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HORROR EN HALLOWEEN
(La Thriller Music Park acabó en catástrofe por negligencia humana
en Madrid Arena)

J. G.
(Madrid, España)

Thriller Music Park

Lo que, por desgracia, ha ocurrido en el recinto Madrid Arena no tiene nombre. Este mega local de ocio se ha convertido en ratonera mortal para inocentes. Las ganas desmedidas de un botarate por hacerse de oro a costa de la juventud transformó la fiesta musical en velatorio lleno de lágrimas y odio. Dolor que la justicia se encargará de contener y pasar por alto tras hacerse la foto de rigor donde dirigentes políticos pondrán el careto para, más adelante, no volver a dar la cara. Música fúnebre para una hipócrita consolación. Se aplicará eso del “si te he visto no me acuerdo” mostrando serenidad política (porque la tragedia humana se convertirá en ensañamiento político). Desempolvarán de su lenguaje aquello de "remítanse a las hemerotecas" y actuarán siguiendo a "dónde dije digo, digo Diego". Se irá marginando a las víctimas en sus disquisiciones platónicas.
Maldito país plagado de formales chupatintas que se comen micrófonos para cantar sus parabienes y se esconden de ellos cuando se les pide responsabilidades. No saben dar la cara, ¿continuará la tónica?

¿Qué ocurrió en Madrid Arena la noche de Halloween? ¿Se culpará al botellón como co-autor inmaterial de los hechos? ¿Pondrán precio a su cabeza? ¿Por qué, por qué, por qué? (sin parodiar a Mouriño). ¿Alguien tendrá las narices de ponerse a disposición del pueblo? Todos se someterán a las reglas del juego político: la presunción de inocencia, investigaciones bajo veto del poder mayoritario y, si existen acusados, recurrir la sentencia del tribunal.
¡Malditas fiestas multitudinarias! gritarán muchas madres asustadas y nerviosas; ¿quién me devuelve a mi hija? reprocharán otras, con dolor y razón. Nada concreto se conoce, existen abanicos de hipótesis sobre el origen de la catástrofe. Algo parece cierto: masificación y descontrol. Se desprende un olor fétido del futuro, el colapso se mascaba entre el sudor electrónico de unos escombros con sabor a tragedia humana. ¿Negligencia, trato de favor, avaricia? Todo menos la mala suerte se confabuló en el recinto ocioso transformado en trampa macabra. La música se volvió a teñir de negro y muchas voces comienzan a satanizar estas macrofiestas. El sonido de Steve Aoki quedó en segundo plano.

El problema no radica en que las personas se junten en eventos multitudinarios para pasarlo bien sino en quién ha tomado la responsabilidad de controlar dicho acontecimiento. El promotor que se lucra con el ocio ajeno tiene parte de responsabilidad, las autoridades (dueñas del local Madrid Arena) han de saber si es apto o no para estas celebraciones. Miguel Ángel Flores, dueño de Diviertt, se excedió en el aforo permitido. Por lo visto, la gente había entrado en avalancha; se habían abierto puertas que no sirven como entrada sino que lucen el distintivo exit. ¿Reír o llorar? Reír con sorna ante la encefalitis de este individuo o llorar por su falta de compasión. Hablan de los carniceros nazis bajo Hitler, Flores llevó a sus víctimas camino del matadero sin preverlo pero arriesgando sus vidas. Madrid Arena se convirtió en el espejo ocioso de Auschwitz -Birkenau. El propietario de la empresa Diviertt, visto lo ocurrido, ¿no planeará escaparse al extranjero?... como el automovilista que se da a la fuga cuando no hay nadie a su alrededor. La diferencia estriba en que aquí han quedado muchos testigos de sus infracciones. ¿Les dejará hablar la Justicia como se merecen?, ¿habrá oscuras tramas que le protejan legalmente o enmarañen el hilo con subterfugios políticos? porque esto huele a politiqueo que se maquillará de humanitarismo cínico.

No es momento de hablar con números si traspasamos lo informativo. Pánico y aplastamientos nos son las palabras con que debamos definir la tragedia del Madrid Arena; hablemos de responsabilidades políticas, condenas y testimonios exentos de color partidista y de mayorías absolutas que puedan ocultar lo ocurrido en una posible comisión investigadora. Que hablen las cámaras de televisión que grabaron la tragedia y que no se tiren piedras a otro tejado. Los macrofestivales no son excusa para abusar de la concentración popular. La política está involucrada en el suceso, seguro. Si hubiera sido un éxito, más de un dirigente se habría puesto una medalla como estandarte de su excelencia hacia los jóvenes; cuando se cierne la desgracia, viene la callada por distintivo. Ojalá no se confunda el rigor por la mano larga; la valentía por el miedo y la verdad por la manipulación.
Una noche de horror, thriller y pesadilla.

 

 

J. G.

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