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LAS VOCES DEL SILENCIO

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Histórico

 

GOBIERNOS DE PROXIMIDAD
JGS

(Madrid, 03-04-2009)
3 de abril de 1979, elecciones municipales españolas

Las aldeas, los pueblos, los focos urbanos tienen algo en común: su Ayuntamiento. Es el órgano que sirve de nexo entre la ciudad y el ciudadano. España se ha visto sumergida en cuarenta años de oscurantiso dictatorial, de pensamientos ilegales, de expresiones prohibidas y sueños en construcción. A finales de los años 70 del siglo pasado, vemos abierta la posibilidad de reformar las instituciones desde la base civil, los Ayuntamientos. Estábamos a punto de vivir las primeras elecciones democráticas en los municipios.

El final de la Dictadura supuso un respiro, exigía soluciones cargadas de entusiasmo y compromiso con el pueblo. Al principio, como en toda etapa de cambio, nos emborrachamos de alegría; fue una borrachera sin resaca, participativa y necesaria. Vimos caer un telón de acero invisible cimentado en el control absoluto de una ideología y una persona. En el franquismo, los españoles tenían su puesto de trabajo, vivienda estatal: tranquilidad a cambio de ceder la parcela de tu libertad a la idea de una España imperial, grande y libre, sin identidad territorial.

La Constitución de 1978 traía esperanza, una luz para los sindicatos y el derecho de que algún partido político saliera de la clandestinidad, abandonando su estatus de terrorista. En su punto 1 del Artículo 22 “Se reconoce el derecho de asociación”. Se entierra la Ley General del Derecho de Asociación 191/1964, donde el asociacionismo aparece como un instrumento estatal de acorde con las normas del Movimiento nacional.
Los partidos políticos se erigieron en estandarte de la representatividad plural del pueblo. Se proclamó el sufragio activo, garantizando el voto de cualquier ciudadano y el sufragio pasivo que reconocía el derecho de los ciudadanos a presentarse en unas listas para ser votados como representantes populares.

Aún estaba fresco en la memoria histórica de España el asesinato de los abogados de Atocha el 24 de enero de 1977 por miembros tardofascistas de la Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista), enturviando la naciente convivencia democrática. La Dictadura franquista había dado paso a la Monarquía en la figura de Juan Carlos I de España gracias a la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947: una de las ocho Leyes Fundamentales del franquismo, tocante a la sucesión de Franco y reconocida por la Constitución. Un monarca que, avatares de la Historia, fue coronado por un dictador. Muchos vieron en él la continuidad de un estado burgués. La figura del rey sirvió como puente desde las instituciones franquistas a la Monarquía, debía de traer estabilidad, ayudaría al consenso y abriría el camino hacia una Democracia.

El 3 de abril de 1979, tras el refrendo mayoritario de la ciudadanía a la Carta Magna, tienen lugar las primeras elecciones municipales democráticas desde la Segunda República. Las del 12 de abril de 1931 no fueron del todo plurales, ya que las mujeres y el clero estaban excluidos del censo electoral. En octubre del mismo año, Clara Campoamor logró la obtención del sufragio femenino.

Esa mañana, más de veintiséis millones de españoles se despertaron con la oportunidad de dar un cambio al desarrollo de sus pueblos y ciudades. Eran ochomil treinta y tres consistorios los que buscaban inquilino, sesenta y ocho de los alcaldes elegidos aquel día, hoy continúan ocupando las alcaldías de sus municipios. Durante estos treinta años, el PP es el partido que cuenta con mayor número de ediles que han continuado en el cargo, un total de treinta y tres, seguido por el PSOE, con veintidós.

Las paredes de pueblos y ciudades adquirieron una nueva piel con rostros y nombres desconocidos. Habían sido invadidas por siglas, caras sonrientes y promesas electorales encaminadas al desarrollo municipal. Las banderolas de los partidos políticos que concurrían a estas elecciones colgaban de las farolas como nuevas enseñas nacionales, la maquinaria publicitaria que mueve los hilos de la política actual no agobiaba como lo hace hoy.

Los ayuntamientos se convirtieron en motor de la ciudadanía. Se encontraron con una sociedad paralizada por el aislacionismo franquista. Los ediles tenían el reto de trabajar en las infraestructuras, gestionar una labor comunal, hacer de sus municipios motores de desarrollo y crecimiento, aún se desconocía el término sostenido. Era la época del 600, de las vacaciones familiares en Benidorm, del café y faria, de las aceitunas en el bar de Honorio comentando el partido dominical.

La gente se echó a las calles en sus Citroën descapotables y Simca 1000 con los cláxones sonando también a mil. Tras la excitación del contacto libre con las urnas democráticas, vino el recuento: para unos la alegría inicial se transformó en moderación, para otros aumentó. Como hoy y siempre, todos salieron ganando. Llegó la hora de trabajar para arreglar la Historia; había que devolver la confianza a la ciudadanía poniendo las promesas municipales sobre la mesa, al servicio de todos.

El viejo profesor Enrique Tierno Galván por Madrid, Narcís Serra por Barcelona, Julio Anguita en Granada o Jon Mirena Víctor Castañares por Bilbao fueron algunos de aquellos primeros ediles democráticos que tuvieron el privilegio de tomarle el pulso a este periodo histórico. Han pasado treinta años de aquellas elecciones y sólo han cambiado las personas, los retos siguen siendo los mismos, a caballo entre el civismo y el bienestar social. Se ha ampliado el espectro lingüístico: violencia de género, inmigración, políticas sociales, sanidad online.

La época de la Industrialización ha dado paso a la era de las TIC (Nuevas Tecnologías).

Los Ayuntamientos actualmente se encuentran en el punto de mira periodístico, y en el colectivo civil, por motivos insanos. Prevaricación, cohecho, tráfico de influencias, malversación, tramas de espionaje, falsedad cometida por funcionarios públicos, son términos que están en el acta del día de muchas corporaciones municipales.

Con la llegada de la Democracia a España, y de la figura presidencial, apareció el "síndrome de La Moncloa": se entraba en ella con humildad para alcanzar la esclavitud del poder personalista, del aislacionismo, del yo y mis circustancias políticas. La Moncloa es el Ayuntamiento Nacional. ¿Vamos hacia el progreso o la mezquindad se ha apoderado de las alcaldías? ¿Los alcaldes son tolerantes o se toleran entre sí? Ser alcalde es la forma más rápida de hacerse rico en España y no se exige titulación para el cargo.

Después del poder, nada hay tan excelso como el saber tener dominio de su uso”, Richter.

¿Habría que limitar la ley de mandatos de los ediles? El Ayuntamiento es una plataforma ciudadana, no un obstáculo burocrático: con ese espíritu nació en 1979. El cineasta Berlanga supo, en su ironía, burlar a la censura franquista y criticar al Régimen con la contra-lectura de su obra. En 1961, la película “Plácido” plasmó en imágenes la tradición burguesa de poner a un pobre en la mesa por Nochebuena. Treinta años después llegó la hora de poner a un alcalde en nuestras ciudades.

 
Elecciones Generales españolas del 1 de marzo de 1979
 


JGS

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