ENTREVISTA A DENIS PODALYDÈS
Nicolas Sarkozy en la película "De Nicolas a Sarkozy".


Franck Garbarz: ¿Cuál fue su primera reacción cuando se le propuso dar vida a Nicolas Sarkozy?
Denis Podalydès: Un entusiasmo inmediato. ¿Por qué? El gusto por las películas políticas. Hacía años que esperaba encarnar a un político, real o ficticio. La política es un formidable campo de juego y de situaciones que el cine francés no ha explorado demasiado. En el extranjero, un considerable número de películas han mostrado el camino a seguir: The Queen-La reina (The Queen, 2006); Il Divo (Il Divo, 2008); o W. (W. 2008), recientemente. Que se trate de Sarkozy, un presidente en ejercicio, por el momento no me molesta, ni tampoco ha mermado mi entusiasmo. Incluso al contrario. Es el anhelo de actuar el presente, en el presente. El deseo de acercarse al interior de ese personaje desconcertante que resulta Nicolas Sarkozy, se esté o no de acuerdo con él.

F. G.: ¿Ha tenido necesidad de documentarse? ¿Visionar imágenes de archivo con el fin de estudiar al «personaje»?
D. P.: Sí, he atendido el procedimiento habitual en este tipo de papeles: escuchar la voz, visionar los documentales existentes, los reportajes, la cantidad ingente de imágenes…, un material que se hace casi infinito. Y luego, dejar que el personaje venga, sumergirse, dejar que la figura vaya tomando poco a poco su lugar, sin forzar el trabajo. No se quería crear necesariamente una copia, un doble exacto de rostro, voz, actitud y movimientos, sino crear un aire familiar, una figura que fuera totalmente yo y totalmente —o casi— Sarkozy. He leído una respuesta bella de Depardieu a una cuestión parecida: «No hay que hacer nada, hay que dejar que se deslice». Cierto que no se estaba refiriendo a un papel de composición, pero creo que también se hace necesario, incluso al querer dar vida a alguien como Sarkozy, «dejar que se deslice» para dar la sensación de que el actor y el personaje son libres.

F. G.: ¿En general, se interesa por la política?
D. P.: Sí, mucho. Leo la sección de «política» de la prensa como si fuera una larga telenovela por entregas diarias. Hay épocas apasionantes, a veces angustiantes, como ahora mismo.

F. G.: ¿Puede uno apropiarse de un personaje como Nicolas Sarkozy?
D. P.: Hay que intentar no tomar partido, inhibir al ciudadano que vota y juzga que está en uno mismo. Más bien hay que buscar el lado físico, el animal político que es Sarkozy, hacerlo vivo, vivaz, rápido y misterioso. Y divertido, que lo es. Tiene mucho sentido del humor comparado con muchos otros políticos.

F. G.: ¿Cómo ha trabajado la voz?
D. P.:
Por impregnación lenta. Repitiendo una y otra vez ciertas frases. No oculto un cierto trabajo imitativo, pero que procede del interior, por así decirlo. He dejado que surja la voz sin forzarla, he buscado antes la exactitud del ritmo que la exactitud del timbre.

F. G.: ¿Cómo estar seguro de que se evita la caricatura o el pastiche?
D. P.:
Se requiere tiempo, atención, paciencia. Escuchar y observar mucho. Estuve viendo determinadas emisiones televisivas como en bucle, igual que si escuchara un disco: «Cien minutos para convencer», con Arlette Chabot, por ejemplo. Y jamás observar ni escuchar a los imitadores. En ocasiones, incluso suprimir el sonido y tan sólo observar los cuerpos. O por el contrario, sólo escuchar la voz. Ignorar el contexto inmediato de las elecciones presidenciales. También imaginar, improvisar situaciones con el personaje. Distanciarse poco a poco de un realismo estricto. Al fin y al cabo, se convierte en un personaje de ficción en la película.

F. G.: ¿Necesitó un mínimo de empatía para con él, abstrayéndose, por otro lado, de las opiniones políticas que usted tenga?
D. P.:
Sí, pero de cierta manera; me identifico con los políticos fácilmente. Me interesan tanto si son de derechas como de izquierdas. Él me ha interesado siempre, con independencia de que haya votado siempre a las izquierdas, sin un particular estado de ánimo al respecto.

F. G.: En ocasiones, «su» Sarkozy evoca a un personaje shakespeariano, una especie de Rey Lear, ora grandioso y patético, ora emotivo y odioso…
D. P.:
Shakespeare es el autor más grande de dramas políticos. Sus personajes han influido todo el teatro que se aproxima a estas cuestiones, y también el cine, que no ha escapado a esta influencia. A veces, pienso en RICARDO III, cuando vengo de actuar en RICARDO II.

F. G.: ¿Le ha ayudado el vestuario a meterse en la piel del personaje?
D. P.:
He disfrutado particularmente del trabajo del diseñador de vestuario Jurgen Doering, que me llevó a un sastre del octavo distrito de París, donde se visten ciertos políticos, y donde encontramos los trajes. También rindo homenaje al talento prodigioso de Dominique Colladant, maquillador, con el que hemos logrado el rostro —maquillaje y peluca—; así como a las personas que han asegurado el seguimiento.

F. G.: ¿Está usted de acuerdo en que existe una proximidad entre la vida política y el teatro?
D. P.:
Sí, por supuesto. Está próximo, pero no es idéntico. El presidente, cuando se acuesta, sigue siendo el presidente. El actor, cuando se acuesta, ya no tiene nada que ver con su personaje. Hay que tomar distancia cuando se trata de los parecidos entre el teatro y la política, o el teatro y el cine. Puede que para el teatro sea halagador, pero también refuerza la idea de que en política todo es mentira.

F. G.: ¿Cómo ha trabajado con Xavier Durringer?
D. P.:
Hubo una gran libertad de trabajo. Se ha recurrido a los planos secuencia. Había disposición para la improvisación, para las distintas opciones. Un sentido del ritmo y de la comedia. Un acuerdo unánime ante los retos y los métodos de trabajo. Progresábamos juntos y confiados mutuamente, divirtiéndonos y apasionándonos. Xavier posee una energía sarkoziana, no sarkozista, ¡aclaro!

«¡Jamas! Me han endiñado esta historia para impedirme
la presidencia de la UMP.
Pero un día, encontraré al cabrón que ha organizado este asunto, y
acabará colgado de un gancho de carnicero.»
Nicolas SARKOZY


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Texto: Franck Garbarz ©
 

 
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