La segunda parte de
Get Back mantuvo el peso del recuerdo a las víctimas anónimas del conflicto armado que acabó en 1945 con
Eleanor Rigby. El solo de batería de Chris Whitten introdujo sonidos duros cargados de compás vibrante, tonos caribeños y
funkies en
Coming Up. El ritmo pausado de
Let it be consolidó la cercanía del público con
Hey, Jude. Su complicidad, dirigida por la batuta de McCartney, creó coros cuadrafónicos. El posado de
John Lennon con uniforme militar, junto a gafas y sonrisa espiritual irremplazables, invitaba al pacifismo.
El aparataje pirotécnico de
Live or let die pronosticó un final fiestero junto a la presencia inmortal del hombre del tanque que hizo frente a los blindados chinos durante las
protestas de la plaza de Tiananmén en 1989. El espectáculo exigía una dedicación enérgica a la parte técnica para sincronizar luz y sonido. No faltaron las sesiones de estudio, presumiblemente en
Abbey Road; un Paul joven con barba; caras que estaban viviendo un sueño en sus inicios de fama. Era el momento para muchachos peinados que, atónitos ante el arrastre que ocasionaban, se desmelenaban en el escenario. El Paul solista se mezcló con versiones del grupo Wings y los Beatles. La explosión que cerraba momentos inolvidables se tranquilizó gracias a la balada
Golden Slumbers, basada en un poema de
Thomas Dekker, con Linda McCartney a los teclados.
Get Back ha ofrecido una mirada al pasado surtida de imágenes de archivo.