ENTREVISTA A FABRICE LUCHINI
Actor de la película "Las chicas de la 6ª planta".


¿Cómo definiría al personaje que interpreta?
Fabrice Luchini: Al principio le vemos ausente, absorbido por su trabajo. Empieza a existir realmente cuando aparece María en su vida diaria; entonces de repente todo encaja. No se enamora de ella, sino de todo un grupo de gente, un mundo del que no sabe nada. Las criadas españolas son los personajes principales de la historia. Lo que pasa cuando, durante los años 60, un corredor de bolsa burgués tiene una "revelación" que hace que vaya de la ausencia a una especie de conciencia de lo que Spinoza denomina inmanencia. Su mujer cree que todo gira alrededor del sexo, pero no es así. Jean-Louis Joubert está fascinado por la sexta planta: por su vida y su energía; y se va a vivir allí cuando su mujer le echa de casa. Entre esas mujeres españolas nace una historia de amor poco convencional. No soy muy bueno leyendo guiones y solamente puedo juzgar su valor cuando ya se están rodando. Este es rico, y consigue evitar tópicos y evolucionar en su propia entidad.

P.: Aunque la película trata aspectos sociales importantes, sobre todo trata de la gente. ¿Cómo ve el trasfondo de este hombre?
F.L.: No es que sea un marxista radical, pero tampoco es ñoño. El mensaje no es que la gente de clase media sean monstruos y los pobres sean fantásticos. Va más allá de eso. No es un pretencioso ni tampoco es estirado en muchas cosas, excepto en el huevo pasado por agua de la mañana, que debe estar hecho a la perfección. Ese detalle es lo que hace que se marche su criada bretona, y que vea todo lo que puede aportarle María. Todo esto puede parecer sin importancia, pero una relación y todo un mundo se exploran a menudo mediante detalles tan curiosos.

P.: ¿Cómo equilibra los distintos aspectos del personaje?

F.L.: El hombre cobra vida poco a poco mediante el contacto con esas mujeres. Eso significa que tengo que impedir que surja mi naturaleza exuberante. Al fin y al cabo Philippe Le Guay necesitaba que hiciese algo totalmente increíble para un actor: estar totalmente absorbido en la contemplación de la realidad. Es uno de los mejores papeles que podían darme, porque como actor se me pedía observar, observar la realidad y dejarme permear por ella. El individuo se abre, pero no puede hacerse mediante un cliché o un truco. Debe empaparse de la vida de todas esas mujeres españolas. Y es cierto que son muchas, que toda la planta tiene una parte muy viva y cómica.

P.: ¿Qué relación tiene con España?
F.L.: Yo estaba lejísimos de cualquier medio que pudiera permitirse una mujer de la limpieza. Crecí en Barbès-Rochechouart, así que vivía con otros tipos de emigrantes, que llevaban allí desde los años 30. No conozco muy bien España, aunque estuve en Formentera durante el auge de la época hippie. No hablo una palabra de español. Pero con gente como Carmen no hacen falta las palabras. Se te ocurren formas de interpretar, de ser divertido y afectuoso.

P.: La película va más allá de los estereotipos sociales...
F.L.:
Puede decirse que se trata a las criadas de forma condescendiente, pero Monsieur Joubert también tiene que enfrentarse a los prejuicios cuando se traslada vivir a la sexta planta porque las españolas le tienen estereotipado por su clase. Poco a poco revela la humanidad que supera los estereotipos que ambas partes son capaces de formar, y por lo tanto descubre sus límites y sus contradicciones. Es algo transversal. También hay filiaciones. Jean-Louis se parece un poco a Philippe Le Guay. Igual que Antoine Doinel es François Truffaut. He sido el Jean-Pierre Léaud de Eric Rohmer en las seis películas que hemos hecho juntos. Cuando haces una película te conviertes en portavoz de la neurosis o la empatía. Eso es así. El actor se pierde un poco en ese intercambio porque yo soy un Philippe Le Guay que no pone en juego mi exuberancia, mi espontaneidad o mi capacidad de disfrutar de desmadrarse. Pero ese es mi trabajo. Usa lo que siente que emano. Él hablaría sin duda de la idea de humanidad.

P.: Es el único hombre entre tantas mujeres...
F.L.:
La barrera lingüística no facilitó la comunicación con las actrices españolas. Hacer esta película me encaró con sensaciones de soledad y con mi pequeña depresión autoindulgente, lo que me pareció muy bien. Había oído hablar mucho sobre Carmen Maura y me gustaba su trabajo, con su seriedad hispana. La única de la que me sentía realmente cerca era Sandrine Kiberlain. Ya habíamos interpretado a una pareja en Beaumarchais el insolente, de Molinaro. Me alegró volver a trabajar con ella.

P.: Es la tercera película que hace con Philippe Le Guay. ¿Cómo progresa?
F.L.:
Me da la impresión de que está totalmente a cargo del rodaje, controla la narrativa. Ha mejorado mucho desde su primera película; se han suavizado las aristas. Creo que está más a gusto consigo mismo. Su presencia en el rodaje es totalmente distinta de cuando hizo L’année Juliette, la primera película que hicimos juntos. Es más maduro, tiene más dominio. Creo que esta película tiene más cuerpo, como si hubiera hecho un Beaujolais Nouveau con L’année Juliette, un Côtes-du-Rhône muy agradable con Le Coût de la Vie, y ahora tuviese un gran Saint-Joseph y un Cheval-Blanc. Esta película es rica en aromas porque lo que hemos rodado parece vivo.


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Texto: Claire Vassé ©

 
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