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UN PINK FLOYD MENOS SINFÓNICO
(The Australian Pink Floyd Show UK & Europe Tour 2008.
Palacio Municipal de Congresos Campo de las Naciones, Madrid.
05 de febrero de 2008)

J. G.
(Madrid, España)

The Australian Pink Floyd Show

Escenario oscuro y un leve sonido de gaita como fondo. Tranquilidad. Expectación. Suenan los primeros acordes de “In the Flesh”, la imagen de Pink Floyd está presente en el Auditorio Municipal de Madrid. Con ellos nos viene a la mente la época que el mega grupo de Cambridge inmortalizó con su álbum “The Wall”. Un trabajo que retrata las miserias del ser humano y su lucha por la libertad. La imagen de Roger Waters se respira en el ambiente. Parece que estuviera en el escenario, ya que ésta era la canción con la que había comenzado sus dos últimas giras mundiales en solitario. El paso agobiante de la marcha de los martillos desfilaba sobre un vídeo de fondo. El sonido atronador de los Stuka cayendo en picado rodeados por un cielo inexistente inundó el auditorio. Los australianos The Australian Pink Floyd Show incendiaron el escenario con un rojo violento. Todo aseguraba un concierto muy particular.

La banda dominó la enorme cantidad de registros y variaciones sonoras que el rock sinfónico de Pink Floyd es capaz de desarrollar. La voz de Colin Wilson sonó corta desde “In the Flesh”. Nos referimos a una canción que por su significado necesita de una voz presencial y carismática. No fría, en ocasiones muda. Los instrumentos la eclipsaban. Faltaba la presencia atrayente de Waters. Su movimiento en el escenario para una música que lo decía todo.

Cuando hablas de unos músicos que hacen versiones te ves obligado a referirte al grupo que interpretan. Los apoyos videográficos de la marcha de los martillos, anteriormente citada, recordaban a “Waiting for the worms”. Enlazar “In the Flesh” con “Waiting for the worms” hubiese sido una actitud inteligente para comenzar redonda su actuación. De nada sirve tocar un gran repertorio si los temas no han sido bien engarzados musicalmente. Las canciones tenían un aire apocalíptico, opresivo, policial con la guitarra de Steve Mac recordando a Gilmour. Opresivo y oprimido porque había una fuerza misteriosa que las impedía mostrarse con su crudeza total. El sonido era demasiado perfecto, impersonal, daba la sensación de escuchar música proveniente de un Cd o un mp3 en vez de un directo. Se adivinaba una actuación fría.

El repertorio que TAPFS interpretó fue una selección entre ocho trabajos de Pink Floyd: “A Saucerful of Secrets” 1968, “Meddle” 1971, “The Dark Side of The Moon” 1973, “Wish You Were Here” 1975, “Animals” 1977, “The Wall” 1981, “A Momentary Lapse of Reason” 1987 y "The Division Bell”, 1994. Un total de veintidós canciones, de las que “The Wall “ se llevó la mayoría y que pueden ser escuchados en los recopilatorios “Is There Anybody out There? The Wall: Live 1980-1981” y “Echoes. The Best of Pink Floyd”. En este sentido han pecado de falta imaginativa y poca atención hacia el público más exigente. El que busca sensaciones fuertes, momentos en los que hubiese podido saborear al unísono los primeros experimentos sonoros de ”Ummagumma” y la vena comercial de “The Division Bell”. Así, todos habríamos acabado contentos.

La música de este proyecto homenaje a Pink Floyd no se entiende sin acompañamiento visual. Algo de lo que careció en un principio “Learninig to fly”. Poco a poco las proyecciones se fueron apoderando del escenario. Iban atrapando al público con cuentagotas, pero de una manera  efectista. “Money” significó una nueva concepción del concierto, el vídeo ya estaba integrado en la coreografía.

Su sonido es escenográfico. Hay que alabar la elaboración del montaje visual. Basado en el original del grupo, ha sido adaptado a un estilo personal. Un punto positivo por no convertirse en un clon de Pink Floyd. El ejemplo de esta aportación personal está su interpretación del prisma piramidal que identifica a “The Dark Side of The Moon”. Se convierte en un octógono irregular, de geometría descuidada. Lo cual aumenta su carácter de canción conceptual. Se suceden los paisajes decadentes, la idea de abandono, penumbra, ingravidez… Confusión a la que lleva el caos, algo que en muchos momentos pretende la música de Pink Floyd.

Todo esto recordaba a los trabajos que el diseñador gráfico Storm Thorgeston ha venido realizando para la banda inglesa. Espacios abiertos sin presencia humana. La música experimental de “Set the Controls” rozando el misticismo. Transmitía soledad y paz. Imágenes que nos transportaban a un vacío cósmico, aumentando el misterio de la melodía.

La frialdad escénica se volvió a constatar en  la balada “Mother”. Intimismo aunque siguió faltando emoción en el escenario. Una canción desaprovechada. Esta primera parte finalizó con “Sheep” y el teclado de Jason Sawford como protagonista. Iluminación sencilla, perdió espectacularidad.

De los doce temas ofrecidos a continuación, sólo tres se quedaban fuera de “The Wall”: “Time”, “Keep Talking” y “Wish You Were Here”. El resto, más de lo mismo. Pink Floyd no es sólo “The Wall”. Esta etapa del concierto tomó una concepción más cósmica con “Shine On (Your Crazy Diamonds)”. Sus acordes fueron una concatenación de efectismo sensorial. Quizás la canción más elaborada. Referencias visuales a la carátula de “Pulse” y su enorme retina. El gran hermano está presente en todas partes, desde el estado policial y represor de “The Wall”  a la alienación que Michael Radford nos trasmitió en la película “1984”. El rostro de Syd Barrett en vídeo, que también apareció en la última gira de Roger Waters (2007), puso la guinda a la canción. Un guiño a la nostalgia, algo trillado, pero con gancho. El público le ovacionó. Mitomanía, fetichismo, memoria histórica. No se que nombre atribuir a este tipo de homenajes. “Goodbey BlueSky”, con el escenario iluminado por un azul intenso, fue la canción de cuna del concierto. Una canción cruda que busca una esperanza sin negar la realidad.

No se pueden olvidar los grandes acompañamientos vocales Ola Bienkowska, Emily Gervers, Amy Smith y Jacquie Williams. Sus voces desgarradas en los solos de "The Great Gig In The Sky" fue de lo más celebrado por el público. Conforme van pasando los minutos hay ideas que cada vez se van haciendo más sólidas. Por ejemplo, no tienes la sensación de participar en el espectáculo, ya no digo integrarte con el escenario. Es atractivo pero no atrayente.

Otro de los momentos clave del concierto fue la narración acústica con dos guitarras de “Wish You Were Here”. El auditorio entero coreó casi toda la canción junto a los artistas. De quitarse el sombrero tanto para el grupo como para el público.

El final del concierto comenzó a hacer su cuenta atrás con “One of These Days” hasta llegar al clímax con “Run Like Hell”. Guitarras, batería y programaciones de teclado en una unidad contundente. En vez del cerdo volador de “Pigs” apareció un canguro, Aussie, que ya se había dejado ver como personaje misterioso en infinidad de videos durante el concierto. Aussie es una palabra empleada mayoritariamente para referirse en el lenguaje común a los habitantes de las antípodas. En jerga significa pastor de ovejas.

Algo muy inteligente fue dejar para el bis final un tema tan redondo como “Run Like Hell”. Si el concierto había tenido deficiencias, esta canción las cubría todas, siendo de los mejores recuerdos de este espectáculo. Si te impacta el final de una novela, no la olvidarás nunca. Algún día iremos a nuestra tienda de discos y veremos una composición de Gilmour o Waters remasterizada en el catálogo de la Deutsche Grammophon. Un clásico, aunque a algunos les suene a atrocidad musical.

 

J. G.

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