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MARCIANOS APOCALÍPTICOS
Película Llaman a la puerta


J. G.
(Madrid, España)

Llaman a la puerta
Ficha Técnica Video    
«¿Qué harías si tuvieras que elegir entre salvar a tu familia o salvar a la humanidad?» se plantean protagonistas atormentados para aclarar una incógnita que ellos no quieren solucionar por sí mismos. La pregunta desencadena el conflicto que debe resolverse con una ejecución marcada por el fanatismo religioso y la trampa del acoso sexual. La invasión de la intimidad infantil para hacerse con su amistad es una herramienta perversa usada por el adulto para introducirse en su amabilidad sin sospecha. Esta manera de acercarse al desconocido sin intimidar choca con el miedo posterior. La tranquilidad invita a la tensión a través de una niña cazando saltamontes. Su mirada centrada en la captura del desprevenido es un preámbulo de la elección que obliga a condenar la identidad del elegido. Lo que podría ser un cuento candoroso desemboca en una pesadilla paranoica. La cercanía comunicativa entre Naturaleza y Wen rompe su placidez cuando la sombra de un gigante, con aspecto aniñado, se interpone en este paisaje bucólico. Su rostro suave cubre las intenciones de un corazón manipulador que sabe acercarse a la ternura sin asustar. El físico atemoriza por lo que esconde una mirada muda, directa, fija, que abre la sospecha a un posible secuestro o a la interpretación de otro Caperucita y el lobo feroz con cánido de apariencia humana. La comodidad sudorosa de su rostro inquieto delata un problema psicológico que pasa inadvertido por la mente que se está formando. El diálogo entre ambos mide los tiempos mientras uno gestiona las emociones para engatusar a la víctima con amabilidad, paso previo para romper la estabilidad familiar. La aparición de extraños viene empujada por la violencia que se desencadena sin rapidez.
 
Leonard (Dave Bautista) presentándose ante Wen (Kristen Cui)  
De izquierda a derecha: Adriane (Abby Quinn), Sabrina (Nikki Amuka-Bird), Leonard (Dave Bautista) y Redmond (Rupert Grint)

La cabaña idílica es invadida por extraños que hacen de la presencia amenaza. Papá uno y papá dos, como Wen llama a Eric y Andrew, son personas curtidas en la discriminación y la renuncia a su intimidad. El recinto alejado de la civilización forma parte importante del escenario donde el terror se mueve con soltura. Lo que suceda de aquí en adelante no se identifica como el hostigamiento acostumbrado por su orientación sexual sino que es algo más complejo como parte de una enfermedad religiosa basada en creencias proféticas medievales. Lo reaccionario se distribuye por caracteres que se mueven entre el odio exacerbado frente a los hombres que viven juntos, la chica servicial que ha sucumbido a los poderes de una hipnosis purificadora o la calma atormentada de Leonard. Los cuatro jinetes del apocalipsis son presa del pánico que concita la creencia en el sacrificio ajeno como barrera para detener la hecatombe cercana. ¿Importa más la muerte o su contemplación por parte de los supervivientes que deben sentirse agraciados? Esa fe en lo catastrófico degenera hasta el punto de hacer inverosímil lo que podría haber resultado creíble. La cabaña se transforma en recinto blindado al exterior, sus asaltantes han convertido en rehenes a los inquilinos.
M. Night Shyamalan juega con retrocesos temporales que ajustan el caos del lugar a la actualidad a través de noticias televisadas que dirigen el ritmo de los acontecimientos. Son informaciones que contribuyen al fanatismo creciente y la certeza de su patología bíblica, que bien podría ser fruto de un montaje televisivo. La película descarrilada acrecienta la tortura de un hombre que hace de la ceguera creyente la luz de sus temores, asentados en profecías más chistosas que ciertas.
El movimiento alcanzado goza con la agresión y el martirio que significan encontrarse junto a objetivos que no quieren formar parte de un delirio obsesivo. Llaman a la puerta es un deshecho de la fantasía creyente, es aburrida, apagada en la fotografía dominada por un interiorismo campestre. La música aporta sensaciones de escalofrío sonoro. El estado de tragedia cercana no es sinónimo de terror.

J. G.


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