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CINE Y ESPECTÁCULOS
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UN THRILLER DESIGUAL
Película "Sin rastro"


J. G.
(Madrid, España)

Sin rastro
  Ficha Técnica Banda sonora
Intrascendente en su contenido e interesante en la técnica. La nueva interpretación de Amanda Seinfield es un intento por hacerla resurgir de sus cenizas después de "Nine Lives" y la polémica "Chloe". El tema del psico thriller se presta al juego de la manipulación formal. “Sin rastro” hace gala a su título: no es una película que deje marca, tampoco desearemos colocarla en nuestra filmoteca particular. El amante del cine raro puede optar a ella ya que, a pesar de sus deficiencias, no se trata de una cinta vulgar. Lo positivo y lo negativo caminan de la mano en una acción que no decae; mantiene el interés despierto para rematarnos con un final seco y poco imaginativo. Lo mejor, su continuidad detectivesca; lo peor reside en la inmadurez de un producto que no aporta iniciativas canallescas y eso que el entorno se presta desde el comienzo. Gajes del oficio en una lección que Heitor Dhalia (“Nina”, 2004) no debe olvidar para su próxima cinta.
 
Amanda Seyfried como Jill Parrish (en primer plano) junto a su hermana  
Sin rastro
Más que las entrañas de la historia contada, “Sin rastro” sale a flote por la trama que existe entre sus personajes y el entorno paisajístico. Sin comerlo ni beberlo, la neurosis persecutoria que parecía ser sólo patrimonio de Jill (Amanda Seyfried) es compartida desde la distancia con el resto de los personajes (policías incrédulos que intentan anteponer la razón de los hechos al beneficio de la duda). Una desaparición enigmática, como suelen ser la mayoría que no reflejan alma de secuestro, vuelve locos al cuerpo policial, intentando dar caza a la chica desesperada en vez de seguir las pistas del culpable que anda suelto. Ella cuenta con los antecedentes negativos de un trastorno psíquico que enfanga sus palabras. Se convierte en justiciera solitaria, investigadora autónoma que va tras la pista del acosador fantasma. Entretenimiento falto de emoción lo suficientemente bien llevado como para no descuidar nuestro interés.
La frialdad del secuestro sin secuestrador conocido se mezcla con la frialdad de la búsqueda pesonalista por parte de una víctima incomprendida. La lógica policial hace que Jill se convierta en una mujer desconfiada, solitaria y agresiva en su búsqueda. ¿Obsesión o reto? “Sin rastro” nos conduce por el camino del thriller al encuentro del culpable. La venganza toma cuerpo final.
Policías de 'Sin rastro'  
Sin rastro

El pasado renace este mundo como psicosis asesina. Soledad. Thriller poco consistente que aguanta el tipo como gato panza arriba. La parquedad de los diálogos no regala ningún apunte dramático en sus palabras; son escuetos. Los personajes caen en la flojera policíaca mientras que Jill se mantiene con el aire de villana rebelde. Gracias al montaje de John Axelrad ("Un pequeño cambio", 2010), que proporciona cierta adrenalina sostenida, “Sin rastro” no se hunde en el olvido mudo: de ahí su particularidad. Quiere despertar recuerdos a “El silencio de los corderos” con escenas boscosas de intriga atractiva. Gracias a la fotografía de Michael Grady ("Con derecho a roce", 2011; “Notorious”, 2009), el entorno adquiere un protagonismo superior a los personajes; convirtiéndose en un elemento básico para que “Sin rastro” sea calificado de thriller a medio camino entre el interés y la apatía.

J. G.


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