Los aplausos han roto el cielo de la noche madrileña. Lo que fue una convocatoria espontánea en un día lleno de emoción se convirtió en un terremoto solidario. Poco antes de que Pedro Sánchez acabara su intervención anunciando el confinamiento masivo, la calle habló. Los balcones fueron el altavoz del apoyo popular hacia los sanitarios. Si les cortan sus brazos, que también necesitan recibir, esto se acabó. Si se nos caen, ¿de quién tiramos? Entonces, vivir será una tortura más que un privilegio.
Nos hemos dado cuenta de que las calles existen. Los vecinos empatizaron con la solidaridad llenos de sonrisas humanas. La vida social se lanzó a los balcones haciendo de la calle una corrala monumental. Ha dejado de ser un espacio ausente, la imagen de comunidad dejó a un lado lo privado para gritar la fuerza de la público. Los coches patrullaban el asfalto con música de claxon.
‹‹Sin salud la vida no es vida, sino sólo un estado de languidez y sufrimiento, una copia de la muerte››. Pocas personas estarán en desacuerdo con esta frase de Buda. Sin la mano de la sanidad pública, somos unos lisiados. Por eso, apoyarla significa amar la vida. George William Curtis dijo ‹‹La felicidad radica, ante todo, en la salud››, para el filósofo Ralph Waldo Emerson, ‹‹La primera riqueza es la salud›› e Hipócrates va más allá al afirmar ‹‹El paciente debe combatir la enfermedad junto con el médico››. Un coro fusionó ideologías sin límites geográficos: todos dijimos gracias, Sanidad mientras hicimos un ejercicio de automedicación con la vacuna más potente que existe: el calor humano.
Los balcones y terrazas abrieron su corazón. La noche se iluminó. El aplauso fue una terapia vecinal para quitar tensión. La ovación de ayer iba para quienes se juegan la vida en cada intervención, para el personal de urgencias, los auxiliares, conserjes, celadores, conductores de ambulancias, camilleros, acompañantes, personal de limpieza, ordenanzas, electricistas, informáticos, administrativos. Es una llamada a los políticos que no deben interpretar el gesto como pasajero. Alfredo Pérez Rubalcaba, cuando era candidato socialista a las elecciones generales del 20N, dijo del Sistema Nacional de Salud: ‹‹Es la joya de la corona de nuestro estado del bienestar››.
Las batas blancas brillaron durante momentos construidos con espontaneidad y ritmo. Junto a Madrid Río, en pleno Carabanchel, el aria final de la ópera Turandot se escuchó a todo volumen. La hormona de la esperanza se disparó mientras la piel se erizaba se ponía de gallina. Las lágrimas emotivas brotaron sonrientes. Tanta energía conectada hacia la misma causa fue un bombardeo de vida.
El afecto de las palmas dedicadas al colectivo médico, sincronizado por el cronómetro de la cohesión humana, sonó con estruendo fallero. La confianza ha sustituido a las alarmas sin bajar la guardia. Ventanas, terrazas y balcones proyectaron la voz de un agradecimiento sincero.
|
|