La palabra idónea que define esta animación para todos los públicos es dinamismo. La novela de
Alejandro Dumas es ejemplo de que el tiempo revaloriza los clásicos literarios. La tecnología ayuda a ajustar el formato tradicional al espectador moderno. Desde que
David Hand dirigiera, en 1936, el
cortometraje Los tres mosqueteros ciegos como primera adaptación al dibujo animado, el texto escrito se ha ido incorporando a formas expresivas nuevas. Si el escritor francés levantara la cabeza, se divertiría con la adecuación más reciente de su obra.
El movimiento no se aparta de la película gracias a una música que se integra como elemento diegético. Sin ella, la fuerza decae; gracias a su presencia, coge músculo emprendedor. Los elementos belicosos, centrados en la hazaña defensora del bien, se conjugan con la lealtad y el humor. En ningún momento la tragedia aparece vestida de negro sino que, gracias a D'Artacán, forma parte de un conjunto alegre y riesgoso. Es el centro de la trama sin acaparar atención heroica.
Aunque el final sea conocido, el transcurso de los acontecimientos, también sabidos, aportan gramos de diversión gimnástica y aventurera.