ENTREVISTA A OLIVIER BAROUX
Director de la película "Quiero ser italiano".


Pregunta: Inspirándose en una realidad social, “El italiano” es una película diferente en su filmografía.
Olivier Baroux: Kad y yo teníamos ganas desde hacía tiempo de encontrarnos en una comedia cuyo tema nos proporcionara un poco de "fondo". Sin llegar a hablar de "comedia social", digamos que soñábamos con una película que nos permitiera mostrar algo diferente, sin olvidar el humor, que es nuestra razón de ser desde el origen.
Cada uno buscó por su lado hasta recibir un guión firmado por Nicolas Boukhrief y Éric Besnard, sobre las dificultades actuales de ser un francés proveniente de la inmigración.


P.: ¿ Su versión inicial era bastante diferente porque era más bien realista, no?
O. B.: Nicolas Boukhrief no viene de la comedia, pero él y Éric Besnard tuvieron la delicadeza de suponer que sabríamos pasar el tema a un registro más ligero.

P.: ¿Cómo ha ido el trabajo de reescritura?
O. B.: Al principio necesité desbrozar lo esencial, para sentir que me adueñaba de la película: el personaje principal (director de colegio) no jugaba a ser el italiano perfecto, pero se hacía pasar por un buen francés, a veces hasta la caricatura. Sin duda demasiado, porque llegado un momento, para no perder prestigio frente a sus colegas, adoptaba actitudes racistas y la película no resultaba divertida para todo el mundo. Como quería tener la cabeza fría, di a leer el nuevo guión a Kad y me dijo "¡imposible!” ¡Por lo menos, era franco! (Risas) Es la ventaja de conocerse bien. Me sumergí en el trabajo, consistente en optimizar el guión original e integrar las observaciones de Kad.

P.: ¿Hasta qué punto el personaje de EL ITALIANO se parece a Kad y a lo que pudo vivir antes de ser conocido?
O. B.: Pienso que Kad sufrió menos que su padre con estos problemas cotidianos de discriminación que conocen los franceses nacidos de la inmigración, ya sea magrebí o africana. Contrariamente a Dino en la película por ejemplo, Kad no consideró necesario cambiar de nombre para hacer olvidar sus orígenes. Se quitó una sílaba, lo que es un matiz, un pequeño acuerdo con la realidad que me parece interesante. Por eso, jamás se dejó encerrar en un papel. Cuando Kad me contó cómo y por qué su padre se había hecho llamar Rémi toda su vida, me pareció increíble. Entonces rascando un poco, nos damos cuenta de que muchos hombres de su generación hicieron lo mismo, optando, en un momento dado, por un nombre francés, porque era más sencillo para las entrevistas de trabajo.

P.: Exactamente esa es la actitud que escoge Dino en la película.
O. B.:
Mientras luchamos contra la enfermedad de nuestro hijo, Valérie escribió un diario. A partir de este material informe, intentamos sacar una estructura, un poco como si adaptáramos para la gran pantalla un intercambio de cartas. El gran reto fue alejarse de los hechos, pasar a la ficción. Pero lo conseguimos porque teníamos un objetivo: deshacerse de lo malo para compartir lo bueno.
Al terminar el guión, teníamos la impresión de haber escrito una película de acción. El productor, Edouard Weil, lo entendió inmediatamente y formó parte de la dinámica. Nos apoyó desde el principio, fue un productor de ensueño. La escritura y la preproducción fueron muy rápidas; tardamos menos de un año en hacer la película.

P.: La película subraya también el peso y la importancia de la religión, ya que en un momento determinado, Dino, para complacer a su padre, decide seguir al pie de la letra las reglas del Corán. ¿Cómo ha abordado usted este aspecto?
O. B.:
Stéphane Ben Lahcene nos ayudó a ser lo más justos y creíbles que se pudiera en todas las escenas en donde se ve a Dino rezar e intentar seguir el Ramadán.

P.: Las escenas de oración están impregnadas de una bella solemnidad y le ofrecen a Kad algunos momentos de emoción pura. ¿Cómo gestiona Kad Merad la emoción?
O. B.:
Muy simplemente. Ya que Kad daba una importancia particular a aquellas escenas que había trabajado con un coach para estar dentro de la más absoluta veracidad protocolaria.
Esto nos valió una sana bronca cuando le dije que quería rodar la oración en la terraza, de madrugada. Me dijo "¡ni hablar, la oración es dentro! " Le dije que en nombre de la belleza del plano, se podía saltar un poco la ortodoxia; y, de hecho, utilizamos los dos.

P.: ¿Es usted creyente?
O. B.:
Ni creyente, ni practicante, lo que no me impide tener el mayor respeto por la religión practicada mayoritariamente por gente tolerante. En las escenas en donde Dino consulta al Imán y encuentra a un fundamentalista, nos reservamos el derecho de ser más ligeros, como lo habríamos sido con cualquiera de nuestros curas.

P.: ¿En qué momento de su vida se dio cuenta de que nuestra sociedad era una sociedad pluriétnica?
O. B.:
¡Bastante tarde, de hecho! Crecí en Normandía, en los años 70 y no tuve ningun amigo magrebí antes de Kad, ¡Imagínese! (Risas). Si no me equivoco, en una época, en Caen, recuerdo haber tenido un compañero africano, pero era en una escuela privada y su padre era diplomático… ¡Realmente, poco representativo! De hecho, descubrí que algunas comunidades poblaban barrios enteros ya muy tarde, cuando llegué a París a principios de los 80.

P.: ¿Cómo se sitúan los otros actores entre Kad y usted?
O. B.:
En definitiva, Kad es con quien charlo menos. Hablamos tanto al principio (va ya para veinte años) que en el plató vamos a toda velocidad. Paso más tiempo con los otros actores.

P.: Sabemos la importancia que tiene la religión en la vida de Roland Giraud. ¿Le ha hecho compartir su filosofía?
O. B.:
Roland me explicó que era protestante y me impresionó especialmente su sentido del perdón; esa fuerza inaudita que tiene y que le permite continuar viviendo.

P.: ¿Quedará “El Italiano” como una película a parte en su carrera?
O. B.: Sin duda. Si es tan importante es porque sé que va a tocar muchísimo a la familia de Kad, a su padre en particular. Ardo en deseos de ver cual será su reacción en el preestreno en Marsella. EL ITALIANO es una película que nos acerca a Kad y a mi, en lo que se gusta, que es: hacer reír y emocionar.
Por añadidura, no todos los días se hace una película en directo con la vida cotidiana haciendose eco de un debate reciente sobre las cuestiones de identidad.


P.: ¿Puede ser vista la película como su contribución a ese debate?
O. B.: No. Yo he hecho una comedia con un fondo social que permite deducir cuál es mi posición con relación al tema. Pero si El ITALIANO ayuda algo, aunque sea un poco, al público a alimentar su propia reflexión sobre el tema, tanto mejor.


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Texto: A Contracorriente ©

 
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