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SOBREDOSIS DE INFANTILISMO GORE
Película Oso vicioso
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Lo único que aquí puede levantar cierta risa cómplice con la estupidez humana es la escena inicial de un avión convertido en una caja fuerte cocainómana, techo 'delirante'. El resto, 'cae' por su peso. El entrecomillado actúa como recurso estilístico manido que sintetiza una película sin pies ni cabeza. Oso vicioso es tan torpe como oportunista a la hora de tomar una historia real y adaptarla a la imaginación del guionista Jimmy Warden. Sin hacer chistes fáciles, la cocaína es nieve descendida del cielo directamente a las narices de un animal que transforma su ferocidad natural en comportamiento energúmeno, capaz de matar a quien se ponga delante con olor a narcótico. La droga cristaliza en aroma perverso que se adhiere a quien la persigue interesadamente y a quien la encuentra de carambola. El incidente convierte en víctimas a personajes tan inocentes como ridículos que emprenden una carrera para enmendar el destino fatídico de allegados, salvar su pellejo o poner a buen recaudo intereses económicos: excursionistas representados como víctimas del azar; una enfermera que pierde a su hija en dominios boscosos; una pareja de guardabosques que colabora en su búsqueda; dos narcos rastreando el cargamento estupefaciente al servicio de un gánster; un grupo de rateros envueltos involuntariamente en la trama delictiva y los dos policías que los investigan. Todos alimentan un concepto del terror enmarcado en la serie B que necesita de la ridiculez para salir a flote. |
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La línea narrativa de Oso vicioso tiene poco que ofrecer, dejándose llevar por las carnicerías de una bestia poseída por el efecto del alcaloide tropano usado como alucinógeno recreativo y concepto mercantil. Su visión se dirige al público poco, o nada, exigente con la secuencia argumental. Se esnifa sin parar, otros alardean de hacerlo y muchos se quedan a las puertas de un paraíso artificial exprimido por la fuerza de un mamífero colocado. Los diálogos se agotan en la tontería de su significado mientras las palabras justifican la charlatanería emponzoñada. Quizás sea la confusión lo que impulsa a un largometraje que, afortunadamente, es corto pero se hace largo. El ser humano, movido por la voluntad plantígrada, es reducido a un amasijo de tripas propias del cine gore y la risa tonta. Este atraco audiovisual vulnera los principios de la imagen inteligente: diversión y pensamiento. La faceta directora de Elizabeth Banks queda sepultada bajo toneladas de estiércol, embellecido por un manto níveo de intenciones buenas que buscan su credibilidad en el suceso veraz. Sus intervenciones en Love & Mercy, Así somos, o, en un grado inferior, la omnipresencia dentro de la saga Dando la nota son más agradables que una carrera mermada como realizadora. Ahora, con Oso vicioso lo confirma. La cineasta masachusetana parece una alumna de la ECAM en prácticas que busca la montaña rusa donde terror y risas se precipitan juntas por los raíles de la originalidad. Esta comedia absurda es tan mala que se aplaude con carcajadas envidiosas hacia un oso enganchado a la coca sin pagar por ello. |
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Ray Liotta, convertido en uno de los nuestros gracias a Martin Scorsese, firma la película final de una carrera marcada por su cara de sonrisa bipolar. Los excesos del CGI limitan las interpretaciones naturales. Algún momento gracioso consigue salir a flote musicado por Depeche Mode (Just can't get enough) o Jefferson Staship ambientando el subidón, nunca mejor dicho, de una locura transitoria con Jane, sin olvidar el funky final de Grandmaster Flash & Melle Mel en White Lines (Don't Don't Do It). Para gustos, colores.
La imbecilidad humana es aprovechada por la casualidad el plantígrado que pasaba por el lugar en el momento adecuado. El paisaje idílico muta en infierno de situaciones alocadas e innecesarias, capaces de hacer reír y llorar (o avergonzar) a las diferentes sensibilidades que acuden al cine. ¿Será este oso drogado pariente de Yogui y Bubu? |
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