A LOS VOLUNTARIOS INTERNACIONALES
(DESPEDIDA)
ARTURO SERRANO PLAJA

Adiós, hermanos nuestros.

Locomotoras tristes os esperan
con un sonido ronco en los andenes,
y muerden las sirenas de los buques
el aire palpitante de los puertos
con desgarrado llanto y os reclaman.

Subid, subid a bordo.

Sois dignos de los mares, hombres puros.
Los viejos marineros os saludan,
desde su grave estirpe concentrada
en horas de remotos sufrimientos
y abandonado tedio navegante,
con encendido orgullo en la pupila.

Subid, subid a bordo.

España os ve partir hacia otros mundos
como esas madres nuestras que os han visto,
con una oculta peña entre pañuelos
y mantones de luto, gravemente,
desde la pobre puerta de su casa,
partir hacia el combate a defenderlas.

Adiós, adiós, hermanos,
nobles hermanos nuestros en la sangre.

Vosotros, alemanes perseguidos,
demócratas noruegos de ojos claros,
checoslovacos puros,
austriacos desterrados hace tiempo.
Vosotros los franceses
de atropellado júbilo impetuosos,
los chinos de impasible
y apretado calor de independencia.
Los que enarbolar, dignos de Inglaterra,
su nombre y apellido aquí en España,
dignamente luchando,
muriendo libremente.

Y vosotros también los italianos,
los que no sometidos, combatiendo,
claváis el pabellón de vuestra Italia,
venerable y antigua,
frente al triste rebaño degollado.

 

Escuchadla, vosotros
y vosotros también, hermanos nuestros
legítimos de sangre y de mirada,
hijos del continente americano,
hombres libres de América del Norte,
mexicanos purísimos de raza,
mulatos despreciados
y negros ofendidos.

Y vosotros, cubanos, y vosotros
argentinos con viento de la pampa,
callados uruguayos,
maltratados chilenos.
Todos, todas las razas
todos los pueblos, todos
los claros corazones verdaderos,
los que han sufrido pena y amarguras,
los que llevan su historia en su mirada,
todos habéis pisado nuestra tierra.
Habéis sido el asombro solidario
de nuestros pobres pueblos silenciosos.
Habéis montado guardia en las aldeas,
habéis partido el pan con nuestros niños
y habéis vertido la sangre con nosotros.

Y España. ¿Qué os ha dado?
Tristeza polvorienta en los caminos,
amarga soledad, melancolía,
barro mordido, piojos,
y un sonido de pólvora en los montes,
de cólera en los llanos,
de rabia calcinada en las ciudades.

Y además os ofrece
-por eso sois hermanos-
un orgullo profundo,
una piedad templada, de varones,
y una crecida muerte, como un toro
que calma su poder en su agonía:
¡La muerte merecida en la batalla!

Y vosotros, polacos,
búlgaros y daneses clandestinos,
belgas, suizos o griegos,
humillados judíos,
hombres que habéis venido atravesando
fronteras para pobres
barreras y montañas y países
que oponen sus guardianes cancerberos
a vuestra sed sin puertas,
a vuestra frente limpia,
a vuestro corazón esclarecido,
escuchad, habla España.

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