Jennifer Aniston marca tendencia: se desembuelve como pez en el agua dentro de la comedia banal. Es una actriz que acapara la comodidad asegurada por papeles melosos de aburrido continuismo. La nueva comedia que produce Judd Apatow, genio de la sonrisa facilona convertida en taquilla, es un más de lo mismo; un recuerdo transitorio de épocas mejores, perfumado por aire pseudo hippy, dentro de una comuna con signos de embriaguez liberal.
Paul Rudd Y Jennifer Aniston protagonizan “Sácame del paraíso” sin aportar nada nuevo a sus papeles; comparten cámara, bajo aventuras y desventuras, trece años después de haber trabajado juntos por primera vez en la película independiente “Mucho más que amigos”. La cinta de David Wain los enfunda en personajes salvables para un argumento mediocre: canción desganada que pretende rejuvenecer los años dorados del amor libre y el nudismo sin provocar.
No se les puede criticar nada porque se sabe lo que hay detrás de este producto chapucero, abusivo con un lenguaje soez e innecesario. Se trata de una dedicatoria al público poco exigente.
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Sufren las consecuencias de acoplarse a la cultura del ladrillo caro, amparados sobre unos trabajos que creían indefinidos. Los giros de vida convierten a George y Linda, exponente de la joven sociedad ilusionada con su economía saneada, en militantes del paro, algo sobre lo que la juventud actual puede escribir tratados.
La vida no les trata tan mal al ofrecrles una segunda oportunidad, bajo techo, para cambiar. La casualidad les conduce a una comuna neo hippy, sin más reglas que las que te impone un sentido común regido por la apetencia liberal. El de Elysium es un mundo sin tecnologías, una amalgama de pringados utópicos; ejemplo de almas imitadoras. Es una secta que huye del vacío materialista con chamán (Justin Theroux) y reliquia espiritual (Alan Alda) incluidas, la figura más lograda de este paquete pretencioso.
“Sácame del paraíso” hace gala de una rebeldía descafeinada. |