ENTREVISTA A BILLE AUGUST
Director de la película "Tren de noche a Lisboa".


Pregunta: ¿Cómo le llegó este proyecto?
Bille August: Ya me gustaba la novela, que había leído hace siete años, cuando salió. Evoca un ambiente muy particular. Cuando el Studio Hambourg me propuso realizarla, acepté inmediatamente. Sabía que me iba a gustar mucho traducir este ambiente en imágenes cinematográficas.

P.: ¿Cómo tradujo en lenguaje cinematográfico los elementos literarios y filosóficos del libro
B. A.: Siendo el cine, como es, un medio emocional, y el libro un medio intelectual, nuestro protagonista Raimond Gregorius sirve, de alguna manera, de puente para vincular los dos aspectos. Es un hombre muy introvertido, no participa en el mundo, sólo tiene contacto con sus alumnos. Pero entonces encuentra a esa joven en el puente; lo que llama su atención es el libro, y le empuja a ir a Lisboa, donde descubre un mundo nuevo. Inicia un viaje y aprende algo sobre sí mismo. Su evolución se muestra en sus encuentros con la gente. Por eso sólo tenemos algunos raros pasajes con la voz en off.

P.: ¿El rodaje ha sido también una especie de viaje?
B. A.: Sí, cada día discurrió de manera distinta. A veces llegas al plató con una idea precisa sobre una escena. Y cuando la ruedas, te das cuenta de que no está bien. Al verla y montar por la noche el material diario vas desarrollando no sólo una sensación de la película sino que también ves que puedes modificarla. Los actores también descubren cosas nuevas. Como un viaje, un rodaje es un proceso continuo.

P.: ¿Hay un tratamiento distinto para marcar los distintos niveles temporales?
B. A.: No, considero eso un tópico. El público de hoy es lo suficientemente conocedor de las cosas; no necesita imágenes desteñidas o en blanco y negro para reconocer que algo está ocurriendo en el pasado. Como en The Hours, que me parece una excelente película, saltamos entre las distintas esferas temporales. En El Padrino - una de mis películas favoritas - hay un montón de flashbacks y la película es de una sola tirada. Tren de noche a Lisboa cuenta, en el fondo, una única historia y reposa en una única atmósfera.

P.: ¿Cómo ha sido volver a Lisboa veinte años después de La casa de los espíritus?
B. A.:
Magnífico. La enorme diferencia radica en el hecho de que en aquella época Lisboa representaba Chile para la película; esta vez Lisboa constituye realmente el centro, tal y como indica el título. Mostramos los rincones más interesantes de la ciudad, hemos descubierto cosas bonitas, apartadas de las atracciones turísticas. Es una ciudad que, a diferencia de otras grandes ciudades, no está todavía cinematográficamente agotada. La gente tiene todavía esa inocencia tan entrañable.

P.: ¿Cómo se ha modificado su estilo con el transcurso de los años?
B. A.:
Uno aprende con la experiencia; trabajo de manera mucho más económica, incluso desde el punto de vista narrativo.

P.: Jeremy Irons, el actor protagonista, también lo fue en La casa de los espíritus. ¿Pensó en él, desde el principio, para el papel protagonista?
B. A.:
Sí, desde el principio. No sólo necesitábamos un actor excelente. También necesitábamos a alguien creíble en el papel del profesor de instituto, que irradia inteligencia, alguien polifacético. Y, por supuesto, también un actor de renombre que nos ayudase a financiar la película. Le enviamos el guión y dos días después aceptó el papel.

P.: El resto del reparto, hasta para los papeles más pequeños, es impresionante. ¿Qué fue lo que convenció a los actores?
B. A.:
El libro incorpora un abanico de figuras secundarias realmente espléndidas, bien descritas, que representan un reto para un actor. Y evidentemente querrían también colaborar con un realizador especial. Es una cuestión de confianza. Los actores son seres vulnerables. Si confían en ti, puedes hacer todo con ellos, pedirles de todo.

P.: Un actor necesita confianza. ¿Qué necesita un director?
B. A.:
La sensación, mientras la está haciendo, de que su película es la historia más importante, y que tiene que ser contada. Si un director consigue transmitir a cada espectador la sensación de que se le ha susurrado un secreto al oído, sólo a él, se crea una cierta magia. Y este libro tiene el potencial de hacer eso.


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Texto: Festival Films ©

 
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