ENTREVISTA A JAMES HUTH
Director de la película "La felicidad nunca viene sola".


Pregunta: Tras haber probado distintos tipos de comedia, ¿qué le hizo lanzarse a la comedia romántica?
James Huth: Soñaba con hacerlo desde hace mucho tiempo, y mi mujer, con la que he escrito el guión, ¡desde hacía más tiempo aún! Sin duda fueron las ganas de hacer una película muy optimista sobre el amor.

P.: ¿Existe algún código para escribir una comedia romántica?
J. H.: Sí, pero afortunadamente es flexible. Por lo general, las parejas tardan toda la película en encontrarse y quererse. Nosotros queríamos que los personajes se conocieran al principio. Dos seres que se encuentran y lo que sienten les supera. Es evidente: ella es la mujer para él, él es el hombre para ella. Pero sigue siendo una comedia romántica, y la pregunta es: ¿cómo van a conseguir amarse cuando todo parece ir en contra? Pero sabemos que al final estarán juntos. Yo he crecido con las películas de Capra y de Cukor, que te enseñan que la vida es bella y que todo el mundo tiene algo bueno.

P.: LA FELICIDAD NUNCA VIENE SOLA encaja perfectamente en la línea de películas de las llamadas feel good.
J. H.: Ésa era nuestra apuesta, y espero que lo hayamos logrado... El mensaje es que todo es posible. Una mujer puede encontrar a un hombre que la quiera a ella y a sus tres hijos. ¡No todos los hombres son unos cobardes que salen corriendo a la menor dificultad!

P.: ¿Cómo fue la experiencia de escribir el guión con Sonja Shillito, su mujer?
J. H.: Nuestro punto de partida era que el amor existe y el hecho de que un hombre soltero conozca a una mujer con tres hijos. Nosotros habíamos vivido eso. Luego nos sumergimos en la ficción para crear una comedia romántica. ¡Y fue muy agradable escribirla, algo que no suele suceder!

P.: ¿Es más fácil escribir en pareja?
J. H.:
¡Es un infierno! Escribir es sin duda lo más difícil. Nosotros nos conocimos trabajando en guiones, y nos casamos porque pasábamos mucho tiempo escribiendo juntos. Tenemos culturas diferentes y sensibilidades opuestas, así que cuando los dos estamos contentos con una escena es posible que le guste a una tercera persona. Yo soy matemático y eslavo, y ella es literata y anglosajona.

P.: Cuando se prepara una película que trata sobre una pareja, ¿ya se escribe pensando en los actores?
J. H.:
¡En absoluto! Intentamos escribir el mejor guión posible y rezamos por encontrar a unos actores que nos permitan materializar ese proyecto. Las comedias románticas que me hacen soñar son las que tienen un encanto añadido aparte del guión, esa magia que nace de los actores. Esas son las películas que perduran. Katherine Hepburn y Spencer Tracy podían hacer cualquier cosa, porque la gracia eran ellos.

P.: ¿Cuáles son sus cinco comedias románticas favoritas?
J. H.:
Íntimo y personal, El secreto de vivir, El bazar de las sorpresas, Notting Hill, ¡y todas las películas de Katherine Hepburn y Spencer Tracy! Aunque mis películas preferidas son las que cuentan historias de amor idealistas: Candilejas, Un lugar en el sol, Espartaco, Las zapatillas rojas, Cuando pasan las cigüeñas, El manantial...

P.: Reunir en la pantalla a la actriz y al humorista favoritos de los franceses es el sueño de muchos directores y productores. ¿Cómo lo consiguieron?
J. H.:
Empezamos por el personaje femenino. Queríamos a una actriz que pudiera reflejar esa humanidad, interpretar a una madre de familia, ser glamurosa y tener una verdadera vena para el slapstick. ¡Soñábamos con Sophie Marceau! Me puse en contacto con ella a través de su agente, le hablé del proyecto y, cinco días más tarde, tenía una cita con ella. Todavía no salgo de mi asombro... Siempre he soñado con rodar con ella. Cuando la conocí, hablamos del guión, y ella me preguntó enseguida en quién había pensado para el papel masculino. Fue Sonja quien pensó en Gad tras despertarse de un sobresalto a las cinco de la mañana. Queríamos una elección sorprendente pero certera. No tienen nada que ver entre ellos, y sin embargo están hechos el uno para el otro.

P.: ¿Y enseguida le propusieron el guión a Gad?
J. H.:
De hecho, ¡habíamos escrito el papel de un pianista sin saber que Gad tocaba el piano! Cuando le mandé el guión, estaba rodando en Estados Unidos con Adam Sandler y Al Pacino. Me llamó enseguida para decirme que haría la película. Me confesó que siempre había soñado con trabajar con Sophie Marceau. Me encantó desde el momento en que le conocí. Sabe hacer de todo, y el personaje de Sacha nos ha permitido sacar a la luz lo completo que es como artista. Durante el rodaje, nada era imposible para él. Usaba su buen humor como recurso para concentrarse, era un espectáculo contínuo.

P.: ¿Cómo fue trabajar con Sophie Marceau?
J. H.:
Es como una estrella de cine americano y una bellísima persona al mismo tiempo. Es muy profesional, comprometida y tiene una gran capacidad de concentración. Es una curranta de pies a cabeza. Todas las escenas bajo la lluvia helada, o cuando tenía que tirarse por el suelo, las hizo ella misma. Nunca usó una doble en la película. ¡Es una pasada! Además, es una persona alegre a la que le gusta reírse, y creo que se divirtió con todas esas dosis de slapstick. Y, para colmo, ¡cada día está más guapa!

P.: ¿La complicidad entre Sophie y Gad fue inmediata?
J. H.:
Al principio pasé un tiempo con ellos por separado. Había imaginado el momento del encuentro, ¡pero no fue como lo había previsto! Un día que estaba trabajando con Sophie en el bar de un gran hotel, Gad apareció y se sentó en mi campo de visión, de espaldas a ella, ¡y no nos había visto! Entonces le pedí a Sophie que se diera la vuelta. Gad notó su mirada. Nunca se habían visto en persona, pero fue maravilloso que sucediera con aquella naturalidad. Igual que lo fue luego la relación entre ellos.

P.: ¿Cómo definiría el personaje de Sacha?
J. H.: En el momento en que su padre murió, cuando tenía diez años, el mañana dejó de existir para él. Vive el presente, y lo cotidiano no le interesa. Todas las mujeres le miman, empezando por su madre y su abuela. Además, Macha Méril está fantástica en su papel, le aporta mucha ternura sin caer en la sensiblería.


P.: Sacha no tiene una madre judía, sino una abuela judía. ¿Por qué?
J. H.: Su abuela representa a la mía. Además, la mujer que interpreta a su abuela es mi tía abuela, que tiene noventa y cuatro años. Busqué una actriz que pudiera hacer el acento húngaro y decir una frase como: «No me hagas coger un tren que vaya al este», pero no la encontré. Hacía falta que esa frase fuera dicha con autenticidad. El personaje es cien por cien creíble.

P.: Hablemos de Charlotte. ¿Quién es?
J. H.: Es una idealista que siempre apuesta por el amor. Ha tropezado dos veces, sin duda por haber ido demasiado deprisa. Su fascinación por la inteligencia de Alain Posche le impedía ver que estaba encerrada en una jaula de oro. En un momento de la película, dice: «No puedo subir a nadie a casa, ese es el trato». De hecho, es una frase de la que toma conciencia al pronunciarla.

P.: También dice: «Éramos una pareja libre, yo era la pareja, él era libre...».
J. H.: Ella nunca pensó que su marido la pudiera engañar. Y cuando se enteró lo dejó. Ahora no puede permitirse equivocarse, porque quiere proteger a sus hijos. No está en absoluto preparada para una historia de amor. De hecho, Sacha y Charlotte son dos personajes que recorren su propio camino para liberarse y convertirse en ellos mismos, cada uno por separado pero también gracias al otro. En eso consiste el amor, en realizarse y convertirse en uno mismo gracias al otro.

P.: Aunque el guión era muy preciso, parece que Gad tuvo que improvisar algunas escenas, sobre todo ésa en la que tiene que acostar al niño...
J. H.: En esta película hay poca improvisación. Yo había desarrollado una escena muy precisa que pudiera hacer interpretar a cualquier actor. Pero entonces entró en juego el lado Harold Lloyd o Chaplin de Gad! Y yo tenía que aprovecharlo. Estuvo magistral.

P.: En una escena, Sophie aparece vestida únicamente con un picardías, Gad también enseña las nalgas... ¡Parece que no contaban con eso!
J. H.: Tuve la suerte de que los dos fueran igual de pudorosos. Ambos supieron valorar el esfuerzo que eso suponía para el otro. Se ayudaron mutuamente, y nos divertimos mucho. Pero debo decir que, en la escena de Sophie en picardías, pasó algo en la primera toma. Fue mágico, todo el equipo se quedó sin habla... Y esa es la que aparece finalmente en la película. Ella se sentía frágil e incómoda, por eso fue una gran muestra de confianza por su parte. Nunca le agradeceré lo bastante que haya tenido la generosidad de llegar hasta donde lo hizo. Fue algo natural y generoso. Ése es el espíritu de la película.

P.: Hablemos de la escena de baile...
J. H.: La escena tenía sentido si conseguía que Sophie y Gad bailaran de manera espontánea. Quería captarlos con la cámara, libres y espontáneos. Durante nuestras reuniones de preparación, les hice trabajar una improvisación sobre el tema del baile. Luego les dije que había añadido una línea al guión: «él la invita a bailar». Gad preguntó en seguida cuál sería la música, ¡pero no se lo dije hasta el rodaje! Ese día, en el momento de poner la canción, Gad me lanzó un guiño y me preguntó: «¿es la música de La fiesta?».

P.: Sacha no puede vivir sin sus amigos y sin su música. Además, tiene un proyecto de espectáculo que le interesa mucho, y Maurice Barthélemy le pide que haga una elección muy difícil...
J. H.: El personaje de Maurice es opuesto al de Gad. Él sueña con encontrar a la mujer de sus sueños y casarse, al contrario que Sacha. Comparten un sueño de infancia que está a punto de materializarse en el momento en que Sacha conoce a Charlotte, de ahí el conflicto. Maurice tiene una gran vis cómica. No hay una sola toma en la que no esté bien, está fantástico tanto en la parte cómica como en la dramática.

P.: François Berléand vuelve a interpretar un papel de malvado bastante jugoso...
J. H.: Él encarna el poder, la arrogancia, y al mismo tiempo vemos que ama profundamente a Charlotte y a sus hijos. Hacía falta el genio de François Berléand para plasmar toda esa complejidad y la humanidad de un personaje en una sola frase, durante la confrontación final con Gad.

P.: Gracias al personaje de su hermana, interpretado por Valérie Crouzet, entendemos mejor de dónde viene Charlotte...
J. H.: Gracias a su hermana, una persona con los pies en la tierra, comprendemos que Charlotte no nació en el parque Monceau [un barrio acomodado de París]. Yo había visto a Valérie en la obra Moins deux, en la que actuaba junto a Jean-Louis Trintignant y Roger Dumas. Estuvo estupenda, y por eso me acordé de ella. Michaël Abiteboul, que interpreta al tercero de los amigos, también ha trabajado mucho en el teatro. Tiene una gran finura, y el típico perfil de mejor amigo del protagonista de las comedias anglosajonas.

P.: Esta es la primera vez que dirige a niños. ¿Cómo ha trabajado con ellos?
J. H.: Es una de las razones por las que no he hecho esta película antes, porque no me sentía preparado para dirigir a niños. ¿Cómo puedes exigirles y a la vez protegerlos? Es fundamental que sea un juego, y no un trabajo. Elsa Pharaon, la directora de castings infantiles, dio con tres niños maravillosos.

P.: En la película se reconoce su toque en la parte burlesca de las situaciones: las caídas de Sophie Marceau, el cuarto de baño que explota...
J. H.: Cuanto más guapa es una mujer, más violentas tienen que ser las caídas, y más divertido es todo. El slapstick forma parte de mí desde que nací. A Sonja y a mí nos hacía gracia la idea de una madre que se da golpes, que está llena de moratones... Además, ¡Sophie nos confesó que ella era un poco como el personaje!

P.: Los decorados son bastante lujosos: desde el apartamento de Charlotte a la oficina de Posche, pasando por el loft de Sacha, todo es precioso...
J. H.: Aunque el tema que trata la película es universal, quería que también fuera glamurosa. El hecho de construir en un estudio ese formidable apartamento con vistas al parque Monceau y un estudio de artista en los tejados de Montmartre le da a la película una estética de comedia americana de los años cincuenta, como las de Billy Wilder. Montmartre, el jazz. Suelo pensar en esta película como en una versión moderna de Los aristogatos. Es como cuando O’Malley conoce a Duquesa y a los tres gatitos. Hay varias referencias a Los aristogatos en la película.

P.: Otra película de referencia parece ser Casablanca...
J. H.: Cuando conocí a Sonja, no podíamos entrar en un sitio sin que pusieran la música de Casablanca. Es una película muy significativa para nosotros, ¡hasta tenemos el cartel encima de nuestra cama! Necesitábamos un elemento visual que expresara que Charlotte y Sacha estaban hechos el uno para el otro a pesar de sus diferencias.

P.: Una parte de la historia se desarrolla en Nueva York. ¿Fue como un sueño rodar en esa ciudad?
J. H.: En el guión, la escena transcurría en Canadá. Richard Grandpierre, nuestro productor, que ha creído en la película desde el principio, dijo dos cosas cuando nos conocimos: «Hay que hacer la primera escena bajo la lluvia, y no hace falta ir a Montreal, sino a Nueva York». ¡Y tenía razón! El plano de Nueva York aparece justo después de su separación. Para Sacha, es el fin del mundo, ha perdido a su mujer. Necesitaba transmitir una sensación de vuelco, de ahí esa toma de los edificios...

P.: ¿Por qué decidió confiar el papel de productor del espectáculo a Robert Charlebois?
J. H.: En el guión, situamos el teatro en Canadá, con un exuberante productor de espectáculos, y luego, tras cambiar a Nueva York, nos dimos cuenta de que un canadiense podía tener perfectamente un teatro en Broadway, y así conservar el idioma francés. Buscábamos a un canadiense de unos sesenta años que fuera humano y carismático. En el caso de Robert Charlebois, todo él es Canadá.

P.: ¿Cómo eligió las canciones de la banda sonora?
J. H.: Desde Billie Holiday a Stevie Wonder, la banda sonora está llena de canciones que ya existían. Nada puede sustituir a los recuerdos de una canción que nos ha acunado. Bruno Coulais, con el que trabajo desde mi primera película, creó la música original. Pierre-Yves Plat, un pianista con una capacidad inventiva desbordante y creador de sus propios espectáculos, hizo los arreglos de los fragmentos que toca Gad. La canción del espectáculo de Sacha fue compuesta por Marc Chouarain.

P.: ¿Qué recordará siempre de esta aventura?
J. H.: Que hace honor a su título. Aunque me he reencontrado con mis compañeros de siempre, Stéphane Le Parc en la iluminación, Pierre Quefféléan en los decorados, Olivier Bériot en el vestuario, Alain Féat y Nicolas Dambroise en el sonido, así como muchos otros, esta película es mi primera aventura con algunos técnicos de excepción, como la montadora Joëlle Hache. Es también mi primer e inolvidable encuentro con el productor Richard Grandpierre y con nuestros compañeros de Pathé… pero sobre todo con Sophie y Gad, a los que he tenido la suerte de unir en la pantalla. Todos me han demostrado cada día que «las felicidad nunca viene sola».


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Texto: Thierry Colby ©

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