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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


UN PATERNALISMO EMPRESARIAL MALVADO
Película El buen patrón


J. G.
(Madrid, España)

El buen patrón
Ficha Técnica Video    
La entrada de Auschwitz está custodiada por el letrero: El trabajo hace libre. La inscripción Balanzas Blanco da la bienvenida a la fábrica de un linaje generacional en la industria del pesaje con un parecido visual al lema nazi. Los Mercedes Benz de los cabecillas alemanes que visitaban el lugar han sido sustituidos por el Jaguar que Blanco aparca diariamente en la factoría. La carga explotadora de la esclavitud es menos salvaje que la germana. La herencia familiar dirigida con mano amiga que esconde piel de hierro ha impulsado el legado paterno con rigor milimétrico. También ha aprendido a trucar la romana sin que los demás se den cuenta. Las personas se convierten en hijos de una casa vigilada para asegurar su crecimiento. El patrón se proclama padre de la propiedad humana que resguarda bajo el paraguas de la oratoria cínica. Blanco no es el jefe infiltrado que, a través de disfraces, se introduce en su empresa para averiguar carencias y desmanes sino que actúa con el traje hipócrita del cariño interesado. La cercanía, utilizada como elemento atemorizador, marca la frontera entre patrón y empleado sin que el primero resulte ser un ogro. El mensaje Esfuerzo, Equilibrio, Lealtad orienta una ocupación más entregada al dueño que a la promoción particular.
 
Blanco (Javier Bardem) en su fábrica de básculas  
El jefe, en coche, y el vigilante jurado de su empresa (Fernando Albizu)
La ironía campa con libertad durante un metraje entretenido. El chiste fácil conecta gracias a la personificación de situaciones conocidas. La forma es el punto fuerte de un contenido tratado con liviandad que pretende hacer reír donde lo más fácil es sacar lágrimas dolorosas. La sátira corporativa y el despido laboral se juntan con la picardía que planta cara a la guerra de sexos en una lucha particular entre David y un Goliat vulnerable en su prepotencia más íntima. El buen patrón no se inspira en la denuncia de Ken Loach o Robert Guédiguian. El conflicto moral tampoco profundiza en el arreglo que reconstruya desencuentros o solucione males mayores. Este alejamiento del compromiso facilita la aproximación a un público que busca humor en la crítica de los atropellos empresariales sin necesidad de ponerse serio. Detrás de este engranaje existe un guion bien movido por protagonistas convertidos en marionetas del sistema económico. Las piezas que están por llegar tienen su espacio reservado en esta representación cosanguínea de la ética capitalista. Todo tiene que ir como la seda para alcanzar el reconocimiento del gremio y, de paso, llevarse las subvenciones que vendrán luego. Los personajes nadan entre la falsedad y la preocupación. El artificio de Blanco es suave y directa, Javier Bardem lo interpreta ligero de equipaje y solvente, rodeado de hormigas obreras y alguna avispa amante de mieles reservadas a una minoría. Los tópicos sobre la utilización del dinero público, la absorción que el cine hace de las ayudas estatales o el socialismo cuyo delito es amparar a los pobres tocan la realidad desde el sarcasmo. El lado guerrillero contraataca para defender la injusticia ejercida sobre el asalariado expulsado de la tribu laboral. El hijo nuevo del ERE entabla una lucha extramuros que encuentra amigos en un vigilante jurado solidario que representa a la sumisión jerárquica con candidez. Esta contribución actoral crea una película de factura correcta e insuficiente en una trama que enfrenta problemas personales con conflictos profesionales.
Entre Román, el vigilante, y Joose (Óscar de la Fuente) se entabla una amistad entrañable  
La aparición de Liliana (Almudena Amor), a la derecha, desata líos familiares secretos conocidos sólo por Blanco y la chica

La preocupación camaleónica no duda en sacrificar cualquier peón para conseguir el triunfo a través de jugadas sucias. Todo encaja demasiado bien dentro de la maldad que busca el reconocimiento sectorial hasta la aparición de una debilidad previsible. El paternalismo no duda en frecuentar puticlús ni acostarse con becarias más despiertas de lo que parecen. La intención de una mirada femenina urde su tela de araña fácilmente comprensible con el tiempo. La mujer queda aprisionada en un recinto sexual repetitivo del que sale airosa con mueca malvada. El enredo entre parientes pone contra las cuerdas al ansia individual centrada en intereses económicos. El arquetipo racial del marroquí utilizado para trabajos secundarios no escapa del argumento. El dominio centralizador se entromete en asuntos personales de los trabajadores para controlar un desajuste que puede dañar la reputación de sus planes profesionales. El papel de la prensa aparece con el periodista en busca de historias cercanas que encallan en el descubrimiento accidental. Los lazos de poder que consolidan la política del yo te ayudo y tu me ayudas tienen su minuto.
El éxtasis del egocentrismo cierra una historia que podría seguir toda la vida. Los ropajes sensibles esconden una crueldad cremosa. El buen patrón, nominada para representar a España en la nonagésimo cuarta gala de los Óscar, no es el referente más interesante de su cine aunque si miramos los rivales (Mediterráneo) y Madres paralelas), la cinta de Fernando León de Aranoa es lo más potable ante candidatos mediocres.

J. G.


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