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CINE Y ESPECTÁCULOS
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EDAD, DIVINO TESORO
Película
¿Y si vivimos todos juntos?


J. G.
(Madrid, España)

¿Y si vivimos todos juntos?
Ficha Técnica Video Entrevista a Stéphane Robelin
Cuando enfocamos la vejez como la parte final de nuestras vidas estamos cometiendo un grave error: nos subestimamos. ¿No se puede convertir en una continuidad del presente? El síndrome del pensionista nos asusta. Llegamos a un punto de no retorno donde mirar atrás significa desangrarse en la añoranza de tiempos mejores. Altius, citius, fortius. Le estamos haciendo el juego al hombre de la guadaña y ¡entonces! dejamos de vivir. Ya que el desarrollo social nos han otorgado el don de la longevidad, tenemos la oportunidad de conocer mejor cómo exprimir esta experiencia. Hemos de ser consecuntes al pensar que nos acercamos a una invasión, en el mejor sentido, de personas mayores.
No somos muy conscientes de ello hasta que nos llega y, casi siempre, te pilla desprevenido por esa falta de aceptación. La soledad es un don que puede convertirse, con los años, en una pesadilla. Tener amigos es una recompensa. Las comunas inventadas por los hippies en los años sesenta responden al mismo patrón que lo planteado por Stéphane Robelin. Aristóteles definía al hombre como zóon politikon, resguardado bajo el paraguas de una convivencia social; Robelin da un paso más, preguntándose ¿por qué no enriquecer esa relación a los setenta años? Supone un gesto de rebeldía amparado por la decisión consensuada del grupo social.
 
De izd a dch: Claude (Claude Rich), Annie (Geraldine Chaplin), Albert (Pierre Richard), Jeanne (Jane Fonda) y Jean (Guy Bedos)  
Protagonista de '¿Y si vivimos todos juntos?
La vida es una carrera recorrida a ritmo personal. La vejez es una imposición biológica que no se desplaza a la misma velocidad que la mental. Su belleza radica en disfrutar del paisaje, no en ganar todas las metas volantes con las que nos encontramos.
¿Y si vivimos todos juntos? nos autoafirma en la capacidad de decisión propia cuando llegamos a septuagenarios. La madurez implica la aceptación de nuestro deterioro físico y psíquico; la edad es un factor adyacente que contribuye a acelerar o retrasar ese proceso. Sus personajes disfrutan del momento inevitable. Son felices a su manera: con la idea presente de Casanova (Claude); encerrados en la pérdida de la realidad (Albert); optando por el silencio de una enfermedad para no crear preocupación entre los demás (Jeanne): ¿una manera de escabullir la muerte o de vivir la vida con responsabilidad epicúrea? Bajo el manto de burguesa empedernida (Annie) o de militante que no ha renunciado a su lucha (Guy Bedos). Se aman y se soportan. Entre ellos surge Dirk, un personaje que actúa como mediador sobre su mundo particular y el análisis sociológico, a veces demasiado teórico. Geraldine Chaplin es una fierecilla indomable; Jane Fonda representa la serenidad que imprime una vida dedicada al activismo femenino. Ambas representan la mujer diez.
Albert, Jean y Claude  
Annie (Geraldine Chaplin) junto a Jeanne (Jane Fonda)
La sociedad los invita a reagruparse en centros residenciales que reforzarán su vigilancia y sacrifican su libertad. Llegados a este punto, la familia se erige como dueña de sus vidas; el consejo se torna en decisión que no siempre agrada. Irse a vivir juntos es el mejor antídoto ante una vida de hamster que les espera, con la capacidad de decidir sobre ellos. Los hijos dejan de ser pequeños para convertirse en padres (¿benevolentes o impositores?). Se niegan a caer en esa maniulación. La amistad que ha ido madurando como el buen vino queda sellada con un pacto convivencial. Se conocen, y deciden lanzarse a la aventura de vivir juntos, desmontando el esquema social conocido. Se marcan reglas donde no exiten tareas, basan su convivencia en la madurez del otro. No supone una rebeldía de la vejez sino la reivindicación del derecho a ser independientes.
Una familia feliz  
Albert y su esposa, Jeanne

Se descubren amores secretos y eso de que la fidelidad está sellada por un anillo sólo tiene validez testimonial. El corazón se rige por normas distintas que la moral.
Este cuento realista tiene su explosión en la dulzura de un final inesperado. Las palabas quedan en el viento, grabadas en los rostros de los oyentes. Es una terminación abierta, alegre, donde la vida gana la partida a la muerte. El presente no se enfrenta al destino, se une a él en una reivindiación de la continuidad vital. La soledad de una búsqueda comprensible encuentra la solidaridad del grupo en un gesto hermoso e indescriptible con palabras. Hay que conocerlo para comprenderlo.

J. G.


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