Las iglesias son edificios que además de servir al culto hacen de la música una sensación espiritual. Los instrumentos se integran con la voz confortando al eco eclesiástico de una edificación decimonónica en Alar del Rey, reservada para el oratorio religioso. La voz limpia, sin micrófono, se convierte en parte de un conjunto dispuesto a colorear de sonidos transfronterizos un recinto callado. Los ritmos latinos son constantes en la armonía que penetra con facilidad hipnótica. Las trompetas de los ángeles adornan la iconografía lanzando notas invisibles de querubes dorados queriendo formar parte de esta orquesta. El trío Pablo Mezzelani dio ejemplo de esta funcionalidad que unió lo elevado y lo terrenal. Su sonoridad ecuménica recorrió el mundo con aires bonaerenses para regresar a la tierra gaucha pasando por los Balcanes en un periplo personal.
El sabor y olor porteño recordó al barrio de Pompeya. La melodía, el enigma y la belleza triangularon en Barrio de tango, luna y misterio: letra descriptiva y evocadora dentro una canción autóctona de Buenos Aires. El tema Chiquillada regresó al arrabal como corazón de la infancia. La percusión del bombo entró en escena creando un eco rítmico con piel caribeña. La flauta oblicua, estudiada por Mezzelani en Europa del Este, se integró al grupo. Junto a esta, la mandolina y el palo de lluvia regalaron variedad sonora y relajante. La aventura continuó por Prototango o guardia vieja, una rama del tango cercana a la milonga. Los inmigrantes fueron un foco cultural que también trajo filarmonía a la tierra pampera. En el tango El Queco, que significa el prostíbulo en lunfardo, la musicalidad habla un lenguaje propio con su jerga alegre. La chacarera es una danza tradicional argentina cuya base comparte protagonismo junto a movimientos como el gato o malambo, danza libre de los gauchos. Su influencia incaica con escala pentatótica recordaba a la película El príncipe de Zamunda, que tiene elementos africanos. La percusión aparece por primera vez en el concierto cuando la emigración despide su tierra. Canción con todos, apreciada en España, se convierte en un himno a Iberoamérica del poeta Armando Tejada Gómez. Los asistentes hicieron un coro con su letra en una a capela improvisada.
El músico de Banfield se tomó su tiempo para sincronizar sentimiento con canto. La sensibilidad nostálgica erizó piel y corazón. El homenaje a Perú estuvo presidido por la poetisa y cantaora afroperuana Chabuca Granda. Alma llanera responde a la fusión entre Venezuela y Colombia que crea la cultura de los llanos. La guitarra se erigió protagonista de este himno territorial.
La audición se animó con Viva Cocuy, baile dirigido a la región colombiana. El espíritu de El Cóndor voló alto y el sabor selvático de Ennio Morricone en La Misión fue intenso. La marcha sudamericana que daba la bienvenida a los Balcanes partió desde Bolivia Oriental con Carnavalito cruceño, de Gilberto Rojas. El salto del charco atlántico llegó hasta el suroeste de Bulgaria, hoy Macedonia, con canciones búlgaras acompañadas por la tamburá. La aparición del kaval en una melodía tradicional recordó a Rumania. El ambiente zíngaro de la zona regresó a Buenos Aires con el acompañamiento de Luis Miralles en la percusión, Leonardo Alonso a la guitarra y Pablo Mezzelani en el canto y guitarra. El agradecimiento musical de este viaje acabó con Violeta Parra y su Gracias a la vida que resume su filosofía. Esta explosión de novedad y cultura se ganó el cariño y el respeto de un público atento. La alegría prevaleció en un espectáculo de acordes multiétnicos que se hizo corto, como suele ocurrir con lo bueno.