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MÁS SUSPENSO QUE SUSPENSE
Película 65


J. G.
(Madrid, España)

65
Ficha Técnica Video    
Los dinosaurios se extinguieron hace 66 millones de años cuando el Cretácico daba paso al Paleógeno La hipótesis Álvarez, formulada por Luis y Walter Álvarez, padre e hijo, es una de las teorías más famosas que explican su desaparición. Quizás sea por ahí por donde Scott Beck y Bryan Woods, con Sam Raimi en la producción, quieran llamar la atención sobre una película ridícula y decepcionante. Los cineastas estadounidenses, llevando un paso más allá la teoría evolutiva, vinculan a los iguanodontes con su imaginación desbordada. Pretenden acercar la fantasía a la realidad para hacer de 65 un referente jurásico sobre la vida en la Tierra, mezclando After Earth con la imaginación de Steven Spielberg. La verdad es que mérito no les falta por embarcarse en la narración de una tontería con trasfondo científico desaprovechado. En medio, el drama familiar toma protagonismo para quedarse en la cuneta pronto.
A pesar de que la creatividad parece asomar la cabeza en la tranquilidad de un ambiente cercano a Dune o cualquier luna de Saturno, la falta de elementos que enganchen engorda la simpleza de un argumento agotador. La existencia de este mundo feliz, el astro extrasolar Somaris, no da la espalda al alejamiento familiar ni a la coincidencia de la despedida con la catástrofe moral que dicho distanciamiento no ha podido velar. Otra colisión. El viaje inicia un adiós que descubre el encuentro entre Mills y Koa. La tomadura de pelo se pone en marcha en un entorno preapocalíptico para quienes busquen algo de implicación entre los pocos personajes humanos que participan de una acción onomatopéyica. El piloto es el único elemento fiel a su papel protector sin que la heroicidad le absorba el seso.
 
El piloto Mills (Adam Driver) inspecciona la zona inhóspita que ha descubierto accidentalmente  
La exhibición tecnológica supera a la inteligencia humana

Mills se toma las cosas demasiado en serio afrontando accidentes, monstruos, incomuninación y hologramas hogareños. Es el astronauta perdido en la persona de Adam Driver. Los personajes y paisajes nuevos crecen a su alrededor junto a las desgracias. Los fallos mecánicos o algún encuentro inesperado ilustran la monotonía de un relato que busca resguardarse de los velocirráptor en un pasaje del terror temático. Esta mezcla de despiste y recuperación sobrevive gracias a los efectos especiales. La presencia de Koa obliga a mantener el recuerdo de las responsabilidades paternas, activa un acompañamiento que no habla el mismo idioma, le sirve para cumplir como padre salvador que no puede ocultar el tormento de una familia perdida. La barrera lingüística refuerza el vínculo entre ambos con buenas interpretaciones individuales y aportaciones conjuntas deficientes. 65 no es ciencia ficción minimalista en un universo desconocido y agresivo donde el proceso natural depredador gobierna con naturalidad. Los fallos de guion fusionan la claustrofobia que provoca reptar por la estrechez de cuevas uterinas hasta la aparición mágica, en plena naturaleza, sin clímax intermedio. Su ridiculez pesa mucho. Sólo la música de Chris Bacon, junto a Danny Elfman, y la fotografía de Salvatore Totino, prolífico en vídeos musicales, merecen la pena en este batiburrillo de artificiosidad argumental. Este fósil antediluviano da pie para hacer una exhibición de artilugios que subordinan el instinto humano a una feria tecnológica.
Si algo tiene este largometraje perdido en el tiempo, y que hace malgastarlo, es que no importa si se ve en versión original o doblada. Los diálogos son tan reducidos que un niño de meses los entiende, tan insulsos que no saben a nada. La duración que debería inducir al respeto e interés se hace pesada, soporífera e intolerable. El equipo formado por un dirección, implicada en la guionización, ha parido un dinosaurio que debe custodiarse con siete llaves en la mazmorra del olvido.

J. G.


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