ENTREVISTA A FRANÇOIS CLUZET
Protagonista de la película "Intocable".


A Contracorriente: ¿Qué le convenció cuando leyó por primera vez el guión de Intocables?
François Cluzet: El hecho de que era la historia sobre dos personajes y el nacimiento de una amistad. Simplemente, la historia de dos hombres. No hay nada que me gusta más que actuar para mi compañero. Y pude comprobar inmediatamente que, en el plató, Omar trabajaba del mismo modo, también actuaba para mí. Hay ocasiones en las que sabes que no vas errado. Intocables le debe mucho a él: es un tipo excepcional. Tuve la sensación de que él llevaba el peso de todo el film. A menudo, le decía: “no te olvides de que actúas por los dos, no puedo hacer nada…” (risas). Hubo mucha complicidad entre nosotros.

A.C.: ¿Se planteó este papel de tetraplégico como un desafío?
F.C.: Si, porque soy un actor que no se apasiona con el diálogo; me encanta actuar en silencio. Eso quiere decir que habitualmente necesito mi cuerpo para expresar cosas ¡en lugar de las palabras! Pero, obviamente, en este caso, podría no haber nadie. Así que cuando no hay nadie, escucho, participo, y tomo lo que hay que tomar, río ante aquello que sea divertido. La complicidad entre Philippe y Driss tiene lugar de este modo. Por un lado, un personaje móvil. Por el otro, un personaje inmóvil. Driss se convierte en mi cuerpo en cierto sentido. Cuando danza, es un poco como si lo hiciera yo. Cuando bromea, es un poco como si bromeara yo. Debido a que son tan diferentes, están hechos para ir juntos. Cada uno avanza un paso hacia el otro.

A.C.: Con Omar y sus dos directores, fueron a encontrarse con Philippe Pozzo di Borgo, la inspiración para su personaje, en su casa de Mogadur. ¿Qué recuerda de esa visita?
F.C.: Aquél fue un tiempo sobrecogedor. Aquel encuentro intensificó mi compromiso con el film, el corazón que puse en la labor. Si mi papel hubiera sido el de un tetraplégico sin rostro, forzosamente hubiera sido un papel más complicado para mí. Contemplar a ese hombre en su mundo diario, y escucharle cómo nos hablaba de su vida, jugó un papel esencial.

A.C.: A partir de aquel momento, ¿cómo se preparó para convertirse en Philippe?
F.C.: Una vez que el talento de Omar me invitó a interactuar, en una especie de efecto rebote, el motivo por el que mi personaje le contrata se hizo evidente en sí mismo; mi labor consistía en tratar de olvidarme de mí mismo. De hecho, ésa fue la razón por la que elegí este trabajo. Te permite abandonarte. Jamás he tratado de ser más apuesto o más generoso. ¡No es eso lo que hago! Y mi personaje tiene sed de lo ordinario, incluso cuando se ve en una situación extraordinaria. Incluso cuando Driss sugiere experiencias que van más allá de los límites, Philippe las acepta porque no las conoce, como un chiquillo, porque quiere probarlo todo… Con Intocables, atravesé por un proceso de abnegación que me gustó mucho. La película implica aceptar que el personaje de Driss tiene tanto corazón que se mueve por los dos, dice los chistes para los dos. Y, poco a poco, he de tratar de ser su compañero, contarle medias verdades, hacerle reír ya que él me hace reír, hacerle la vida más fácil pues él me la hace fácil también. Hasta el punto en que me olvido de la minusvalía para decir que soy feliz cuando estoy con él. Quiero insistir en esa idea de abnegación porque es esencial para mí en nuestro trabajo común. No siempre debemos ser el centro de las cosas. Debe entenderse como una oportunidad que el compañero pase a serlo. Se hace fascinante a nivel humano. Y tuve la sensación de sentirme más sereno después del rodaje.

A.C.: ¿Era obvia esta complicidad con Omar, o se fue produciendo poco a poco?
F.C.:
Inicialmente, cuando Eric y Olivier me dijeron que Omar iba a dar vida a Driss, estuve analizando pormenorizadamente su trabajo en la serie humorística SAV des émissions (2006). Y me gustó lo que vi: hay un registro bastante amplio. Pero, no perdamos de vista que se trata de sketches breves, y el trabajo es totalmente distinto en una película como Intocables. Luego vi Tellement proches, y me pareció que Omar estaba admirable. Me di cuenta de lo encantados que estaban con él Eric y Olivier para incluirle en el reparto contra toda convención. Está maravilloso en esa película, pues nunca establece una distancia en su interpretación. Está totalmente imbuido del personaje, y no trata de ser más listo que éste. Es un actor extraordinario. Así las cosas, me sentí del todo seguro ya antes de embarcarme en esta aventura. Y luego, cuando nos conocimos, pese a que Omar es bastante discreto, pude decir rápidamente que él confiaba en mí. Realmente quería formar una pareja, para que tuviéramos un compromiso entre hombres, entre actores. Para cuando el día acababa, éramos dos niños pasándonoslo bomba en el patio de la escuela, felices de poder contar con un buen compañero. Tenía mucha suerte, como dije antes, porque me estaba viendo en compañía de un príncipe, alguien con una visión generosa, honesta y lozana.

A.C.: El peligro que hubiera podido haber en esta pareja que usted constituye con Omar es la confrontación de dos actores actuando cada uno por su lado. En lugar de eso, es como una hidra con dos cabezas. No podemos ver a uno sin el otro…
F.C.: Esto se remite a lo que llevo diciendo desde hace años. La competición entre compañeros de interpretación se ha acabado, aquella época en que se tenía que generar una guerra fría en el plató para que la estrella aplastara a todos los otros. Pues, contrariamente a lo que los malos actores creen, no tenemos tanta responsabilidad. Los actores están sobrestimados. Tan sólo somos intérpretes. Hemos de mantenernos clavados en nuestro lugar. Comencé como actor aficionado. Y no quiero convertirme en un actor profesional y establecido. Gracias al éxito que he tenido, que me ha proporcionado confianza en mí mismo, puedo regresar de nuevo al lado de los aficionados: la absoluta felicidad de compartir, de no actuar sino de vivir. Desde esa perspectiva, Omar estaba en estado de gracia, igual que los directores, así que fue fácil para mí. También me vi arrastrado por la gracia de Philippe Pozzo di Borgo. Conozco a su hermana, y le tengo afecto: era la diseñadora de vestuario en Janis y John (Janis et John, 2003). Por ello me enteré del accidente de su hermano. Luego, leí el libro que Pozzo escribió. Un hombre que dice que su mayor problema no es estar en una silla de ruedas, sino vivir sin la mujer que amaba y que falleció. Eso era lo que tenía que experimentar: la vulnerabilidad de un hombre huérfano de amor.

A.C.: ¿Cambió su opinión de Philippe a lo largo del rodaje?
F.C.:
El problema estaba en que íbamos a hacer una comedia, pero no iba a poder ser ridículo como sí que lo fui para mi mayor diversión en Pequeñas mentiras sin importancia (Les petits mouchoirs, 2010). Tenía la carga de la minusvalía y tenía que mostrarme honesto con esa condición. Por tanto, no me podía mover, contrariamente tenía que arreglármelas solo: escuchar todo lo que se decía, tener los sentidos alerta… Philippe es alguien real, de tal modo que yo tenía que ser alguien real en cada situación. Y me había olvidado de que había sufrido. Su sufrimiento me sobrevino en tropel y me golpeó duro. Así que, antes de determinadas escenas truculentas en las que había dolor, me retiraba a un lado para prepararme y concentrarme, y comenzaba un ejercicio físico para olvidarme de mí mismo con miras a sentir el sufrimiento del personaje. Esta preparación física y sensorial me era indispensable, pues no tenía el uso de mi cuerpo para expresar las cosas. Aunque trabajar sin el concurso del cuerpo no significa que éste no sienta nada. El rostro tiene que expresar lo que sientes. Habitualmente, hago mis diálogos más cortos para interpretar con el cuerpo. Aquí, fue lo contrario.

A.C..: ¿Temía hacer algunas escenas?
F.C.:
No, aparte de la idea de tener que lograr esa noción de dolor de punta a punta. No estaba interpretándolo todo el tiempo porque esto es una comedia: teníamos que olvidarlo aunque al tiempo tenía que estar presente. Además, Philippe sufre ‘dolores fantasma’ que nadie puede imaginarse: le duelen las piernas cuando se supone que no puede sentirlas.

A.C.: El guión de Nakache y Toledano se atreve a usar un estilo de humor inesperado al incluir a Hitler, famosos chistes sobre minusválidos… No se disculpan por optar por cualquier humor o emoción. No tienen manías…
F.C.:
Entendieron perfectamente que las únicas cosas que Philippe no soporta son la piedad y la compasión. No quiere ser reducido a un estereotipo por su condición, ya que él no hace eso a los otros. Sabe que son afortunados de poder moverse. Pero él es afortunado porque está vivo. Eric y Olivier fueron capaces de captar eso perfectamente en todo momento al optar por que la comedia lo impregnara todo. Por otro lado, cada miembro de esa pareja tiene un handicap. Para Driss, se trata de un handicap social. Para Philippe, se trata de un handicap físico. Ése es el motivo por el que Driss no siente pena por Philippe. No le compadece, y ése es el motivo por el que a Philippe le resulta tan interesante.


A.C.: ¿Cómo trabajan en el plató Eric y Olivier?
F.C.:
Se mostraron muy exigentes y muy ambiciosos. Por lo que para mí se hacía difícil decirles que mi mayor ambición estaba en simplemente dejar que pasen las cosas. Con la experiencia, he aprendido que haces grandes películas simplemente dejando que la vida entre. Eric y Olivier tienen sentido de la fantasía y del ingenio. Con ellos, los días pasan rápidamente y se hacen muy agradables. Adoran a sus actores y están con ellos. Y esa es la llave que te permite dejar llevarte sin tratar de dar una interpretación. Me limito a tener una actitud contraria a la actuación, y al tiempo no olvido nunca que lo importante es la película, y que incluso sin poder moverme, tengo que aportar algo a la misma que le provea de energía y fuerza. Y Eric y Olivier estaban siempre allí para motivarme. Incluso en esas escenas en las que Philippe está solo, y comienza a dejarse ir porque no tiene la fuerza para continuar. Entonces es cuando se abandona verdaderamente a su aflicción sin mostrar nada, siempre con mucha discreción.


A.C.: ¿Qué sintió cuando vio el film terminado?
F.C.:
En realidad, no estoy nunca preparado para ver las películas en las que actúo. Pero esta vez, me conmoví. Y me encontré con una película que funcionaba porque se había realizado con genuino espíritu de equipo. Cuando vi Intocables, también me conmoví porque me di cuenta de que habíamos logrado hacerla bien, de que nuestro oficio, efectivamente, lo integra la abnegación, y que aquellos que creen que están allí para defender su piel siempre aparecerán en películas decepcionantes. El desafío está en lograr que una película funcione, no en actuar dentro. Aquí, la película es la pareja: nunca hay nada que nos lleve a posicionarnos a favor de Driss o Philippe. Ésa es la quintaesencia de nuestro trabajo. Y eso conserva su validez en Eric y Olivier también: ninguno de ellos tiene un ego sobredimensionado. Me alegra constatar que se hacen películas bellas, en buen ambiente. Al fin y al cabo, cuanto más fácil hagas mi vida, mejor interpreto, porque tengo la sensación de que debo algo.


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Texto: A Contracorriente ©

 
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