ENTREVISTA A MOHAMED DIAB
Director de la película "Clash".


Pregunta: ¿Cómo nació la idea de CLASH?
Mohamed Diab: Mi primer largometraje, El Cairo 678, se estrenó en Egipto unas semanas antes de la revolución de 2011. Participé en el movimiento y enseguida me entraron ganas de dedicarle una película. Sin embargo, en los últimos cinco años, todo ha evolucionado a tal velocidad que cualquier idea se convierte en obsoleta incluso antes de empezar a escribir un guion. Hasta después de transcurridos los acontecimientos de 2013, mi hermano Khaled y yo no pensamos en CLASH. Nos pusimos a trabajar juntos inmediatamente, convencidos de que era la mejor historia para hablar del Egipto de 2013 y del actual. Las fuerzas involucradas eran y son las mismas, los revolucionarios, los Hermanos Musulmanes y el ejército. Es irónico, pero solo el fracaso de la revolución nos sirve para contarla.

P.: ¿Cuál fue su papel en 2011, durante la revolución?
M. D.: Utilicé mi recién ganada fama. Como he dicho antes, acababa de estrenarse El Cairo 678, yo había salido en televisión, me reconocían en la calle. Hoy en Egipto se me conoce más como activista que como cineasta. No fui uno de los ideólogos del movimiento, más bien uno de sus promotores. Dejé de lado mi profesión para luchar por la democracia al lado del pueblo egipcio. Me pareció que era mi deber. Siempre estuve convencido de que podría regresar al cine cuando todo se estabilizara y, como muchos, pensé que ya lo estaba con las elecciones presidenciales de 2012. Por desgracia, todo ha cambiado desde entonces.

P.: ¿Dónde estaba en el momento en que transcurre la película, unas semanas después de la salida del presidente Mohamed Morsi?
M. D.: En El Cairo. Al igual que cualquier egipcio, fui parte de lo que ocurría. Todo tuvo lugar en las calles, por eso cualquiera se veía involucrado por el mero hecho de cruzar la ciudad para ir a trabajar. En la época, me manifesté contra Morsi. Fue elegido democráticamente, pero nos hacía falta un Mandela, alguien capaz de elevarse por encima de las disensiones, capaz de reconciliar a los egipcios. Pero nada más acabar la primera vuelta, ya supimos que no sería así. Los dos candidatos que se presentaban a la segunda vuelta eran el proislamista Mohamed Morsi y un heredero del régimen de Mubarak. Estábamos atrapados entre la espada y la pared. Esa noche lloré de verdad.
La mayor manifestación jamás organizada en Egipto se celebró al año de llegar Morsi a la presidencia, un año durante el que se encargó de dividir al país. Se exigía su dimisión y nuevas elecciones, pero ni él ni los Hermanos Musulmanes se inmutaron. Quizá era demasiado tarde. Sea como fuere, acabó siendo derrocado por el ejército.
CLASH muestra lo que ocurrió después de su destitución, las manifestaciones que hicieron arder El Cairo y las víctimas de los disturbios. Pero hay que tener mucho cuidado con la terminología que se usa porque Egipto está dividido de forma maniquea. Por ejemplo, si emplea el término "golpe de Estado" para describir el derrocamiento de Morsi, será inmediatamente considerado como perteneciente a los Hermanos Musulmanes. Pero si usa la palabra "revolución", se verá relegado al lado de los militares. Me gustaría que al ver mi película nadie se preguntara a qué bando pertenezco. No es una película sobre política, sino sobre lo humano.

P .: ¿Cómo escogió a los personajes que pueblan su película?
M. D.: Mi hermano y yo tardamos mucho en decidirnos. Escribimos trece versiones del guion. Pensamos en personas a las que conocíamos y en egipcios comunes. Queríamos mezclar diversos rostros de Egipto. Pero tampoco se trata de un "panel", en el sentido sociológico de la palabra; la proporción entre revolucionarios y Hermanos Musulmanes está mucho menos equilibrada en la vida real. Los personajes principales son el periodista y su fotógrafo. El primero está inspirado en Mohamed Fahmy, un periodista egipcio-canadiense que trabajaba para Al-Jazeera, y que estuvo encarcelado año y medio antes de denunciar a la cadena que le había abandonado. En la película se convierte en egipcio-estadounidense para poder hablar de la creciente xenofobia en Egipto, de la teoría del complot extranjero, que se está convirtiendo en permanente.
Zein, el fotógrafo, se inspira en MahmoudAbouZied, al que llaman Shawkan, otro periodista que cubría las manifestaciones para un periódico egipcio y que lleva casi tres años en la cárcel. Shawkan apoyaba la revolución, pero detenían a cualquiera, y sobre todo a periodistas, a los que cada bando consideraba traidores. En cierto modo, los dos me representan: yo también fabrico imágenes y yo también soy claustrofóbico.

P.: Háblenos del grupo que se opone a los Hermanos Musulmanes.
M. D.:
Toda esa gente está en la calle por razones muy diversas y, en el fondo, se les detiene por error. Empecemos por la familia, los padres y los dos hijos adolescentes. Ella es enfermera, está harta del caos reinante. Su marido probablemente sea funcionario. Pertenecen a la clase media. Luego están los dos jóvenes, uno de ellos no se interesa por la política, pero ha acompañado a su amigo. El sintecho está muy enfadado porque su perro ha muerto... Este último personaje representa lo que intento mostrar: si le encontrase en la calle, pensaría que es un matón, pero la tristeza por la muerte de su perro le humaniza. Este es el tema de mi película: no se conoce a una persona hasta que no se habla con ella, hasta que no se pasa tiempo con ella.

P.: Entre los Hermanos Musulmanes hay miembros y simpatizantes...
M. D.:
Sí. No se sabe exactamente el número de militantes del partido en Egipto, sobre todo ahora que vuelve a estar prohibido y se persigue a sus miembros. Por su parte, creen estar en una especie de resistencia clandestina... He intentado separar a los dos grupos. Por ejemplo, el anciano y la joven del velo son religiosos, simpatizantes, pero no son miembros del movimiento. A pesar de estar en contra de la ideología de los Hermanos Musulmanes, me esfuerzo en plasmarlos como seres humanos. No se puede comprender a alguien si no se le trata como a un ser humano. En la película se ve el colapso del movimiento, los enfrentamientos entre los jóvenes y los de más edad, y que todo se apoya en la violencia como una especie de represalia. Entender mejor a los Hermanos Musulmanes y por lo que han pasado es esencial para comprender las raíces del extremismo.

P.: ¿Qué vínculo hay entre los Hermanos Musulmanes y el Estado Islámico?
M. D.:
La respuesta está en la película. La constante brutalidad a la que están expuestos empuja a algunos de los personajes a considerar la posibilidad de unirse a los extremistas en Siria. Y es lo que ocurre en Egipto: el movimiento se hunde, muchos jóvenes dejan la organización para pasarse al Estado Islámico. Si HadBadr, el salafista, hubiera hablado de Siria al principio de la película, nadie le habría hecho caso. Pero después de la violencia, después de que uno pierda a su padre y otro, a su hijo, reclutar se hace mucho más fácil para los extremistas.

P.: ¿Por qué no enseña a los Hermanos Musulmanes rezando?
M. D.:
Había una secuencia bastante graciosa que acabé cortando. Nadie en el furgón sabe en qué dirección está La Meca y cada uno reza en una dirección diferente. Pero si hubiera mostrado a los Hermanos orando, me habrían dicho: "Vaya, ellos son los auténticos creyentes". Sé pertinentemente que cada escena de CLASH será analizada, escrutada, interpretada. He intentado retirar las controversias menos importantes.

P.: Háblenos del rodaje.
M. D.:
Técnicamente hablando, ha sido una película complicada. Un año antes del rodaje construimos una réplica en madera del furgón y la instalamos en un piso. La usamos para ensayar durante varios meses con los actores, lo que nos ayudó a afinar los personajes. Luego empezamos a rodar los ensayos, fue como una primera versión, una especie de storyboard en directo. La fabricación del furgón auténtico empezó en paralelo, idéntico en cada detalle a los que usa la policía. Rodamos la película dentro de ocho metros cuadrados en 26 días con todos los actores en cada escena.

P.: Las escenas de acción son impresionantes.
M. D.:
La primera se rodó en dos días con 500 figurantes en un plató. Fue un verdadero infierno, sobre todo porque en Egipto no hay especialistas. El coordinador de efectos especiales me dijo: "Parece real porque es real". Los figurantes se peleaban de verdad, algunos acabaron heridos. La escena del puente se rodó en un decorado natural, en la ciudad. Se trata de un enorme intercambiador de una de las autopistas más congestionadas de El Cairo. El rodaje creó un embotellamiento monstruoso porque los conductores pensaron que era una manifestación de verdad y empezaron a dar media vuelta. Actualmente, en cuanto se ve a un grupo de gente en la calle, todo el mundo tiene miedo y se aleja. Rodamos doce horas seguidas con un equipo totalmente entregado. Supongo que teníamos infiltrados de los dos bandos, los Hermanos Musulmanes y la policía, cada uno de ellos convencido de que nos apoyaba el otro. Me vi obligado a rodar la película en muy poco tiempo, lo que me permitió desarrollar un recurso inusual: dar órdenes a través del altavoz en el momento exacto en que nadie tenía diálogos.

P.: ¿Cómo debe entenderse el final?
M. D.:
El furgón queda atrapado en medio de una manifestación caótica. Ni los protagonistas ni los espectadores pueden saber a qué bando pertenecen los manifestantes. La gran ironía es que los detenidos se pelean entre sí desde el principio para salir del furgón, y de pronto se ayudan mutuamente para quedarse dentro. ¿Morirán? No lo sé. El pronóstico no es muy bueno, pero se acerca bastante a la situación actual en Egipto.

P.: ¿Qué quiere decirle al pueblo egipcio?
M. D.:
Varias cosas, pero la más importante es que si seguimos así, no saldremos del atolladero. Sigo soñando con que algún día, alguien salido de la revolución, alguien que no represente ni a la ley islámica ni a la ley marcial pueda gobernar en Egipto.




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Texto: Golem ©

 
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