El sonido sudamericano se apoderó de Madrid en un martes peligroso para la atracción musical. Pero lo que comenzó siendo un concierto íntimo, movido por los ajetreos del trío colombiano evolucionó a través de ecos agrestes hasta romper la pista con entre movimiento acelerados de cadencia chamánica. El trío bogotano La Perla se subió al escenario de Copérnico henchidas de musicalidad. El último concierto de su gira fue el primero en muchos corazones. No desaprovecharon la oportunidad para mostrar sus armas guerreras con persistencia y piel selvática. Las canciones llevaron implícitas una carga social marcada por la actualidad como 368, inspirada en los asesinatos perpetrados en Colombia. Su mensaje lucha por los derechos básicos que no pueden ser aplastados. La raíz folclórica crea vibraciones reivindicativas y étnicas. Por cantar mis canciones, el toque picante de El Sancocho o El llanto de Dana son ejemplo de heterogeneidad. La resonancia indígena habló a través tambor y la flauta; al final: todas tocaron todos los palos dejando patente su corazón multiinstrumentista. Bruja, la canción más solicitada desde el comienzo de su actuación, puso el punto final a su aparición. Se saboreó un gusto a verbena, a pueblo. Hubo momentos de perreo con un público entregado.
El quinteto Kumbia Queers salió a como un tifón impulsado por una fuerza atronadora. El compás sudamericano tomó un derrotero disco movido y acelerado, combativo. La formación que respira rebeldía tropical encarnó la lucha directa al desplegar una pancarta llena de intenciones: Aborto legal. Como Pilar Arrese dio a entender: ‹‹La mejor forma de de luchar contra los abusos hacia la mujer es la música››. El punk hizo guiños al metal pesado con versiones de Black Sabbath. Su música veraniega sustituyó la frescura por el calor sofocante de un ritmo bailable. Las letras defendieron un ambiente alternativo, recuerdo al movimiento okupa a través del Centro Social Seco como afirmación ordenada.