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DE NACIMIENTO A ABORTO
Película Padre no hay más que uno 2: La llegada de la suegra


J. G.
(Madrid, España)

Padre no hay más que uno 2: La llegada de la suegra
Ficha Técnica Video    
Santiago Segura, a raíz de la serie Torrente, se ha enganchado a la dirección que compagina con su labor actoral dentro de una misma película. Que Woody Allen también lo haga en alguna de sus producciones es un precedente de imitación muy peligrosa. El gusanillo que tiene el cine para los intrépidos sin talento imaginativo es que no saben poner límites entre dirigir e interpretar. Cuando la mediocridad se apodera de las primeras partes te acostumbras con más facilidad a las tonterías que se repiten en las segundas. Al espíritu polifacético de Segura le han gustado ambos aspectos y repetir sobre lo mismo sin intención reparadora, más aún. Padre no hay más que uno 2: La llegada de la suegra es una reincidencia frustrante con los ojos puestos en la taquilla asegurada aunque el cine esté de vacas flacas por el coronavirus. Las plataformas audiovisuales amortiguarán un pinchazo presumible sin colas en las sesiones de verano. El formato de teleserie norteamericana recupera una primera parte decepcionante con alguna aportación sonada al elenco. El guion delata su galbana confiado en la estructura de montaña rusa familiar.
 
Javier (Santiago Segura) y su esposa, Marisa (Toni Acosta) en la consulta ginecológica  
Sara (Martina Valeria de Antioquía), Carlota (Calma Segura), Rocío (Luna Fulgencio), Dani (Carlos González Morollón) y Paula (Sirena Segura)
El banderín chocarrero de Carabanchel no ha aprendido que lo cómico necesita un poco de ridículo, no estupidez, para que resulte convincente. Su caos hiperbólico es propio de un personaje que sufre las penurias del estreñimiento farandulero. Sólo Gila o Eugenio eran capaces de levantar carcajadas sin inmutar el músculo risorio de su cara. Liliana Ross decía ‹‹Es mucho más difícil hacer comedia que hacer drama››.
Esta película es didáctica al sustituir las cigüeñas de París por semillas de chía como origen de los niños. También lanza destellos de modernidad al colorear el blanco y negro de La familia y uno más. Santiago Segura es más gamberro que Alberto Closas pero menos entrañable al sustituir los comentarios humanos por otros más vitriólicos mientras se las dan de padre progre y comprensivo a quien todo se le perdona por su gracia popular. El espionaje en familia focaliza la integración de un grupo desunido. Los juegos llenos de psicología invertida curten al padre como alumno forzado de universidad a distancia para mayores. El interés se busca con pinceladas de humor penoso accesible para un público fácil.
Marisa (Toni Acosta) junto a Milagros, la suegra (Loles León) en la comunión de una hija de Toni  
Javier con sus hijos espiando a otra hija

¿Cuándo se dará cuenta Santiago Segura que sigue siendo el actor limitado que no sabe mofarse de su sombra? En eso, Leo Harlem es una fiera por los cambios de ritmo en su tonalidad reconocible. Los niños son los únicos que superan el listón interpretativo que los mayores no alcanzan. La clave: su naturalidad. La parte juvenil llama a la responsabilidad que falta en un padre inmaduro a través de la concienciación ecológica estilo Greta Thunberg. Loles León es la novedad de andar por casa que arregla poco y hace reír menos. Las circunstancias habrían sido igual de catastróficas sin su presencia. El resto de personajes repite los estereotipos de la primera parte con alguna cara nueva. Ojalá que la pesadilla cosanguínea termine aquí y esta cosa no se convierta en un corolario entre parientes apestoso a comedieta de barrio con extensión televisiva. Padre no hay más que uno 2: La llegada de la suegra es diversidad de la fauna humana, el descontrol absoluto, la falta de sensibilidad cómica.

J. G.


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