ENTREVISTA A JEREMY IRONS
Actor de la película "Tren de noche a Lisboa".


Pregunta: ¿Qué tiene que tener un papel para convencerle de que lo interprete?
Jeremy Irons: En principio, no tanto. En este momento estoy muy ocupado, y he aceptado muchos papeles. Después de Lisboa, viajé a Nueva Orleans para hacer Hermosas criaturas, y después a Budapest para trabajar en Los Borgia. Tiene que ser una figura interesante y el realizador tiene que ser alguien con quien tenga ganas de trabajar.

P.: ¿Entonces aceptó enseguida trabajar en TREN DE NOCHE A LISBOA?
J. I.: Sí, incluso antes de leer la presentación. Me gustó el guión y sabía que íbamos a rodar en Lisboa. Hace 20 años ya estuve allí para el rodaje de La casa de los espíritus, y me pareció maravillosa. Además, TREN DE NOCHEA LISBOA es una película absolutamente extraordinaria, sin explosiones, el tipo de película por la que, desgraciadamente, hoy en día, no se apuesta.

P.: ¿Cuál ha sido el reto interpretativo?
J. I.: Interpreto a un hombre en el que la acción se desarrolla esencialmente en la cabeza; es decir, estoy obligado a hacer poco, a decir verdad, casi nada. Y los actores siempre quieren hacer muchas cosas. Hacer eso requiere mucha disciplina. Para mí eso está bien porque normalmente no soy tan disciplinado. Estoy muy contento con mi oficio. Para mí es un privilegio poder colaborar con personas a las que admiro, y espero estar siempre al nivel necesario para afrontar nuevos retos.

P.: ¿Cómo funciona la colaboración con un director? Tiene que haber química, ¿no?
J. I.: Es maravilloso si hay buena química. Lo más importante, sin embargo, es que a partir del momento en que los actores y el director quieren hacer la misma película, todos tiren en la misma dirección. Hacer una película a partir de un libro que tematiza pensamientos filosóficos distintos y maneras muy distintas de plantear la vida, es una tarea difícil. Eso requiere un director con una capacidad de identificación y que sea capaz de crear un ambiente que permite contar la historia. En principio, sólo hago lo que él me dice.

P.: El protagonista Raimond Gregorius se encuentra en un momento de encrucijada en su vida. ¿Ha vivido usted alguna vez algo parecido?
J. I.:
Puedo entender los sentimientos de mi personaje, pero no son de una naturaleza que les haga más cercanos que otros personajes que he interpretado. Al actuar, aprendo mucho más sobre otros hombres que sobre mí mismo. Descubro actitudes diferentes, que no forzosamente comparto, pero que tampoco juzgo. No juzgo a la gente. Sin embargo, cuando tenía treinta años ocurrió algo crucial en mi carrera: dejé una película para poder rodar otra, con la que sentía cierta obligación. Una decisión que hubiese podido significar el fin de mi carrera. No fue así, pero en aquel momento, le estuve dando vueltas y vueltas durante 24 horas para poder tomar una decisión. Cuando uno ya ha tomado semejante decisión en la vida, tiene la sensación de ser dueño de su propio destino.

P.: Entonces, como actor, ¿uno no tiene derecho a temer el fracaso?
J. I.:
Es cierto. Ir sin miedo es algo que intento transmitir a los actores jóvenes. A la hora de interpretar, tienen que ir hasta sus límites. En ese contexto, cito un poema de Christopher Logue. «Come to the edge. We might fall. Come to the edge. It's too high! Come to the edge! And they came, and we pushed. And they flew.» («Acercaos al borde. Podríamos caernos. Acercaos al borde. Es demasiado alto. Acercaos al borde. Y se acercaron, y les empujamos. Y volaron ). De la misma manera, mi personaje, Raimond Gregorius, que, en el fondo, cree que la vida es algo predestinado, tiene que osar hacer algo, tiene que lanzarse, cambiar algo en su vida. Y se atreve a darle la espalda a su ciudad y viajar a Lisboa.


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Texto: Fetsival Films ©

 
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