ENTREVISTA A FATIH AKIN
Director de la película "Goodbye Berlin".


Photomusik: ¿Cómo encontró el libro Goodbye Berlín?
Fatih Akin: Fue en la Feria del Libro de Francfort en 2011, cuando presenté mi libro Im Clinch, en el stand de la editorial Rowohlt. Les pedí que me recomendaran una buena novela y me dieron la edición de bolsillo de Goodbye Berlín. Mientras la leía, pensaba que me gustaría mucho convertirla en una película. Para mí, uno de los momentos clave es cuando Tschick y Maik miran el cielo nocturno y se dan cuenta de lo diminutos que son.

P.: ¿Le ocurre a menudo?
F. A.: La verdad, no. La última vez ha sido con Der goldene Handschuh, de Heinz Strunk. A veces cuando leo a Stephen King. Después de leerla, fui a ver a Michael Töteberg, de Rowohlt, para conseguir los derechos.

P.: ¿Y funcionó?
F. A.: No. Yo era uno de muchos, y había nombres muy conocidos. Wolfgang Herrndorf ya estaba enfermo y no podía participar en la adaptación. Tardaron en decidirse, y yo ya estaba trabajando en El padre. La financiación había llegado antes de lo esperado y no podía dejar pasar la oportunidad. Luego me enteré de que otro director estaba trabajando en la adaptación cinematográfica de la novela. Y curiosamente, el proyecto regresó porque el otro director tenía problemas de planificación.

P.: Así que llegó a tiempo para apagr el fuego?
F. A.: Mi productora se llama "Bombero", por algo será.

P.: Suele producir sus películas. ¿Esta situación supuso algún cambio en su forma de trabajar?
F. A.: No creo. Marco Mehlitz y Susa Kusche, los productores, confiaban en mí y me dieron carta blanca. No hubo un solo desacuerdo, y no siempre ha sido el caso en el pasado con otros productores. El mayor cambio para mí fue no trabajar con mi equipo habitual.

P.: Pero esto solo es parte del proceso de preproducción. Gran parte de la película tiene que ver con sus ideas. Por ejemplo, los protagonistas. ¿Cómo los encontró?
F. A.: Tenían trece años cuando rodamos la película. Quería a dos jóvenes que dieran la impresión de que no debían estar detrás de un volante y de tener miedo a que les pillaran. No hay muchos profesionales entre los que escoger tratándose de niños o adolescentes. Tristan Göbel ya había trabajado en cine, en la película Winnetous Sohn. Al principio le habían escogido para ser un figurante en el instituto de Maik, pero cuando las cosas no fueron bien con la persona que iba a encarnar a este personaje, le pedí que hiciera el papel. En cuanto a Anand Batbileg, que da vida a Tschick, se presentó a una prueba el primer día que me uní al proyecto. Había traído un vídeo de la escena en que confiesa que es gay. Me quedé alucinado y pedí que le llamaran. Cuando empezamos a rodar, Anand era bastante más alto que Tristan. Por eso rodé la película en 1:1,85, porque una parte de la cara de uno de los dos siempre habría desaparecido.

P.: Trabajar con actores tan jóvenes supone un horario mucho más estricto...
F. A.: Solo pueden trabajar delante de la cámara durante tres horas diarias y estar un máximo de cinco horas en el plató. Había alguien que nos controlaba constantemente. Era la primera vez que rodaba con dos o tres cámaras digitales a la vez, fue una experiencia liberadora. Con el negativo, los chicos habrían tenido que esperar diez minutos cada vez que se recargaba la cámara. Esta forma de trabajar les permitió trabajar sin repetir todo el diálogo si se equivocaban. Fue fantástico. No pienso volver a rodar en 35 mm.

P.: Está acostumbrado a filmar guiones que ha escrito. ¿Qué significó hacer una película basada en una novela?
F. A.: Desde que existen las adaptaciones cinematográficas de obras literarias, hay pros y contras. Personalmente creo que El nombre de la rosa y El resplandor son magníficas, a pesar de alejarse bastante del original. La novela Goodbye Berlín es muy cinematográfica. Bastaba con leer el blog de Herrndorf, "Arbeit und Struktur", para darse cuenta de que le gustaba el cine. Cada uno tiene una parte favorita en la novela. Para algunos es cuando Maik dice: "La gente es mala. Puede que sea verdad y que el 99 por cien de la gente sea mala, pero lo extraño es que en nuestro viaje, Tschick y yo solo conocimos a personas del uno por cien bueno". Muchos dan una gran importancia a esa frase, es muy del estilo de Waldorf y de Montessori. Personalmente no lo veo así. Lo que más me interesó fue un chico colado por una chica de su clase que no le hace caso, pero vive una gran aventura y cuando vuelve, ella se fija en él. Para entonces, a él le da totalmente igual. Lo sé porque lo he vivido.

P.: ¿Tuvo la sensación de que podía hacer lo que quería con la novela?
F. A.: Nunca noté a la policía literaria a mis espaldas. Además, mientras trabajaba en el proyecto, recuperé las mismas sensaciones que había tenido leyendo la novela. Quería usar muchos elementos del libro y trasladarlos a la vida real.

P.: Algunas de las localizaciones ya estaban decididas, pero buscó otras personalmente. Parece que recorrió bastante camino.
F. A.: Casi 20.000 kilómetros en Alemania del Este Gasolineras, autopistas, zonas boscosas, caminos en el campo, el pantano. No es la típica película berlinesa. Rodando en Marzahn no se ve la torre de televisión de Alexanderplatz. Es una clásica road movie del Este. Muchas de las cosas que hacen los protagonistas las hice de adolescente, sabía de qué iba. Puede que haya sido la película más difícil que he rodado hasta la fecha.

P.: Hark Bohm trabajó en el guion y también es asesor creativo, ¿cómo se unió al equipo?
F. A.: Estábamos trabajando en otro guion, Aus dem Nichts, mi próxima película. La posibilidad de rodar GOODBYE BERLÍN me apartó de lo que hacíamos, pero con tantas caras nuevas alrededor, era importante contar con alguien de mi confianza. Además, tiene mucha experiencia con películas que tratan de adolescentes.

P.: Como siempre, recurrió a su director de fotografía habitual, Rainer Klausmann. ¿La película debía iluminarse de una forma específica?
F. A.: Tenía que ser auténtica y digna. Debíamos estar al mismo nivel que los protagonistas. Nada de rodarlos desde nuestra altura y burlarnos de ellos. Pero también debían ser guapos. Hay muchos directores de fotografía muy buenos en este país, pero pocos son capaces de filmar a los actores para enseñar su mejor cara. A Rainer se le da de maravilla. Una película no sobresale por la espectacularidad de las escenas, ni por usar drones o trucos digitales. Todo eso es muy superficial. Hay mucha fuerza en las cosas pequeñas. Hace falta una buena historia, personajes interesantes y una gran fotografía. Basta con eso para sobresalir. Los hermanos Coen no se vuelven locos con los efectos ópticos, pero siguen haciendo el mejor cine.

P.: El libro está escrito en primera persona. Una forma de llevarlo a la pantalla es con una voz en off, algo un poco pasado de moda. Sin embargo, la utiliza al principio, hacia la mitad y al final.
F. A.: La idea era conseguir contar la historia sin voz en off, quería hacerlo visualmente. Pero no podía ilustrar la desesperación de Maik por no ir a la fiesta de Tatiana solo con imágenes. Me parecía que le faltaba fuerza. Hark Bohm estaba a favor de la voz en off, al menos para el principio. Acabamos recurriendo a ella también a la mitad de la película y al final para que no se olvide del todo. Además, no podía haber un final feliz porque sería mentir a los adolescentes que la vieran. No todo es feliz en la vida. Pero tampoco debía ser un final deprimente. Las cosas dependen de cómo se miren. Ahora, el vaso está medio lleno; sin la voz en off estaría medio vacío. Hark tuvo la idea de incluir la redacción de Maik sobre su madre alcohólica. Es un viejo zorro.

P.: ¿Por qué era tan importante la redacción?
F. A.: Mientras veía el copión cada noche, me preguntaba por qué Tatiana no invitaba a Maik a la fiesta. Es guapo, amable, simpático, fotogénico, tiene una voz bonita. Entonces, ¿por qué? Y por fin se me hizo la luz: a los ojos de sus compañeros, la redacción le convierte en un psicópata. En la novela no es así.

P.: La novela puede describirse de muchas maneras: una "road" novela; de iniciación; habla de la amistad, de la homosexualidad. Pero cuando se rueda una película basada en un libro, no se puede incluir todo, ¿qué se dejó?
F. A.: A muchos personajes. Como el viejo que dispara a los chicos o el hombre que da un vaso de agua a uno de ellos. La estructura episódica de un libro no funciona en una película, pero conservé muchísimos detalles.

P.: Los personajes femeninos suelen tener mucha importancia en sus películas. En la vida de Maik está su madre, Tatiana e Isa, pero ninguna de las tres ocupa un lugar muy importante, y en cierto modo son inalcanzables. ¿Qué tienen que ver con él?
F. A.: Para un adolescente que lo pasa mal, las mujeres siempre son inalcanzables. Me siento bastante orgulloso del personaje de la madre. Al escribir el guion de mis películas, tengo unos cuantos personajes femeninos a mis espaldas; algunos no tienen nada que ver conmigo, como Hanna Schygulla en Al otro lado, pero siempre busco una conexión personal. En este caso, me conmovió el alcoholismo de la madre. Conozco a muchos alcohólicos. Pero no quería ser fatalista ni moralista. Tenía que ser una mujer divertida y sexy. Maik no sufre directamente por la adicción de su madre, se llevan muy bien. Pero ¿cómo contarlo? Para eso bastaron unas pocas escenas con la madre. Además, Anja Schneider es una actriz notable. Creo que no será la última vez que trabajemos juntos.

P.: Tatiana representa algo totalmente diferente.
F. A.: No debía competir con Isa. El espectador debe creer que Maik está enamorado de ella, pero también debe entender lo que dice Tschick: "Tatiana da poca luz comparada a Isa". Aniya Wendel me recordó a Selena Gomez, en cierto modo. La parte de Isa es con la que más disfruté. En la novela, Isa sale de un armario en un basurero, pero no encajaba con el personaje. La ropa, el peinado y la actitud sí encajaban, pero tenía que añadir detalles que la hicieran más creíble a mis ojos. Abusaron sexualmente de ella, escapó de una clínica psiquiátrica y está en la frontera de un trastorno de personalidad, pero ante la inocencia de los dos chicos, recupera su propia inocencia.

P.: En la novela, Maik fantasea con escaparse con Mona porque es una agente secreto y de pronto se pone a llorar. En la película, la fantasía se convierte en un asesinato.
F. A.: La fantasía de la agente secreto era demasiada compleja para una película. Quería mantener la fantasía con Mona, pero cambiando el contenido. Según lo que describe Wolfgang Herrndorf, la fantasía nace porque Maik no soporta que su padre se pasee con ella por el jardín cogidos de la mano.

P.: ¿Hasta qué punto tiene que ver esta película con novelas como Las aventuras de Tom Sawyer, Las aventuras de Huckleberry Finn o El guardián entre el centeno?
F. A.: Son hermanos, o mejor dicho, es su nieta. Hoy en día, las historias de adolescentes como protagonistas son bastante fantasiosas, como Transformes o Los juegos del hambre. Antes estaban más ancladas en la realidad; por ejemplo, Cuenta conmigo, de Rob Reiner, El club de los cinco, de John Hughes, y La ley de la calle, de Francis Ford Coppola. La película recoge esta tradición. La iniciación, el paso de la adolescencia a la madurez es uno de mis géneros favoritos. Me alegro de que ya existiera la novela porque no tuvimos que empezar desde cero.

P.: La música de la película es bastante ecléctica. ¿Cuál fue su intención, dar más pistas acerca de los personajes, subrayar ciertos contrastes?
F. A.: Aunque la novela cuenta la historia desde la percepción de Maik, no se sabe mucho de él, excepto que hace bumeranes. No sabemos lo que lee, qué cine le gusta, ni la ropa que lleva. Solo se menciona una vez la música que escucha. Cuando está en el jardín se oye a White Stripes. No le gusta Beyoncé, pero a Tatiana sí. Por eso se me ocurrió que le iba el rock alternativo. No quería incluir los grupos que me gustan, como Foo Fighters o Queens of the Stone Age, me incliné por algo más contemporáneo. Los noventa están volviendo a estar de moda, así que les dije a los miembros del equipo de vestuario y de maquillaje que Maik debía ser como un roquero grunge con un corte de pelo a lo Kurt Cobain. El rock clásico siempre ha sido la música de los marginados a los que no les van los deportes. Maik es mucho más pequeño que los otros chicos de su clase. Incluimos a Richard Clayderman y su "Balada para Adelina" porque nos pareció muy irónico. En la banda sonora también hay música compuesta especialmente para la película por Vince Pope. Le da un toque muy inglés.

P.: ¿Qué es lo más importante que ha aprendido con esta octava película?
F. A.: Que se puede preparar una película tan complicada como esta en siete semanas. He aprendido que puedo seguir el plan de rodaje sin salirme del presupuesto y aceptar el trabajo que otros han hecho antes de llegar yo. Ahora no dudaría en trabajar en otro proyecto en el que no sea el productor. Antes era una idea bastante antipática para mí. Pero gracias a Marco y a Susa, de Lago Film, no volveré a decir "de esta agua no beberé".



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