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PERDIDO ENTRE CARABANCHEL Y ESTEPONA
Película Superagente Makey


J. G.
(Madrid, España)

Superagente Makey
Ficha Técnica Video    
Ni aún en sueños, los toques americanos salvan esta comedia española del albañal. La televisión ha servido, y sirve, de caladero para que rostros conocidos personalicen una película. El desfile de caretos con sabor hogareño hacen del artista otro elemento decorativo del ocio casero. Leo Harlem forma parte de esa generación influencer que se ha abierto camino gracias a la labor elogiable de echarle morro para cumplir su sueño: cambiar la barra de un bar para asaltar los escenarios cinematográficos. Pero un club del monólogo no es la gran pantalla. El peso de un nombre mediático penetra más en la conciencia de algún creador nacional que su calidad. Lo tonto y repetitivo es más valorado que lo fresco y gracioso. Donde no hay no se puede rascar y Leo no tiene el arrastre para arrancar una mueca risible que zarandee el pulso cardiaco aunque sea por segundos. El gendarme Makey, su alter ego, es un muñeco inexpresivo desinflándose en la sosería personalista; una bolsa de chucherías llena de aire; la tontería que emborrona cierta intención graciosa del equipo guionista. Su mundo no simboliza al funcionario español con almorranas próximo a la jubilación. Makey está lleno de honestidad caricaturesca. La música da esperanzas a esta payasada detectivesca. Holding Out for a Hero capitaliza la atención de una banda sonora que suena a ráfaga variopinta. Seguro que el tema, muy apropiado, de Bonny Tyler se ha gastado casi todo el presupuesto que ojalá no haya salido de subvenciones culturales.
 
Makey (Leo Harlem)  
Willy (Jordi Sánchez)

El policía campechano trasladado a agente de movilidad con más pachorra que gimnasio reincide en el tópico descriptivo. El patrullero de Carabanchel que se conoce el callejero madrileño como la palma de su mano a ciegas sufre el destierro a tierras jipis menos acostumbradas a su rectitud profesional. Si Superagente Makey alcanza el éxito taquillero se lo deberá a una carrera policial salpicada de casualidades borrachas y los estragos causados por el calor veraniego. La presencia de la mafia rusa; el secuestro; la reconciliación entre el padre y el reencuentro, de carambola, con la hija; la recuperación suave y acelerada funcionan como estereotipos atrofiados. Alfonso Sánchez, con la pesadilla de El mundo es nuestro en su colección de tontunas callejeras, sabe demasiado a televisión. Jordi Sánchez, más popular por la serie La que se avecina que por películas como La higuera de los bastardos, Formentera Lady o Hasta que la boda nos separe, se salva de la ejecución sumarísima. Su hedonismo ibicenco lo hace tan particular que no molesta aunque resulte algo inoportuno. Se autoproclama compañero del policía patoso, rústico y sosaina. Le rodean delincuentes internacionales con olor a pachuli rancio, guardaespaldas que utilizan a la persona secuestrada como pañuelo para sofocar sus carencias afectivas. Hay guiños chistosos al Hollywood policiaco con Límite 48 horas. El final sabe a Loca Academia de Policía en versión española. Superagente Makey es una escusa dispersa para montar un sarao de cine chapucero. No se puede pedir mucho a una bufonada que hace de Estepona otro estereotipo de Florida.

J. G.


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