El vacío de la nada existe como ente musical. Dicho pensamiento no es valdío ni ha sido plasmado por un sofoco de elucubración filosófica: atiende a la más estricta vivencia sonora de un grupo que lucha por despuntar en el trasnochado mundo de la armonía. Lüger pertenece al trance psicodélico meditativo con parafernalia escénica, convirtiéndolo en gurú sanador. Toda una mezcla de esparagismos egocéntricos y largas canciones que terminará por imponerse como moda friky, pero a día de hoy suena en reductos elitistas y clandestinos. Vivir un concierto de música es una experiencia recordada por su atmósfera envolvente arropada por la conexión entre público y artista.
Lüger es un grupo madrileño producto de la unión de miembros con distintas procedencias (Los Imposibles, The Awesome J'Haybers, Steelwood, Jet Lag y Tres Delicias), algo que enriquece el talante de una banda y la calidad del producto final.
Representa al hijo torcido que hay en casi todas las familias, el que nadie se esperaba. Ojalá que su rebeldía no se pliegue ante la autoridad jerárquica de los capos que manejan el chanchullo discográfico. Deseamos que sobreviva a las exigencias del mercado y batalle contra quienes ostentan los derechos de autor: morro no les falta. Lüger se presenta como la bestia de lo visceral que está naciendo; su parto es doloroso, lento y con mala leche.
Después de escucharlos tienes más claro el concepto de “escena radical”. No son punks pero rebosan de su fuerza; ni por mucho electrónica, sin embargo, se mueven en el terreno de la psicoldelia como pez en el agua haciendo de sus canciones gritos eternos de principio inquietante que finalizan con un erupto agotador. El ambiente que se respiraba en El Sol era un undergroud ferroso que olía a oxidado, alienante. La compostura del público no concordaba con los gritos que escupía la rabia gutural de Diego Veiga "Folleto", su vocalista, enajenado en la pose. Su mirada perdida se alejó de la sala a velocidad luz, siempre vestido de elegancia punk pacífica. Las canciones de su primer disco, homónimo como responde a los buenos modales, fueron sucediéndose en ráfagas apocalípticas, mullidas por una luz pobre en trasparencia y brío. Lüger es un grupo radical que gusta o disgusta, huyendo del topicazo dedicado a encasillar: ¡como si eso ayudara a comprender mejor su música! Las etiquetas sirven para catalogar y almacenar algo en el armario de la mediocridad. Les gusta la psicodelia, el krautrock, el rock cósmico, la kosmische musik y el bakalao analógico. Tanta sinceridad abruma ante el ignorante conceptista que busca buen sonido y mejor letra. El tiempo les aclrará las ideas.
Fue un recorrido a través de la introspección, los tripis y el aislamiento grupal. Se creó una barrera transparente entre público y escenario que ambas partes parecían haber pactado.
Sales con la sensación de haber participado en un experimento de laboratorio con efectos secundarios paralizantes sobre el gusto. La música de Lüger es una bomba integrada dentro de un performance mudo.
Lüger se presenta como avanzadilla de la escena experimental donde la hipnosis y lo androide campan a partes iguales. Ya es hora de que Berlín se acerque a Madrid, pero cuidado porque la innovación excesiva puede terminar en muerte por asfixia suicida.
Después de cuarenta y cinco minutos, muchos salimos como entramos: mileuristas musicales.