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OBSESIÓN DE MADRE ROTA
Película Els encantats


J. G.
(Madrid, España)

Els encantats
Ficha Técnica Video Entrevista a la directora    
Elena Trapé crea mal cuerpo en el espectador con una película silenciosa y desconcertante que encierra varias historias para aunarlas en la soledad de la vida humana. El destino maternofilial se separa obligado por un divorcio. Ese distanciamiento propicia el encuentro de otras personas. Todas se desenvuelven en un clima de aislamiento que engloba desde el egoísmo hasta la indefensión en un paisaje campestre. La cercanía como unidad poco convencional crece. La agresividad emocional con que Els encantants comienza marca los límites dentro de una pareja rota, en medio se encuentra la indefensión de una hija con cuatro años que sufre las consecuencias de las anomalías sentimentales adultas. La violencia contra el débil se apoya en la legalidad jurídica que resuelve este desacuerdo. La pequeña, enfocada a través de planos agobiantes y rápidos, sonorizados por sus lamentos, es la figura sobre la que las intenciones posesivas recaen, la que luego protagoniza el drama con su ausencia y necesidad de roce para Irene. La lucha por su custodia temporal descompone el deseo materno de tenencia, alimenta la pérdida de autocontrol que cuestiona el significado de su existencia. Al lado del precipicio originado, los personajes secundarios dan aire al trauma que inunda al principal aunque cada uno acarree el suyo propio junto a ilusiones. Su energía se rellena con recuerdos de niñez plasmados en un ambiente rural al que se aferra para escapar del presente. Recuerdos que conviven con sueños y rebeldías alejados de una perspectiva relativista del mundo. La amiga del pueblo que se recupera de un cáncer, marcada por un individualismo entendible, o, en el lado opuesto del plano, el punto cómico de Eric y una gastroenteritis inesperada, rebajan la angustia de Irene sin eliminarla. Todos enriquecen un contenido lleno de matices personales.
 
Irene (Laia Costa) en Antis, huyendo del dolor  
Ierne junto a Agustí (Pepe Cruz)

Els encantats plantea la primera experiencia traumática como madre que jamás baraja esta posibilidad. Tampoco contempla la influencia de su comportamiento en seres cercanos. Irene es el realismo que alerta del optimismo juvenil cuando la relación amatoria se presenta sólida, el ejemplo de esa idea rota, frágil y que debe tenerse en cuenta aunque sea sólo como hipótesis personal. Ella, que no cree en los nidos de amor y mucho menos en su durabilidad, es la endeblez de quien involucra a menores en errores de la madurez, es amor maternal reforzado por lo invasivo de una inseguridad interna ante la separación mal llevada.
La vacuidad en las escenas rompe lo intenso de una tensión mal gestionada que la directora y guionista de Blog o Las distancias alarga, absorta en la tragedia. Se mantiene firma en la lentitud prolongada, huye del manifiesto para ahondar en la magnitud de heridas personales que no aceptan torniquete.

Irene en busca de su soledad  
Irene junto a Eric (Dani Pérez Prada) en la casa de la primera

La culpabilidad de la madre desplazada se deja llevar entre miradas y palabras desencantadas, considerando con precisión una fuerza desencajada. Es el reflejo de la experiencia frustrada que no sabe aceptar ni quiere compartir. El auxilio y el reproche hacen un poema de versos rotos para tapar las grietas que la convivencia fracasada ocasiona. Lo que podría interpretarse como una huida fácil de la relación destruida necesita deconstruir el pasado a través de la comunicación inalámbrica con su hija arrebatada por la ruptura.

J. G.


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