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BAJOS FONDOS DE ALTA ALCURNIA
Película La vampira de Barcelona


J. G.
(Madrid, España)

La vampira de Barcelona
Ficha Técnica Video    
Asesina, la hiena, la bestia humana, monstruo. La adjetivación podría continuar hasta el límite que la agudeza lingüística permita. Enriqueta Martí, la mujer conocida como la vampira de Barcelona, la vampira de la calle de Poniente o la vampira del Raval es un ejemplo de esta versatilidad. Las calificaciones relacionan una figura oscura con sucesos turbios de una ciudad subterránea que su clase pudiente y respetable alentó. Sobrevivió conociendo su miseria moral llevando una vida doble sin levantar sospecha. El periodista que convirtió el caso en carnaza mediática descubrió algo más que la policía no alcanzaba a ver o prefería ignorar. Si no hubiera sido por Sebastià Comas, adicto a la morfina y pegado a un trauma familiar, Enriqueta hubiera pasado desapercibida.
A principios el siglo XX, Barcelona vivió un momento de esplendor económico, era el jardín ideal para la esfera acomodada que disfrutaba de los placeres proporcionados por una mujer complaciente con deseos escondidos. Su pragmatismo custodió un escalón cómplice y beneficiario de desapariciones infantiles. El ambiente malsano apestaba a casta intocable, los ricos salían de caza. La ciudad limpia convivía con la sórdida, lo mundano con lo elegante y representativo, manteniendo la distancia. La marginalidad nocturna fue su mercado y su basurero.
 
La desaparición de Teresa Guitart, hija de una rica familia barcelonesa, conmociona a todo el país  
La acusada Enriqueta Martí (Nora Navas) y el periodisa Sebastià Comas (Roger Casamajor) en la cárcel

La narración real se junta con la animación para crear escenarios tétricos donde el terror adquiere plasticidad por su textura. Las sombras chinescas que recuerdan a Segundo de Chomón realzan el valor de antigüedad, el viñeteado recortable en blanco y negro se acerca al expresionismo alemán. El formato visual mezcla realidad con imágenes de tebeo, acoge el blanco y negro que José Luis Garci utilizó en El crack cero, permite el tacto de cuento tenebroso. El resultado personaliza un suceso sobrecogedor más atractivo para el suspense entretenido que el sobresalto. El ambiente de los burdeles privados no oculta la clandestinidad que puertas adentro se libera. Las escenas disfrutan con el exceso y la fuerza expresiva de la voluptuosidad.
Por encima del entramado artístico se encuentran proxenetas, hombres solitarios, niños convertidos en mercancía, asesinatos que se resuelven sin indagar las causas del suceso trágico. La sospechosa es condenada tras investigaciones laxas que cierran el expediente con el garrote vil. La leyenda urbana y la Historia se han encargado del resto.
Las crónicas dicen que la culpa de Enriqueta no se mide en cantidad sino en lo atroz del caso. Quizás actuó movida por la indigencia, el trastorno o una ambición que no ha quedado demostrada. Su nombre rellena los pasajes oscuros de la Ciudad Condal. La ley y el orden se encargó de zanjar la polémica sobre la vampira de Barcelona con limpieza policiaca; los medios de comunicación difundieron un incidente jugoso por el morbo que despertaba. El caso se perdió en los agujeros de la burocracia sin juicio y las noticias expuestas a su caducidad innata. El peso de su figura medievalesca se impuso al beneficio de la duda. Los pocos acercamientos que Enriqueta protagoniza junto a Sebastià Comas muestran a una mujer asustada, más enferma que sicópata convencida. El policía Amorós dirige el secretariado de una burguesía más poderosa que la justicia. Amèlia es la cabaretera soñadora que se deja caer por el Teatro del Liceo, el Casino de la Arrabassada y otros lugares donde lo selecto acudía para divertir al dinero. Salvat y el señor Méndez son dos personajes diabólicos por su fariseísmo y adaptabilidad social peligrosos.

Sebastià Comas en su trabajo de periodista  
De izquierda a derecha: el señor Méndez (Mario Gas), el policía Amorós (Sergi López), Salvat (Francesc Orella) y Madame Leonor (Núria Prims)

El guion se aparta del relato oficial que rasga la piel de lo superficial para avanzar hacia campos más intrigantes. El elemento periodístico es el móvil que descubre una leyenda ocultada por intereses de prestigio clasista.
La secuestradora es víctima del momento empujada al fango por manos limpias bañadas en respetabilidad, una superviviente del submundo alimentado por privilegios caprichosos y retorcidos. Los cuerpos son comercio; las carnes pueriles, surtido tierno y suculento; la vampira de Barcelona sigue un juego del que todos quieren aprovecharse. Los clientes masculinos contentan a la víctima con piruletas mientras la cara viejuna se excita al ver chupar el caramelo porque sus instintos sexuales no alcanzan más. No hay pasión carnal sino espiritualidad bizarra, carnavalesca en un bazar donde se trafica con el apetito. Las filias de potentados disfrazan este hambre irrefrenable de reunión elitista.

J. G.


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