ENTREVISTA A FRANÇOIS CLUZET
Protagonista de la película "En solitario".


Pregunta: ¿Cuál fue su reacción al leer el guión?
François Cluzet: nseguida me pregunté si yo resultaría creíble y cómo podría serlo. Una vez fuera capaz de imaginar el papel, ¿cómo me desenvolvería en el barco, físicamente? Estudiar a los regatistas de la Vendée-Globe nos ha hecho tomar conciencia de que son deportistas de muy alto nivel. Se pasan cuatro años preparándose para la prueba, física y sobre todo mentalmente, son muy fuertes. Nuestro trabajo se asemeja tal vez en términos de concentración, y he jugado con eso. Ser un marinero obliga además a conocer unos movimientos técnicos precisos. Sumergirme en el universo de la vela es algo que me ha apasionado. Luego, al leer el guión, sentí que lo más valioso de la historia, más allá del logro deportivo, radicaba en la relación entre mi personaje y el del adolescente. Lo hablé con Christophe Offenstein, el director, al que conozco desde hace tiempo. Había que encontrar a un joven actor consolidado. Íbamos a afrontar unas condiciones naturales complicadas y un rodaje difícil en el que el mar gobierna. Samy Seghir nos ha demostrado todo su talento en el rodaje. Un día, por ejemplo, yo tenía que empujarle en la cabina. Le avisé diciendo que, para no ser demasiado brusco, podía intentarlo con más suavidad. Cuando le empujé, no muy fuerte, fue él quien, a riesgo de hacerse daño, se lanzó violentamente a través de la cabina. ¡Esto es lo que se llama ser un actor generoso!

P.: Una vez que aceptó hacer la película, ¿cómo abordó este rodaje tan particular?
F. C.:
Me dije que, ya que habría que afrontar tantos factores desconocidos, lo mejor sería ponerse a trabajar con entusiasmo y pasión. Todos estábamos muy comprometidos con Christophe, nuestro director. Por supuesto, yo estaba relativamente preocupado. Sabíamos que no iba a ser un crucero, que el barco iría muy rápido, que tendríamos vientos y que habría muchas sacudidas. Pero tengo tanta confianza en Christophe después de las dos películas que he hecho con Guillaume Canet en las que él fue director de fotografía, que me impliqué a un mil por ciento.

P.: Desde el puntode vista interpretativo, ¿no resulta complicado estar en un espacio restringido, realizr los movimientos de un regatista y actuar?
F. C.:
De hecho, todas estas limitaciones me empujaron a hacer lo que más me gusta de mi trabajo como actor: acercarme todo lo posible a la partitura, evitar el lucimiento y la teatralidad, estar concentrado al máximo. Actúo un poco en apnea. Cuando termina una toma, me dedico un tiempo para relajarme, para pensar en otra cosa, y acto seguido me movilizo para la siguiente toma. Ésta es la única manera que me permite meterme en el papel. Todo menos perder la concentración. Olvidar la presencia del equipo (hasta dieciséis personas en un velero concebido para estar a solas), hacer frente a los elementos y supervisar a fondo el desarrollo y los matices de cada secuencia. Y desde luego ha sido una suerte que sea ajeno al mareo. Además, conocía a casi todos los miembros del equipo, y yo sentí que había una especie de desafío entre nosotros, y que todo el mundo estaba dispuesto a dar lo mejor de sí mismo. Eso fue muy motivador. No había lugar para egos. Fue un verdadero equipo.

P.: Hizo cursos de preparación, hapasdo días en el mar, ha navegado con Armel Le Cléac'h, ¿se ha convertido en un profesional de la vela?
F. C.: ¡En la pantalla, espero que sí! Pero en el barco, a veces no me sentía tan seguro. Una o dos veces creí que caería por la borda. En teoría, el regatista debe llevar un chaleco salvavidas. Pero en la práctica, rara vez lo lleva. Por eso, yo iba sin chaleco para no parecer un turista, y caminaba por el barco con el temor de caer al agua. Pero eso formaba parte del juego. Hay una frase de Brel que me gusta mucho: «El talento es cuestión de empeño». Todos tenemos talento desde el momento en que ponemos nuestro empeño. Me he sentido muy afortunado acompañando a Christophe Offenstein en su primera película y ofreciéndole lo mejor. Él me eligió, y lo mínimo que podía hacer era estar a la altura de su confianza.



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Texto: A Contracorriente ©

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