La vida tiene su curso, los deseos alimentan su recorrido.
“Kiseki” refleja una contraposición en la figura de dos hermanos distintos: la necesidad de tener esa unidad familiar, ahora rota, frente a las bondades de dejarlo estar. Koichi inicia esta aventura al sentirse desplazado en un mundo incompleto ante la separación de los padres. La velocidad del tren bala frente a la velocidad del corazón. El veterano Jô Odagiri encarna al padre permisivo (Kenji Kinami), quien también busca algo. En el otro extremo de la cuerda se encuentra el proteccionismo maternal de Yui Natsukawa (Kyouko Ariyoshi). El rodaje mayoritario en decorados naturales confiere un ambiente de frescura que elimina lo supletorio de sus escenas. Todo tiene una utilidad: desde el viento que mueve las cenizas del
volcán Sakurajima hasta la vegetación que circunda la línea de los
trenes bala (shinkansen); la comida omnipresente...
El protagonismo infantil inunda de frescura un argumento entretenido que se desarrolla largo, con el peligro de despistar la atención. El ansia de recrearse en su historia va en contra de esta fábula moderna, con mejores resultados si se hubiera adoptado más velocidad al ritmo.