ENTREVISTA A MAREN ADE
Director de la película "Toni Erdmann".


Pregunta: ¿Cómo nació la idea de la película y del extravagante personaje Toni Erdmann, inventado por el padre de Ines?
Maren Ade: A menudo, mi familia es mi primera fuente de inspiración; alimenta el relato e incluso puede cambiar el vínculo entre los personajes.
Winfried, el padre de Ines, inventa un alter ego en una tentativa audaz y desesperada por sacudir la relación con su hija. Y entonces Toni Erdmann cobra vida.
El humor, en muchas ocasiones, es la mejor herramienta para trascender la realidad. Ante la incapacidad de comunicarse con su hija, Winfried encuentra una solución creando un personaje. Su única arma es el humor, que le permitirá comunicarse de nuevo con ella...


P.: Sus personajes femeninos siempre se enfrentan a paradojas. ¿Es una característica de las mujeres con las que se cruza en la sociedad actual?
M. A.: Ines trabaja en un ambiente totalmente dominado por hombres y ha interiorizado ese hecho. Es más, probablemente se considere como uno más de los chicos, pero el problema es que ellos no la ven así. He hablado con varias mujeres que ocupan puestos ejecutivos en empresas y la mayoría reconoce que le gusta ser la excepción que confirma la regla, aunque esto implique un cierto aislamiento. Creo que Ines es una auténtica mujer de hoy. Cuando empezó su carrera profesional, estaba convencida de que las mujeres con su decisión ya habían conseguido la autodeterminación y la igualdad; por lo tanto, el feminismo no tenía razón de ser. Cuando dice: "Si fuera feminista, no trabajaría contigo, Gerald", lo cree de verdad. Ironiza con la paridad y el acoso laboral, y se permite ser sarcástica, incluso sexista, cuando habla de Anca, su asistente. Pero, sinceramente, en ningún momento deseé denunciar el sexismo en el mundo laboral. Simplemente he querido mostrar las cosas tal como son, y el sexismo es parte íntegra del mundo en que vivimos. Todo esto de la igualdad de los sexos tiende a sacarme de quicio por la importancia que se le concede. Como mujer, acostumbro a identificarme con personajes masculinos. Cuando veo una película de James Bond, no me identifico con la chica Bond, sino con el mismo James Bond. Quizá sea mejor ver a Ines como un personaje moderno de género "neutro", un poco como un hombre que se permite llorar de vez en cuando y que reconoce que tiene problemas con la figura paterna.

P.: ¿Por qué escogió Bucarest para TONI ERDMANN? ¿Qué le interesaba de Rumanía?
M. A.: Rodar gran parte de la película en otro país ofrecía dos grandes ventajas con relación a la historia que deseaba contar. Los dos personajes protagonistas están lejos de su casa, aislados y liberados de las restricciones de la vida cotidiana habitual, por lo que el conflicto entre padre e hija se amplifica. Y el hecho de que Winfried vaya a visitar a su hija a otro país llevándole algo alemán demuestra hasta qué punto se ha convertido Alemania en algo lejano en la vida de Ines. Me sentí más libre rodando en otro país. A veces, la falta de puntos de referencia ayuda. No sé si me habría atrevido a rodar del mismo modo la escena con la máscara kukeri si hubiésemos estado en el centro de Berlín, por ejemplo. Y para terminar, pero también es una razón de peso, debo decir que las grandes películas de CorneliuPorumboiu, Christi Puiu y de la productora Ada Solomon se rodaron en Bucarest, lo que despertó mi curiosidad. Además, el rodaje en Rumanía fue una experiencia maravillosa.

P .: Lo que parece ser un simple conflicto familiar acaba llegando mucho más lejos... ¿Se trata de un conflicto generacional?
M. A.: Sí, y al situar la acción en Rumanía, pude hacer hincapié en el aspecto político del conflicto entre los dos protagonistas. Por un lado está el padre que se esforzó para que su hija tuviera la seguridad en sí misma y la independencia mental necesarias para lograr el éxito en su vida adulta, y por otro lado está la hija que ha escogido una vida muy alejada de los ideales de su padre, una carrera en un ámbito de lo más conservador donde todo gira en torno al rendimiento y al beneficio, o sea, los valores que Winfried, el padre, siempre ha despreciado. La libertad que quiso obtener la generación de Winfried acabó abriendo la puerta a un capitalismo desmesurado donde reinan la competencia y el beneficio. Paradójicamente, supo darle a Ines las herramientas para tener éxito en ese mundo liberal; es decir, la flexibilidad, la confianza en sí misma y el convencimiento de que no hay límites. Ines, al contrario, cree que lo políticamente correcto que gobierna el pensamiento de Winfried es muy simplista. Fue más sencillo para la generación de Winfried diferenciarse de la anterior. A pesar de que, desde entonces, la vertiente rebelde de Winfried se ha dejado invadir por la resignación, va a poder resurgir con el personaje de Toni. Cuando Ines le hace participar deliberadamente en su actividad profesional, los viejos temas políticos se hacen más personales y manifiestan su actualidad. Su reacción demuestra que la incertidumbre se ha hecho con su visión ingenuamente humanista.

P.: Muchos realizadores dicen que es sumamente difícil hacer una buena comedia, ¿está de acuerdo?
M. A.:
Efectivamente, no fue fácil rodar esas escenas. Lo importante, tanto para los momentos cómicos como para la película en su totalidad, era asegurarse de que Toni fuera creíble, sin por eso impedir la presencia de Winfried debajo del personaje. Toni no podía ser un personaje de ciencia-ficción, no era posible pasar de un género a otro en medio de la película. Dedicamos tres días a ensayar de cabo a rabo la escena del restaurante. Peter probó todos los enfoques posibles e imaginables. Lo más difícil para él fue esconder sus increíbles dotes como actor. Se supone que Winfried es un profesor normal y corriente que se mete en un papel; no debía dar la impresión de ser un actor profesional. No hay cosa más difícil para un buen actor que hacerse pasar por uno malo. Peter disponía de todo lo necesario para que Toni fuese un personaje más auténtico, para aumentar el dramatismo y hacerle más gracioso, pero el humor de la película reposa en que se trata de Winfried en el papel de Toni, y no de un actor profesional. Fue un auténtico reto encontrar el equilibrio correcto.

P.: ¿Cómo se preparó con el director de fotografía Patrick Orth para el rodaje?
M. A.:
Nuestro objetivo era ofrecer la mayor libertad posible a los actores; debíamos estar abiertos a la creatividad mientras durara el rodaje. Técnicamente, esto significa que utilizamos sobre todo una iluminación de 180 grados y que estábamos dispuestos a seguir en la cresta de la ola cuando nos íbamos por la tangente; por ejemplo, cuando una escena se alargaba. Patrick Orth estuvo presente en la fase de preparación, los ensayos, las pruebas de luz, de decorados y encuadres. Trabajamos mucho con los actores. Pasamos mucho tiempo en el plató estudiando todos los detalles de cada escena, lo que no nos impedía cambiarlo todo el día de rodaje. Estoy convencida de que es necesario pasar mucho tiempo con la película antes del rodaje para que llegue el momento en que la cámara ruede naturalmente, sin por eso caer en el documental.

P.: Entiendo que intentó ser lo más realista posible...
M. A.:
No me gusta restringir la forma narrativa. Necesito que cada decisión tomada por los protagonistas a medida que avanza la historia parezca creíble. Sin ser forzosamente probables, al menos las decisiones deben ser creíbles. Aunque el realismo primaba sobre todo lo demás, quería que hubiera sorpresas y momentos mágicos, ya que son la definición por excelencia del cine. Pero debía surgir de los personajes, y no de mí como realizadora. Por eso creé una situación en la que los personajes parecen estar rodando una película. Toni aporta frescura, travesura, audacia y libertad a la vida de Ines y de Winfried, travesura, audacia y libertad, lo que les permitirá reencontrarse de otra forma. Gracias a la alocada idea de Winfried, de pronto, todo vuelve a ser posible de pronto. En cuanto a la fotografía y a los decorados creados por Silke Fischer, buscamos una especie de hiperrealismo que no fuera muy marcado.

P.: ¿Puede considerarse que la película es una llamada al desapego?
M. A.:
Para mí, el "desapego" está demasiado cerca del "abandono"; me recuerda demasiado a las expresiones sacadas de libros de desarrollo personal. Mi película no va dirigida al desapego, más bien es una conminación a asumirse plenamente. Lo que hace Ines al final de la película es bastante radical y hace falta valor para seguir adelante. Puede parecer una locura, pero para ella significa haber tomado otra dirección. Desde entonces, siempre será la mujer que abrió la puerta a su jefe con el traje de Eva.
De hecho, no abandona nada, al contrario, se hace con las riendas. Al final estamos ante dos personas que quizá han sabido madurar y aceptarse tal y como son. También puede decirse que Toni "se esconde" en su papel, pero me inclino a pensar que Winfried se muestra del todo en los papeles que interpreta. Esto es especialmente verdad cuando hace de kukeri porque ilustra su verdadero yo, una criatura muy alta, llena de melancolía y con una cara un poco rara.

P.: La película también muestra que todo tiene un fin...
M. A.:
Cualquier relación entre padres e hijos se construye sobre rupturas. Cuando un niño empieza un nuevo capítulo, suele significar que algo se acaba para los padres. Lo veo con mis hijos. Mi hijo está encantado con cada centímetro que gana, mientras que a mí me invade la melancolía. Por eso hay varias escenas de ruptura en la película.
Winfried tiene un alumno que decide dejar de estudiar música, su perro se muere, su hija y él se despiden varias veces sin realmente decirse adiós. El abrazo final es una forma de comunicar un adiós más definitivo. La máscara kukeri transforma a Winfried, y por un instante, a Ines le parece reencontrar al padre de antaño, grande y torpe, el padre que conoció de niña. Por un instante vuelve a ser la niña que fue
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