Difícil es comenzar a escribir algo sobre
“Total Recall” sin sentirse traicionado. Este remake de feria sobre la cinta de
Paul Verhoeven es una apuesta por el cine dirigido a mentes manipulables por las lentejuelas de la tecnología circense. El personaje central de toda la trama es un objeto impersonal, sujeto a la acción de mamporros coloristas, y otras sandeces relumbrantes, que sirven para rellenar un molde hueco de interés. Sus productores no han reparado en gastos a la hora de pisotear el argumento original, intentando dar un giro al clásico parido por Verhoeven en 1990. Este guiso mal condimentado de lo que no debe convertirse en saga propone la destrucción del universo Verhoeven con un refrito de Bourne y pasatiempos que justifiquen su presupuesto (estimado en 125 millones de dólares). Len Wiseman nos pinta la acción en un futuro que no parece tan lejano, encerrando la tensión del espectador en la frialdad de sus imágenes. Las palomitas pueden llegar a indigestarse por este tornado de destrucción y escenas frenéticas con tintes de heroicidad.
Me inclino por la imaginación que el director holandés trasladaba a Marte en
"Desafío Total”.
La Tierra ha quedado dividida en una ficha de dominó con dos colores diferentes: el civilizado, llamado Islas Británicas y, en las antípodas, Australia, que sobrevive como vertedero de los despojos humanos en La Colonia.
Las personas desaparecen para convertirse en instrumento de la violencia bombardera y repetitiva. Me pregunto si ha existido alguna relación entre Colin Farrell (Douglas Quaid / Hauser) y el director a la hora de rodar las escenas: falta el contacto verbal entre los actores, machacados por una tensión que no se justifica. Wiseman ha creado una atmósfera de juguete animada por ordenador. Se intenta sorprender con la acción envolvente y el sonido atronador, quedando reducidos a una catarata de espacios virtuales. ¿Imaginación?: brilla por su ausencia. La virtualidad gana al virtuosismo en el entretenimiento: atonta en vez de distraer. El vacío de diálogos, que se intenta compensar con este furor escénico, crea un espacio en blanco insalbable entre el argumento que pretende innovar esta secuela y lo que en realidad nos muestra. Los amantes de la acción desconrtrolada gozarán como niños en su nueva cuna futurista.