La
Real Academia Española ha escogido Inteligencia Artificial como concepto identificativo del 2022. Su definición invoca a la
‹‹disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico››. La colaboración entre Akela Cooper y James Wan, cineasta responsable de las sagas
Saw,
Insidious y
The Conjuring, no es tan ingeniosa como para lanzar una denuncia sobre la manipulación de la tecnología hacia los sentimientos humanos. El largometraje M3gan, más interesado en lo infumable que lo terrorífico, carece de sensibilidad en el mensaje. Su presentación conmociona gracias a una desenvoltura ridícula de seres vivos e imitaciones humanas que luchan por una presencia física con derecho a la eternidad en la que no creen. La muñeca con lazo y digitalización incluidos se distancia de la maldad de
Chucky con aire exquisito. Esta pepona cibernética se anticipa a las reacciones biométricas, encapsula cualquier síntoma de espontaneidad. Las directrices marcadas por una máquina que supera los límites de la inteligencia programada convierten al ingenio en alumna aventajada, profesora, amiga y consejera que inyecta dosis de confianza donde sólo hay rayos de sugestión juguetona. Su misión, en vez de ayudar, contribuye a encarcelar la independencia del débil para repudiar la socialización que su coordinación algorítmica no controla.