.-B.:
Al principio mi principal preocupación era cómo separar las dos épocas en que transcurre la historia y cómo contener la historia, sin perder el punto de creatividad. Pero también quería mostrar los dos mundos opuestos en los que viven Sarah y Julia: el caos de la guerra y la ocupación, en contraposición con la acomodada vida que lleva Julia. Decidí rodar todas las escenas de 1942 cámara en mano y con objetivos cortos, para estar siempre cerca de los personajes y de la acción, y entremezclarlo con escenas más líricas, como la de la fuga de Beaune-la-Rollande, para que la película respirara un poco. Para la acción del presente, opté por un enfoque más clásico, reduciendo las escenas para que todos los primeros planos y los movimientos tuvieran más significado. Intenté que el público pudiera seguir la historia sin que mi estilo directorio les distrajera de la acción. Aunque obviamente debía ser algo presente.

P.: ¿Cómo enfocaron y resolvieron el problema de recrear el Velódromo de invierno, el estadio en el que encerraron a los judíos tras la redada?
G. P.-B.:
Me reuní con algunos supervivientes y lo único que recordaban era el sofocante calor, los ruidos, el hedor y la gente amontonada. Sus relatos me llevaron a un enfoque aún más intenso, e intenté capturar estos aspectos de un modo casi impresionista, más que buscar una recreación del estadio. Pero luego vi El otro sr. Klein y me di cuenta de que Losey rodó parte de la película en el velódromo Jacques Anquetil en Vincennes, cerca de París, que conserva la misma estructura de acero inspirada por la Torre Eiffel que tenía el velódromo de invierno. Y supe que podíamos rodar allí, sobre todo cuando el equipo de efectos especiales confirmó que podíamos colocar un techo al velódromo descubierto. Rodamos allí las escenas y la gente de MacGuff hizo un excelente trabajo posterior. Al final sólo hay cuatro tomas con efectos especiales en toda la secuencia. Para el resto, separé las escenas para lograr el efecto de tumulto sin tener que contratar a más de 500 extras que llenaran la pantalla. Quería que el público experimentara la inmensidad del velódromo, sin ser muy obvio, porque temía que los efectos especiales eclipsaran lo que yo pretendía contar, a expensas del realismo de la situación. También abandoné la idea de un plano definitorio, que sólo se habría podido rodar desde fuera, porque quería que el público entrara en la acción. Todos los planos del velódromo son desde el punto de vista de Sarah.

P.: ¿No siente algún tipo de responsabilidad hacia el contenido histórico en momentos así?
G. P.-B.:
Estaba aterrorizado. Mientras escribía el guión no pensaba mucho en todo esto, porque afrontaba los problemas uno a uno, pero cuando leí La petite fille du Vel d'Hiv de Annette Müller, sobre cómo escapó del velódromo cuando era una niña algo más pequeña que Sarah, me acordé de todo de golpe. Fue entonces cuando me di cuenta de que yo también iba a inmortalizar aquel suceso. Y aún me preocupé más cuando volví a ver La lista de Schindler y me pregunté a mí mismo dónde me estaba metiendo con sólo 35 años.

P.: ¿Hay alguna escena en concreto que le preocupara más que el resto?
G. P.-B.:
La escena en la que separan a los niños de sus madres. Sobre todo porque cuando empecé a rodarla Annette Müller estaba junto a mí.

P.: ¿Le pidió que estuviera presente?
G. P.-B.:
No, fue ella. Vino con su hermano, Michael, que pasó por el mismo trauma que ella en 1942.

P.: ¿Cómo se sintió al recrear una escena tan horrible?
G. P.-B.:
Estaba como en una burbuja. No quería que la emoción de la escena me afectara. Coloqué la cámara a una cierta distancia para ver cómo se movían los extras, que fueron excepcionales. Algunos incluso se desmayaron. Luego fui acercando la cámara, gradualmente. Por la mañana fui incapaz de capturar lo que presenciaba, aquella horrible barbaridad, y empecé a frustrarme. Le pedí al cámara que se colocara entre los actores con un objetivo de catorce milímetros, incluso aunque los extras chocaran con él y movieran el plano. Recibió algunos golpes, pero en cinco tomas logró capturar el caos que se percibe en pantalla.

P.: Con La llave de Sarah usted se convirtió en el primer director en rodar una película en el museo-monumento al Holocausto de París.
G. P.-B.:
Exacto, el monumento no había aparecido en ninguna otra película. La escena en la que el personaje de Kristin va al museo era muy arriesgada, porque habríamos podido acabar con una escena muy política. El hombre que conoce allí resume su misión como «alejarse de las cifras y las estadísticas y dar un rostro y una realidad a todas estas vidas.» Estas palabras definen mi objetivo real para la película. Hasta hoy, las películas sobre el holocausto habían buscado explicar la Historia, en mayúscula, un objetivo muy lógico y necesario. Pero yo no me sentía cómodo, porque ya se había hecho demasiadas veces y para mí, nada puede superar a La lista de Schindler. Y me pregunté qué podía hacer yo para aportar mi granito de arena, y lo que se me ocurrió fue intentar que la gente experimentara la tragedia dejando de lado las palabras especializadas y buscando la historia más humana, para que el público entrara en contacto con los sucesos, independientemente de su opinión u origen. El personaje de Kristin es estadounidense y no judío, por lo que la historia de Sarah y la del holocausto no son sus historias, pero la tocan indirectamente. Le puede pasar a cualquiera.

P.: En vista de esto, ¿qué expectativas tiene para la película?
G. P.-B.:
La llave de Sarah es una obra de ficción, pero la novela sobre la que se basa está muy bien documentada en referencia a los hechos históricos que describe, hasta los detalles más pequeños. Al rodar la historia de Sarah, Julia, William y el resto he hecho una película con la que todos podemos identificarnos, una película que nos acerca la historia sin una voluntad paternalista o moralizadora.


La revista Photomusik no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores expuestas en esta sección
.
Texto: Golem ©
 

 
Recomienda esta entrevista