La imaginería en 3D no siempre consigue los resultados tan esplendorosos que persigue. Jed Weintrob busca optimizar la imagen hasta la tercera dimensión, y que impacte; si no existe nada detrás de esta meta, la tarea pinta insulsa. “Scar 3D” aporta poco a los amantes del género tridimensional y no descubre nada atrayente para los novicios. Su intención de I+D cinematográfico huele más a moda que a impulso del Séptimo Arte. Las proyecciones en 3D se están convirtiendo en hábito, arramplando con el vasto mercado que se abre ante sus ofertas con el espectador como conejillo de indias en otra macabra manipulación. |
|
“Scar 3D” persigue un terror manchado por sadismo sangriento que fluye desbordado, procedente de especímenes practicando el “torture porn”, aspecto que la aúpa unos peldaños sin alcanzar la cumbre del elogio. Las aportaciones sanguinarias juegan con el impacto visual en un intento de atraer la atención el público, dejando al miedo en un rincón castigado. |
|
|
|
|
|
Este estilo de proyectar, y entender, cine convierte a sus películas en una experiencia codiciada. Weintrob juega con la innovación que terminará convirtiéndose en norma para ofrecer una historia sosa destructora de todas las expectativas que el espectador ha podido depositar en ella.
Su desarrollo en el tiempo es bidimensional, jugando con los flashbacks que sacan lo mejor de ese torture porn. “Scar 3D” se alimenta del asesino en serie capaz de replicarse y la devoción alumno-maestro presente en todos los maníacos frustrados que desatan su ira en el crimen. |
|
Los flashbacks tienen entidad gracias al gore de sus imágenes que revelan el lado psicótico del ser humano. Una baza bien aprovechada por Ben Cotton (Ernie Bishop), un boina negra que juega con las vidas de sus prisioneros. Bishop es un escaparate del sadismo humano, lo que le convierte en la pieza interesante de ”Scar 3D”. Una mayor recreación en él, y su terror más psicológico que visceral, hubiese encumbrado a la cinta de Jed Weintrob. El análisis sobre el por qué de estos comportamientos pasa de refilón bajo un argumento manido. |
|
Verla sin gafas 3D, en la dimensión real del ojo humano, resalta el aire terrorífico que la tecnología ha minimizado. Aparecen imágenes desdibujadas entonadas con la trama que se desarrolla y que contribuyen a crear un clima dramático: incitan más a la imaginación del espectador que la limpieza 3D. El argumento se fusiona mejor con la idea de terror, convirtiéndola en inquietud inteligente y esepectante. Alguien dijo que una imagen distorsionada agudiza la mente de su descubridor, “Scar 3D” llama a esta rebelión contra la nitidez tridimensional. |
|
Lo actoral brilla por su ausencia salvo los comportmientos enfermizos de Ben Cotton (Ernie Bishop) y Devon Graye (Paul Watts), lamentando la floja actuación de Angela Bettis (Joan Burrows), desganada en este papel. |
|
|
|
|
|
Falta de dramatismo y poca convicción enlatadas en una cinta casera. |
|
|
|
|
|
La
revista Photomusik no se hace responsable
de las opiniones de sus colaboradores
expuestas en esta sección.
Texto: www.photomusik.com
©
|
|
|