ENTREVISTA A TOMASZ WASILEWSKI
Director de la película "Estados Unidos del amor".


Pregunta: Estrenó su primera película, W sypialni (En una habitación), en 2012, la historia del encuentro entre un hombre y una mujer. Un año después llegó Plynacewiezowce (Rascacielos flotantes), en torno a un triángulo amoroso, que fue un éxito en numerosos festivales. ESTADOS UNIDOS DEL AMOR es su tercer largometraje. ¿Cómo nació esta historia sobre cuatro mujeres, la melancolía y la transformación del sistema polaco en los años noventa?
Tomasz Wasilewski: ESTADOS UNIDOS DEL AMOR nace de las impresiones e imágenes arraigadas en la memoria del niño de diez años que era yo en los años noventa. Más tarde, siendo ya un adulto, empecé a preguntarme qué aspecto tenían mis padres cuando eran treintañeros. Fue entonces cuando me di cuenta de que el mundo les ofrecía cosas totalmente diferentes de las que me ofrece ahora. En realidad, esta película es una serie de reflexiones de un chico que madura y empieza a apreciar otro tipo de valores. No empecé a escribir por impulso, como ocurrió con mis dos anteriores películas. Esta vez empecé a escribir acerca de Agata, y su historia me inspiró para seguir adelante. Me sentí fascinado por la historia de las mujeres que vivieron la transformación del sistema polaco.

P.: ¿Por qué?
T. W.: Las mujeres representan una gran parte de mi adolescencia, mucho más que la política de la época. Viví la transformación social y política polaca a través de sus ojos. Vivíamos en unos bloques militares. Todos los hombres trabajaban en el mismo sitio, las mujeres solían quedarse en casa a cuidar de los niños y del hogar. Se cruzaban en las escaleras, en la tienda de ultramarinos, charlaban. Las mujeres eran mi mundo. La Sra. Danuta, nuestra vecina, pasaba por casa cada tarde para tomar un café y charlar un poco con mi madre. Las dos eran amas de casa. Siento no acordarme de qué hablaban, pero lo recuerdo como una especie de ritual. Era normal presentarse en casa de las vecinas sin previo aviso. Las relaciones entre vecinos eran mucho más abiertas, nada formales. Recuerdo las fiestas onomásticas de mi madre; venían muchas mujeres a cenar y a celebrarlas durante los tres años que mi padre se fue a trabajar a Nueva York. Por eso la película empieza con la celebración del santo de Marzena y su marido llamándola desde Alemania Occidental.

P.: ¿Se acordaba de esas mujeres mientras escribía el guion?
T. W.: Desde luego, pero ningún personaje de la película es una copia exacta de una persona real. Cada protagonista es un personaje de ficción basado en mis impresiones de las numerosas personas que he conocido. De niño iba a clases de baile, por eso el aula donde da clases Marzena, interpretada por Marta Nieradkiewicz, una reina de la belleza local que sueña con ser modelo, es idéntica a la que yo iba. Recuerdo a la profesora bailando entre nosotros, lo que me sirvió de inspiración para varias secuencias. El personaje de Marzena también se construyó pensando en Agnieszka Pachalko, que fue Miss Polonia y Miss Internacional en 1993. Vivía muy cerca de nuestra casa y era una auténtica estrella en Inowroclaw, la ciudad donde crecí. Pero las dos mujeres, la de carne y hueso y la de ficción, no son iguales. Agnieszka lucía una larga melena rizada y recuerdo que iba a misa con una estola de zorro blanco, casi brillaba. Sin embargo, Marzena es una discreta chica rubia de pequeña estatura. Para el personaje de Iza, al que da vida Magdalena Cielecka, intenté acordarme de la directora de mi colegio.

P.: ESTADOS UNIDOS DEL AMOR no solo está poblada del recuerdo de personas a las que conoció, sino también de lugares, como el videoclub. Supongo que iba allí con cierta frecuencia.
T. W.: Antes de que mi padre trajera un vídeo de Alemania Occidental, yo iba a la tienda de alquiler solo para sentirme rodeado de películas. Me limitaba a leer los títulos, no podía hacer otra cosa. Recuerdo que en muchas cintas había dos títulos, Rambo y Dirty Dancing, luego llegó Pretty Woman. En esa época nadie se preocupaba por los derechos de autor y solían grabar dos títulos en el mismo VHS. Ese tipo de tienda no ofrecía las obras maestras de Federico Fellini ni de Ingmar Bergman. ¿Quién en mi barrio habría visto una película de Bergman? La gente quería cambios, quería sentirse bien. Quería ver películas estadounidenses. Aquí diré que tengo la cabeza llena de recuerdos de aquella época, pero en ESTADOS UNIDOS DEL AMOR cuento algo acerca de lo primario, de lo básico y también de lo extraordinario del ser humano. Siempre he creído que las emociones de los seres humanos no cambian. Se amaba con la misma intensidad en 1883 que ahora en 2016. Sin embargo, las ideas políticas y sociales pueden influir en el pensamiento y cambiar la forma en que se vive. Si la película estuviera ambientada en la época actual, las emociones de mis protagonistas hubieran sido las mismas, pero sus elecciones hubieran sido diferentes.

P.: ¿Más fáciles quizá?
T. W.:
Es probable. Por ejemplo, hace veinticinco años, al menos en mi barrio, muy poca gente se divorciaba. No conocí a una chica con padres divorciados hasta los dieciséis años. Estaba asombrado y no sabía muy bien cómo comportarme con ella. Hoy en día, el divorcio es habitual en Polonia, pero sigue habiendo mucha gente incapaz de acabar con un matrimonio desgraciado. Imagine lo difícil que debía de ser separarse cuando una pareja formaba parte de una comunidad claustrofóbica y aislada. Siempre me asombran las parejas que se esfuerzan en permanecer juntas a toda costa. Agata, a la que interpreta Julia Kijowska, lleva quince años casada. Sabe que su marido la quiere, pero no consigue superar la sensación de soledad que vive en su matrimonio. Cada vez se hunde más, aunque aparentemente su vida es perfecta, tiene un marido atento, una hija preciosa, un trabajo. No consigue explicar por qué se siente así. Agata y las otras mujeres de la película se enfrentan a sentimientos que nadie entiende. Cada una quiere dar un paso adelante, pero ninguna sabe cómo se hace. Es posible que muchos digan que su comportamiento carece de sentido común, pero ¿no nos ocurre a todos?

P.: Toca temas muy íntimos, como la alienación, la desesperación, el vacío. ¿Cómo trabaja con los actores?
T. W.:
Mis películas se basan en las emociones, por eso cualquier conversación que mantengo con los intérpretes debe ser profunda, reveladora y auténtica. No son conversaciones fáciles porque tocamos temas difíciles, incluso dolorosos. Los ensayos se convierten en reuniones frecuentes mucho antes de empezar a rodar. Al principio hablamos de los personajes en todos sus aspectos, lo que les ocurrió en el pasado, qué ha influido en sus vidas (la muerte de sus padres, por ejemplo) y, sobre todo, cuáles son sus relaciones. Intentamos crear capas de emociones para luego bucear en los significados más profundos. Cada personaje en una escena dispone de sentimientos, observaciones y conocimientos de la situación. Analizamos cada escena con detenimiento porque quiero que los actores sepan qué siente el personaje en cada momento. Si hay una escena en que alguien hace algo desesperado, intentamos definir la desesperación, ver de dónde procede y cómo afecta a un personaje en particular. Creo que si contestamos a esas preguntas, siempre seremos auténticos. A veces cuento experiencias personales a los actores para que vean cómo entiendo y siento una situación específica.

P.: ¿Pensaba en estas actrices durante la escritura del guión?
T. W.:
No escribí los papeles para alguien específico. Sabía exactamente qué aspecto debía tener cada personaje. Una vez escrito el guión, empecé a busca a actrices que correspondieran a mi idea del personaje. Posteriormente, entre todos, construimos los personajes más a fondo. Escogí a estos intérpretes porque quería trabajar realmente con ellos, sabía que todos darían lo mejor de sí mismos.

P.: ¿El título tiene algún significado en particular?
T. W.:
Para mí, ESTADOS UNIDOS DEL AMOR representa las emociones de las heroínas de la historia, pero no necesariamente el amor. Se trata más bien de todas las emociones que se asocian con el amor, el deseo, la esperanza y quizá aún más el dolor, la confusión, el miedo, la alienación, la sensación de no encajar, de sentirse perdido. Son emociones que comparten todos mis protagonistas, no solo las mujeres, aunque ellas más. Agata, Marzena, Iza y Renata están unidas por un dolor que las desgarra, esa sensación de tremenda soledad. Por eso me parece que simbolizan a todas las mujeres.

P.: ¿Rueda los ensayos?
T. W.:
Sólo cuando se trata de escenas complicadas que requieren cierta coreografía. Por ejemplo, la primera escena, la celebración del santo de Marzena.

P.: ¿Cómo fue trabajar con el director de fotografía Oleg Mutu?
T. W.:
Trabajé con el director de fotografía como con los actores, por intuición. Confío plenamente en mi intuición. Oleg y yo intentamos captar las emociones de las que habíamos hablado tanto durante los ensayos. También hablamos del formato de la película. El personaje principal de cada segmento debía ser el centro del fotograma y la cámara debía estar cerca. Los dos estábamos de acuerdo en trabajar sobre todo con planos secuencia. Creo que sin tantos cambios de plano, el espectador puede meterse más fácilmente en la situación, observar y sentir las emociones.

P.: ¿Por qué quiso que Oleg Mutu se ocupara de la fotografía de esta película?
T. W.:
Oleg sabe captar los sentimientos dentro del encuadre, sabe meterse bajo la piel de los personajes. Personifica sus pensamientos a través de los objetivos. Tenía muchas ganas de trabajar con él porque después de ver sus últimas películas, sabía que pensamos en el cine del mismo modo. Recuerdo exactamente cómo me sentía después de ver Cuatro meses, tres semanas y dos días, de Christian Mungiu, de la que se ocupó Oleg. Salí de la sala en una nube de asombro. Y mientras andaba hacia casa, seguía viendo escenas de la película. Eso fue en 2007, muchos años antes de rodar mi primera película, pero me dije a mí mismo que algún día rodaría con Oleg. El director artístico del Festival de Cine de Transilvania, Mihai Chirilov, me puso en contacto con él. Me pidió que le mandara el guión y algunas referencias visuales. Le llamé a las dos semanas y hablamos durante una hora; descubrimos que nuestras sensibilidades cinematográficas coincidían. Los dos buscamos plasmar la autenticidad de las emociones humanas. No tardamos en quedar para un ensayo de tres días donde rodamos unas escenas con actores.

P.: No ha rodado en Varsovia ni en Lódz, como hace la mayoría de cineastas polacos porque estas dos ciudades disponen de buenas infraestructuras. ¿Dónde rodó?
T. W.:
Rodamos todos los exteriores en Zyrardów y en Pruszków, dos pequeñas ciudades no lejos de Varsovia. Buscaba un barrio muy específico: debía estar situado justo a las afueras de una ciudad y que hubiera mucho espacio entre los edificios. Viví en un lugar así de pequeño. El barrio de Zyrardów era lo que buscaba, un paisaje austero que da la impresión de estar en el fin del mundo. La arquitectura y la situación debían reflejar las emociones de los personajes. Todos están al borde de la desesperación, sienten que su mundo se ha acabado y que avanzan lentamente hacia el fin. A pesar de ser parte de una sociedad, viven separados los unos de los otros y de otras personas. Como los pisos en una arquitectura comunista.

P.: ESTADOS UNIDOS DEL AMOR es una coproducción polaco-sueca, ¿supuso algún cambio para usted?
T. W.:
Las coproducciones ofrecen muchas posibilidades y son esenciales en el cine. Las películas no conocen fronteras. Cuando se mezclan culturas, sensibilidades y disposiciones diferentes, el proceso creativo es muy inspirador. Gracias a que esta película es una coproducción, tuve la oportunidad de trabajar con profesionales de otros países, como los diseñadores de sonido, que habían trabajado con Wim Wenders en Todo saldrá bien. Cualquier encuentro de este tipo es una aventura genial que amplía mis horizontes.



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Texto: Extractos de la entrevista realizada por Anna Bielak para la Revista de Cine Polaco ©

 
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