La música no siempre es sinónimo de negocio. En momentos de crisis, tanto económica como sanitaria, ofrecer un concierto gratuito tiene una lectura doble: supervivencia y no caer en el olvido. Nunca ir en contra de la industria musical. Y es que el cuarteto Ksora se desmarca del circuito mercantil que el producto sonoro genera. Las palabras de su vocalista, Ricky, a las que se suman el resto de componentes progresivamente, descubrieron una comunidad para la que lo primero es vivir y en segundo lugar, y no menos importante, está el rock and roll. Los fines de semana cambian el mono de trabajo por un atuendo más informal.
Es momento de que los instrumentos hablen y la voz de Ricky tome la sala con ímpetu y nocturnidad luminosos. Aunque se presenten como tal, Ksora no es una banda de tributos, no ha consagrado su talento a reproducir las voces ni los textos de los creadores. Su entrega persigue mantenerlas vivas y alimentar la potencia del sonido duro español. Los de Aranjuez dejaron claro, desde los primeros acordes, que esta era una noche con músculo batallador mientras calentaba un ambiente que se envolvía, poco a poco, en notas duras y peleonas. La velada enérgica prometía no dar tregua gracias a estos discípulos de Nacha Pop, Héroes del Silencio, Marea, los Rolling o Nirvana. Las velas de su nave acústica estaban tatuadas con títulos emblemáticos. Las echaron al viento salvaje para no arriarlas hasta el huracán final, se lanzaron al agua sin bajar la intensidad de su navegación recta, en cuyo cuaderno de bitácora se leía ‹‹todo va bien››.
La mezcla de contenidos propios y ajenos tuvo chispa y ritmo, no sonó repetitiva, aportó frescura a una actuación lozana. Este juego engrosó el atractivo de un repertorio generoso formado por 22 canciones, de las cuáles 13 fueron versiones. Y esto el público lo agradeció. Ksora no se limitó a cantar para dar espectáculo y contentar los oídos de consumidores en barra, también satisfizo a otros, entregados al baile. La cosecha particular ofreció la entrada delicada de ¿Qué podría salir mal? o electricidad en Directo al fracaso, trallazo que alude a su segundo larga duración, frente a puñetazos como So payaso (Extremoduro), No hay tregua (rBarricada) o Vicio, de Reincidentes. El bajista Gus supo capturar su empatía, saltó del escenario para integrarse entre una audiencia receptiva. La batería de Pablo siguió el compás con agilidad. El grupo contagió su alma incendiaria sin necesidad de esparajismos, rezumó vida. No se trata de una formación primeriza, sino que se acerca a la idiosincrasia indie y sonoridad clásica. Tampoco es una gramola con cuerpo humano. Todos se implicaron en su actuación sin vomitar estrofas, se fundieron en ellas. Ksora es cercanía. La instrumentación estuvo cercana a la caña vallecana o la mala leche de un obús atómico. Sí, Ksora es modestia envuelta en la eso la fuerza arrolladora de una actuación atrevida y directa.