Cuando en 2008, Phyllida Lloyd dio vida al
verano de Sophie y su paternidad triple, que en el fondo es la historia del grupo ABBA, era imposible no pensar en una segunda parte. El éxito certero ha hecho realidad la premisa. Las canciones de los suecos volvieron a sonar, el fantasma de Meryl Streep bullía ente plano y plano mientras el mismo relato simple y efectista ha repetido sus pasitos enamorados con zapatos diferentes. Si se quitan, este karaoke queda reducido a un montón de cenizas disfrazadas de fiesta sosa y previsible. Se tararean aunque no se sepan. Dan ganas de bailar con lentejuelas de fiesta marinera inevitables. La banda sonora popular sostiene una película floja con
títulos que incitan al subidón de adrenalina.
Mamma Mia: Una y otra vez es un producto continuista con olor náutico de casa rural abierta al ritmo. Sale del baul de los recuerdos que aporta personalidad con giros de adaptación modernizada.
La coreografía manda en un largomertraje que no se desprende de la nostalgia. Nada mejor para atraer al público que el cebo de una sonatina conocida llena de caras B cantadas a 45 rpm. La añoranza del vinilo arrasa. Los diálogos se adaptan a viñetas cómicas con bocadillos sin fluidez creativa. Es una merienda de glorias viejas que termina en pastel de boda griega.
La estética videográfica dirige un trabajo chistoso sano por su carga de risoterapia. También es una sesión de gimnasio que incita a mover los pies con equilibrio pop.