ENTREVISTA A DAVID Y STÉPHANE FOENKINOS
Directores de la película "La delicadeza".


David, La délicatesse es su octava novela, la que ha logrado mayor número de lectores (700.000 ejemplares vendidos, traducida a veintiún idiomas). ¿Cómo surgió la idea de llevarla a la pantalla grande?
Stéphane F.: Ambos albergábamos deseos de realizar un film juntos algún día. Tuve la fortuna de que David me pasara la novela para que la leyera rápidamente. Súbitamente, se me ocurrió que aquél era el material que debíamos rodar. Y ello fue mucho antes de siquiera imaginar que el libro sería un éxito de ventas.

David F.: Varios de mis libros están en proceso de adaptarse. Aunque en mi mundo espiritual, mi deseo de hacer cine no va unido a mi actividad como escritor. Por un lado, escribo novelas, por otro tenía deseos de afrontar un largo. Durante las entrevistas acordadas con motivo de la salida del libro, en el transcurso de los debates que se derivaron, me di cuenta de que esta historia me era personal en una medida mayor que la que me imaginaba, que el tema me tenía particularmente atrapado. Mi historia no se había acabado con este relato. Tras la aparición de otros libros míos, había sentido deseos de pasar a otra cosa. Pero en este caso, no me separaba del tema, ardía en deseos de hablar del mismo, aún me quedaba energía para convivir con él.

P.: ¿Qué sustenta la complicidad cinematográfica de los hermanos Foenkinos?
D. F.: Hace diez años que elaboramos películas…

S. F.: Tuvimos un buen padrino. Fue Jacques Doillon (con quien debuté como director de reparto), quien tuvo la idea de hacernos trabajar juntos en un proyecto. Doillon tenía un guión que no había acabado, y sobre el que buscaba una mirada nueva. En aquel momento, ya escribía mis cosas, y David había publicado una primera novela. Llegó el día en que hallándome realizando el making off de una película de Stéphanie Murat en Luxemburgo y, en consecuencia, disponiendo de un equipo técnico, vislumbré la oportunidad de realizar el cortometraje en el que ambos pensábamos desde hacía un tiempo.

P.: ¿Cómo fue la elaboración de La Délicatesse?
D. F.: Entre las propuestas, estuvimos contentos de volver a encontrarnos con los productores Marc-Antoine Robert y Xavier Rigault, pues habían adquirido los derechos de mi novela previa, “Nos séparations”, y ello me proporcionaba mucha confianza. Entonces, escribí el guión tratando de encontrar nuevas ideas. Quería que el film fuera la adaptación de un libro y no una simple transposición.

P.: El estilo literario de David en parte se fundamenta en el deseo constante de jugar con el lector. Hay burla de sí mismo y muchas digresiones, informaciones intercaladas entre capítulos, referencias culturales, listas, resultados de partidos de fútbol, la receta del risotto con espárragos… ¿Cómo han resuelto este dilema? ¿Han conservado esas anotaciones? ¿Cómo? ¿O las han suprimido, aun a riesgo de perder el tono?
D. F.: La adaptación resulta muy fiel. Pero creo que las escenas del libro no eran forzosamente cinematográficas. Para mí, el reto estaba en ser capaz de mantener el tono del texto mientras se creaban nuevas ideas. He usado transiciones, elipsis, trucos para ilustrar el tiempo que pasa... Hay cosas que no están en la novela, pero una película no es una novela, y en el film era preciso que las nuevas ocurrencias fueran visuales.

P.: La voz interior también permite mantener contacto con el texto…
D. F.:
La película se inicia y se acaba con una voz en off. Entre los cineastas que nos influyen, primero está Truffaut… (además, está la escena llamada «de los biscotes» en homenaje directo a "Domicilio Conyugal (Domicile conjugal", 197), pero tampoco queríamos caer en la trampa de una película demasiado literaria.

S. F.: Hay igualmente preferencia por lo cómico visual, lo cómico de situación. Y por los personajes anacrónicos de Jacques Tati, Pierre Etaix o Blake Edwards.

P.: La oficina y el vestuario de Markus o de Nathalie son muy característicos de sus psicologías y juegan un papel muy importante en la comicidad de la película. ¿Qué directrices han dado a los decoradores y responsables del vestuario?
S. F.:
Dado que una gran parte de la película se desarrollaba en oficinas y despachos, era prioritario evitar la modernidad del vidrio y de los espacios abiertos. Era preciso reencontrarse con la carpintería, los dorados, el mármol sobre el que las suelas de crepé se adhieren y los tacones repiquetean. De todos modos, se supone que se trata de una empresa sueca, así pues, el santo y seña es discreción y ambiente afelpado. Desde que dimos con el decorado adecuado (una auténtica sociedad sita en Saint-Denis), se hizo necesario realzar el mobiliario y los accesorios a fin de no parecer demasiado ¡chapados a la antigua! El vestuario se inscribe en este sentido, con códigos de colores pastel muy precisos, que van del azul marino al arenoso. Así que cuando Nathalie viste una blusa roja, desentona grandemente. Por lo que se refiere a Markus, creo que hemos agotado ¡toda la paleta del beige! Por lo demás, François Damiens bromeaba cada vez que veía un nuevo jersey: «¡Oh! ¡beige!, ¡esto es otra cosa!»

D. F.: Reflexionamos mucho en torno al aspecto cómico de Markus, pero no era en absoluto necesario que fuera ridículo o poco agraciado. Lo importante era ese equilibrio. En ocasiones, sólo se trataba de simples detalles, como cierta incapacidad total de Markus para dominar el cuello de su camisa.

S. F.: Nos ha influido la estética de los años 60 de la serie Mad Men, lo que por una vez sintonizaba con nuestra dirección. Además, reivindicamos un homenaje apenas velado a Joanne, la exuberante secretaria, por medio de la formidable Audrey Fleurot, que se prestó al juego con buena predisposición.

P.: Del mismo modo, el film narra la vida de una mujer a lo largo de una docena de años. Del periodo alegre y feliz del principio al regreso al amor del final, Nathalie pasa por fases más oscuras y particularmente por un periodo de duelo. ¿Cómo han trabajado la evolución física de Nathalie?
S. F.: Sobre el guión, y durante el desglose por secuencias, establecimos tres periodos distintos de «Nathalie». Ello demandó reuniones con los equipos de maquillaje y peluquería y de la dirección para organizar un plan de trabajo adecuado. Por su parte, Audrey llegó a implicarse mucho en lo referente a la elección de peinados, entre otros aspectos. Con David (que es víctima de una obsesión capilar, hemos de recordarlo), queríamos que ella llevara el cabello largo al principio del film. Optamos por una cola de caballo alta que descubrimos en el plano secuencia de obertura, y que agita inmediatamente a manera de símbolo de la juventud y de la despreocupación.

D. F.: No queríamos parecer toscos en lo referente a los cambios de época de Nathalie. No queríamos recurrir a algo tan manido como cortarle el cabello para expresar el paso del tiempo. Más allá de los cambios de época, era preciso, sobre todo, que su apariencia reflejara su estado de espíritu. La aparición de Markus sutilmente genera cambios en Nathalie en lo que se refiere a vestuario y peinados.

P.: El trabajo de iluminación también deviene muy preciso. ¿Les acompañaban referencias cinematográficas o pictóricas concretas?
S. F.:
unto con Rémy Chevrin, nuestro director de fotografía, hemos evocado ¡Olvídate de mí ! (Eternal Sunshine, 2004), de Michel Gondry, de quien admiramos particularmente su manera de acercarse a los rostros, y de jugar con la luz natural. De igual modo, para reseguir la evolución física y psíquica de Nathalie, Rémy ha usado películas distintas a fin de marcar sutilmente el paso de la felicidad inicial al luto, y luego, poco a poco, al renacimiento personal.

D. F.: Hemos trabajado enormemente con nuestro director de fotografía. En ocasiones, nuestras referencias no provenían tanto de un cineasta como de determinadas escenas. Por ejemplo, en el cine reciente nos han marcado los ralentíes de Xavier Dolan, como en la escena del club nocturno de Cisne negro (Black Swan, 2010), cuando Natalie Portman se «deja ir». Por otro lado, también hemos invertido mucho tiempo en el estudio de cuadros, libros de arquitectura estructuralista y las fotografías de Erwin Olaf particularmente.

P.: Los dos rubrican esta película. ¿Se han repartido responsabilidades? ¿Quién ha atendido qué?
D. F.:
Somos extraordinariamente complementarios. Yo he escrito la historia, el guión, y me fascinan la técnica, el encuadre, el desglose por secuencias… Durante estos últimos años, he estado en muchos rodajes.

S. F.: Rodar a dos me tranquiliza. Para mí, se hace impensable realizar un film en solitario, con todo y estar más vinculado a este oficio que David. Él es el autor del libro, es decir, es la consciencia, el referente en relación a los personajes, a su psicología. A la menor preocupación respecto al texto, David hacía de mediador. En cuanto a mí, dado mi oficio de formar repartos, me sentía más inclinado a dirigir a los actores.

P.: ¿Y cómo se ha configurado el reparto?
D. F.:
Rápidamente le enviamos el guión a Audrey Tautou para que lo leyera, como una pequeña locura, sin tener demasiadas esperanzas de que lo aceptara, aunque estábamos seguros de que ella era el personaje.

P.: ¿En qué resulta Audrey Tautou «el» personaje?
D. F.:
Mientras escribía el guión, fui a ver al teatro CASA DE MUÑECAS, de Ibsen, en la que ella participaba, y quedé deslumbrado por su labor… estaba maravillado porque de su personaje emanaba poder y fragilidad, y al tiempo también energía cómica.

S. F.: Por mi parte, yo ya tenía un vínculo particular con ella, ya que estaba al cargo del reparto del film de Pascale Bailly, Dieu est grand, je suis toute petite (2001). Conocía su capacidad de abordar registros muy distintos, la inventiva que le acompaña, así como su destreza para quedar creíble desde la mujer que es casi una niña del principio a la mujer sabedora de la vida que se abre a lo nuevo. Audrey temía que a lo largo de la prueba que atraviesa su personaje, éste deviniera seco, antipático, aunque ese no es nunca el caso.

P.: Hablemos de los papeles masculinos. En la novela, usted refiere un compromiso entre Pierre Richard y Marlon Brando… pero, extrañamente, es para describir a François, el marido de Nathalie, y no a Markus, su compañero de oficina que se ha enamorado de ella. Aunque Markus, a quien encarna François Damiens, también tiene una vertiente a lo Pierre Richard…
D. F.: Cierto… Para François, era preciso alguien con tal encanto que para ella fuera irresistible desear pasar su vida con él, y cuya desaparición prematura nos deja deshechos. En lo referente a Markus, al principio no veíamos con claridad quién podía encarnar el papel de sueco atípico. Hicimos una audición para actores escandinavos. Y de súbito, François apareció en el panorama.

S. F.: Infinidad de rostros se confundían en nuestras mentes, y en cada ocasión él reaparecía. David F. – Físicamente, era en verdad el personaje, pero tenía la imagen de él de los shows de cámara oculta que interpretaba para consumo en aviones, es decir, de la persona extrovertida. Tenía una duda: Markus es tímido, discreto. Cuando lo volví a ver, fue una auténtica sorpresa. El papel era suyo.

S. F.: Yo le contraté en Le premier venu (2008), de Doillon, donde tiene dos escenas como agente inmobiliario a un tiempo cómico y aterrorizado.


P.: Su personaje posee esa parte de la infancia que se encuentra en el escritor polaco Gombrowicz…
D. E.: s un personaje a lo Gogol. Lee Cioran. Tiene la dulzura grotesca de los personajes de las novelas de los países del Este, las cuales me influyen mucho. Por otro lado, en el film, Audrey Tautou lee una novela de Goncharov.

S. F.: Es alguien intemporal… como en las películas de Kaurismaki, ¡que ambos adoramos!


P.: Pio Marmaï da vida a François, el marido…
D. F.:
Es perfecto, es frágil, dulce, tierno, algo torpe… Escribí el guión pensando en él, en su fuerza vital, tras haberlo visto en Le premier jour du reste de ta vie (2008), de Rémi Bezançon.

S. F.: Es alguien bello y divertido. Es a un tiempo Patrick Dewaere y Pierre Richard.

P.: ¿Bruno Todeschini?
S. F.: Difícil saber hasta qué punto posee también una «vis cómica» poco explotada. Para poder encarnar a este personaje de presumido, de perdedor, hacía falta tener una buena dosis de perspectiva, lo que él comprendió perfectamente. Va a sorprender a más de uno.

D. F.: Es un personaje que sufre, un personaje ingrato. De un modo caricaturesco, el es el malo de la historia. Pero quería que pudiera tocarnos. Bruno ha logrado perfectamente ese extraño equilibrio. Y también es preciso hablar de Mélanie Bernier (Chloé), con la que ya pensaba cuando escribía la novela. Le asiste una inmensa capacidad para reírse de sí misma. Por lo que se refiere a Joséphine de Meaux, la queríamos a toda costa, admiradores como somos de las películas de Olivier Nakache y Eric Toledano. El personaje que encarna, Sophie, la mejor amiga de Nathalie, es el único que no existe en la novela, lo he escrito para ella.

P.: La música es determinante en el tono que adquiere el film. ¿Qué explica que su elección haya recaído en Emilie Simon?
D. F.: Ya desde el principio, entre mis convicciones, estaba esta compositora formidablemente inventiva. Es la cantante que más admiro, y anhelaba conocerla. Es la cantante que mejor se ajusta al universo de La Délicatesse. A partir del momento en que se avino a participar, se implicó más allá de lo que esperábamos. Propuso muchas canciones. Al principio, no queríamos tanta música pero, cada vez que nos enviaba algo, se ajustaba de tal modo a nuestras imágenes que se convertía en un auténtico matrimonio. Es una película de David y Stéphane Foenkinos ¡con la música de Emilie Simon!

S. F.: Es como si hubiera creado un mundo a un tiempo paralelo a la película y en total simbiosis con ella.


P.: Ustedes se atreven con momentos muy líricos sobre todo al inicio y al final del film, como si hubiera un deseo por su parte de escaparse de la realidad. ¿No será que esta libertad de tono busca diluir la frontera entre el drama y la comedia?
S. F.: A menudo nos decimos que hacemos una «dramedy»: es un neologismo prestado del inglés que expresa mucho mejor que la denominación «comedia dramática» esta idea de tránsito de un estado al otro. También me gusta decir que se trata de un film «driste» (de las palabras en francés drôle y triste): divertido y triste a la vez. Sobre todo, el tono se sitúa muy próximo al de las novelas de David. Los momentos de lirismo, caso que los haya, responden sobre todo a las ganas de cine.

D. F.: Era importante que realizáramos el film que llevábamos en mente, y ello comporta forzosamente determinados riesgos. Como meterse en materia con una extensa voz en off. Más allá de la mezcla de comedia y drama, lo que también nos importaba era narrar una historia sencilla salpicada por momentos de locura, y meteoritos de fantasía.

P.: La escena del primer beso resulta muy inesperada, tanto más cuando no se ha visto nunca antes a François Damiens ¿no es cierto?

S. F.: Ah, siento contradecirle, pero Markus aparece algunas escenas antes en la primera reunión de Nathalie con su grupo. Nos gustaba la idea de tener a un héroe que aparece treinta minutos después de haber comenzado la película, y al que no se le ve el rostro en su primera escena.

D. F.: Sin duda, la escena del beso es la escena clave de la película. Me acuerdo del inmenso alivio en el rodaje cuando vi la fabulosa rotación de iris de de François Damiens. Hay que reconocer que Audrey nos ayudó mucho. Para aquella jornada, preparamos una estrategia muy particular. Hacíamos sin parar muchos planos adicionales para retardar el beso. François bajó la guardia. Y en una toma concreta, cuando menos se lo esperaba, Audrey le abrazó con verdadera fogosidad. En el plano, se percibe claramente la sorpresa de François.

P.: La escena final resulta particularmente emocionante. ¿Cómo se la imaginaron?
S. F.: David había escrito ese plano secuencia bastante audaz a partir del guión, y no cosechó sino partidarios en el seno de nuestro equipo. Ensayamos y repetimos hasta la saciedad. Y entonces, gracias al decorado que magnificaba el jardín, al rodaje mediante steadycam, a la destreza de los actores, y a la música de Emilie Simon, la coreografía cobró todo su sentido y así pudimos materializar cuanto teníamos en nuestras mentes.


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Texto: Claire Vassé ©

 
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