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ATRAPADOS QUE NO CONQUISTAN
Película "Madrid, 1987"


J. G.
(Madrid, España)

Madrid, 1987
  Ficha Técnica Video    
Entrevistas a: David Trueba José Sacristán María Valverde
La veteranía de José Sacristán queda patente frente a la frescura interesante y coqueta de María Valverde. La España embarcada en los años ochenta del siglo veinte dejó un sabor a transición nacida bajo el paraguas de las prisas políticas por normalizar el caos y apuntarse a las nuevas chaquetas de corte y confección. El cambio político pasó oscuro hacia lo que quería definirse como Democracia (monárquica, todo sea dicho). David Trueba recrea el encuentro entre dos actitudes y dos maneras de entender la realidad en la más cercana de las proximidades: la originada por lo inesperado. La técnica milimetrada del guión no arrebata; quizás no pretenda capturar al espectador, sólo entretenerlo.
 
María Valverde como Ángela  
Ángela junto a Miguel (José Sacristán)
Literatura y periodismo fluyen bajo las opiniones de un plumilla curtido entre el olor a tabaco y el sabor a güisqui seco. Miguel Batalla, en la piel de José Sacristán, es un periodista de trinchera que combate la realidad aporreando su máquina de escribir; un búho anónimo que redacta para sobrevivir. La palabras son balas disparadas desde su cerebro, mordaces y satíricas. Sumergido en la soledad de quien nada espera, descubre la juventud de Ángela (María Valverde): un encontronazo desértico y excitante entre pasado y futuro. Distintas generaciones cara a cara; frente al cinismo de la madurez se encuentra el interés de una mujer que admira un oficio capaz de convertirse en vocación: el periodismo como valor de la palabra escrita. Ella representa el futuro de una generación que comienza a sentir el desengaño de la democracia para caer en la dictadura del presente; Miguel es fruto del pasado; se encuentra solo en una travesía áspera convertida en monótoma gracias a la rutina, carente de excitación.
La vida impone códigos de conducta ensamblados con el devenir político, y en 1987, España deambulaba borracha entre la prosperidad liberal y el sueño de cambio político. El conflicto generacional late en la piel de Madrid, Ángela y Miguel no explican ese latido: no existe enfrenamiento entre ambos. El aroma de juventud femenina camina con la inocencia perfumada que atrae al periodista batallador; se juntan lozanía y carnes veteranas.
Madrid, 1987  
¿Hay alguien?
La cuenta atrás comienza cuando el mundo deja de rodar; para él, ya no da vueltas; Ángela lanza en silencio una belleza que despierta lo más profundo del alma masculina: el deseo. La atracción se convierte en herida mortal. El encuentro entre ambos camina hacia la desnudez provocativa, sin pudor, encontrándonos a un hombre intentando gozar de la belleza femenina en un orgasmo de placer pagano. Es un niño insensible buscando la transitoriedad del fluido corporal. La casualidad fuerza la cercanía de este compartimento mutuo. Puertas que se cierran, corazones que abren su ventana, todo es consecutivo. No hay nada más erótico para conocerse que un cuarto de baño con dos extraños dentro. El blanco de los azulejos aporta la luz de Antonio López en su pintura.
El encierro involuntario trabaja como justificante para lamentar las penas de un hombre ofreciendo más lástima que respeto. El silencio de Ángela alimenta esta atmósfera; Miguel es una fuente de monólogos cargantes que lo alejan de la realidad; tanta pulcritud vocal destila teatro recitado. Este continuismo arremete contra el poder de la confrontación: no existe alejamiento ni acercamiento de posturas.
La desnudez se convierte en vestimenta. La belleza femenina es objeto de admiración carnal; el verbo follar se pronuncia por activa y por pasiva; se visualiza en el silencio anciano. La comunicación no verbal pasa de largo como un tren sin estación y su jugo se evapora.
Miradas  
Atracción carnal

El objeto del encuentro encierra una necesidad canina: olerse y montarse. El tono apostólico de la voz masculina se aleja de lo que defiende, reproduciendo códigos morales que tantas veces ha rechazado. Mientras que su compañera de baño evoluciona junto a su silencio en el territorio emocional, el hombre batallador sobrevive a la timidez con el ingenio de su coraza profesional. Es una bestia decapitadora del periodismo y, a la vez, llena de pulsión.
“Madrid, 1987” nos adentra en la visión de la vida en dos etapas distintas. La originalidad escénica es un limón a medio exprimir: no emociona.

J. G.


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