ENTREVISTA A AURÉLIE DUPONT - JÉRÉMIE BÉLINGARD
Coreógrafos de la película "Ballerina".


Pregunta: ¿Cuál ha sido la naturaleza de su trabajo en esta película?
Aurélié Dupont: Laurent Zeitoun contactó conmigo para hablar sobre el proyecto y los años que estuve en la escuela de danza. Me pidió que hiciera la coreografía para los personajes junto a Jérémie Bélingard, para que luego el equipo pudiera modelar la animación en mis movimientos. El tema de Ballerina me conmovió, la experiencia iba a ser única, divertida. Y pensé en el placer que mis dos críos tendrían al ver una película como ésta.
Jérémie y yo elegimos la rítmica e imaginamos la coreografía hasta en el más pequeño de los detalles, como el plato que Félicie lanza a través de la cocina del orfanato, o el modo en que barre el escenario mientras hace piruetas. Bailé todas las escenas para todos los personajes. Félicie y Camille tienen la misma edad, pero nunca se expresan del mismo modo: Félicie es instintiva, apasionada; Camille es técnica, fría, a veces incluso retiene el aliento.
Jérémie Bélingard: Cuando vi a todo el equipo trabajando, comprendí que la película estaba destinada al público masivo y que también podía llegar a los chicos, gracias a referencias comunes como Karate Kid, y quise formar parte de la aventura. Aurélie y yo nos preguntamos cómo proceder, y la idea de usar una cámara para rodar la coreografía fue un factor decisivo: tomando inspiración en las escenas tal como las escribieron Laurent y Carol, imaginé la danza, Aurélie las aprendió, nosotros las ensayamos, y luego la filmé en uno de los estudios de la Ópera. Propuse los ángulos de rodaje, trabajé en la sala de montaje, y en éste mismo? Entonces vimos las escenas con Laurent, que sugirió algunas modificaciones antes de pasarlas a los artistas y los animadores al cargo de inyectar vida a esos momentos de la película. La idea estaba en ser tan didáctico e imponente como se pudiera, porque la producción todavía no estaba familiarizada con las sutilidades de la danza. No quería insistir en nada concreto, sólo quería crear una dinámica: esta parte del proceso creativo me fue muy grata.


P.: ¿De qué modo la animación tuvo en cuenta el ensalzamiento de la visión de la profesión en Ballerina?
A. D.: Algunos movimientos son imposibles en el mundo real. Por ejemplo, los pasos extraordinarios de Félicie no existen, y una pirueta que acaba en un split no puede realizarla un chico. Ballerina también versa sobre un sueño, y sobre la magia de trascender la realidad.
J. B.: Los productores querían que Ballerina estuviera siempre marcado por una mezcla de mundo real y de cuento de hadas. Realzamos ciertos momentos acelerándolos, o captamos saltos a cámara lenta para prolongar la sensación de estar suspendido en el aire. También evocamos los filmes de ciencia-ficción y el papel de la tecnología. Era excitante llevar más allá los límites de la animación conducidos por la idea de que la tecnología puede inspirar a que la gente reinvente y trascienda su arte. Con Ballerina, avanzamos hacia la era de la ¡danza 2.0!
En la gran escena de la confrontación entre Félicie y Camille, es del todo imposible físicamente.
A. D.: Algunos movimientos son imposibles en el mundo real. Por ejemplo, los pasos extraordinarios de Félicie no existen, y una pirueta que acaba en un split no puede realizarla un chico. Ballerina también versa sobre un sueño, y sobre la magia de trascender la realidad.
Saltar de una silla a la siguiente, o saltar por encima de los escalones de la gran escalinata. Si parece creíble, lo es porque la historia es realista: Félicie es capaz de afrontar riesgos porque tiene agallas. Camille es apasionada a su manera, afronta el reto hasta sus últimas consecuencias. Me gusta: es una chica enérgica que persevera, y que sufre lo suyo; representa a mucha gente que actualmente se siente alienada por su condición. Léonore Baulac trabajó con Aurélie y conmigo para caracterizar la técnica de Camille, tan distinta de la de Félicie.
A. D.: Lo que Félicie experimenta y soporta -incluso por adelantado- está sujeto a la realidad. La vemos emerger de un grupo para imponer su singularidad. Eso es por lo que he pasado a mi modo yo misma: el gran momento decisivo para una bailarina es aquél en que sales del colectivo, donde has aprendido a imitar, para devenir bailarina en solitario (danseur étoile), toda una estrella. Necesitas sentirte preparada. El primer ballet en el que bailé como sujet -dos niveles por debajo de la danseur étoile- fue "Nutcracker", igual que en la película. Nunca imaginé que fuera tan complicado: el impacto fue violento. Mi actuación me hizo feliz, pero me asaltaron dudas. Fue justo entonces cuando me pregunté si había tomado la decisión correcta. Finalmente, supuse que todavía tenía mucho que aprender; mediante trabajo aún más duro, esas dudas fueron desapareciendo gradualmente.
La película también ofrece una visión ligera de la enseñanza. Mucha gente cree que nuestros profesores son severos, inhumanos, y que todavía usan una vara, lo que es ¡del todo falso! Ballerina se dirige tiernamente al público joven, a manera de encantador ejemplo de realización personal gracias a un arte.

P.: ¿Tuvieron que luchar duro, como Félicie, para hacer que sus sueños de convertirse en bailarines devinieran una realidad?
A. D.: ¡Un día tras otro! Supuse desde el principio que esto era lo que quería ser. No lo intelectualicé, lo sentía con tanta intensidad como Félicie. Mi madre me ayudó en mi deseo de bailar pidiéndole a un profesional que me evaluara. Nadie pensó en la Ópera de París hasta que, tras mis primeras clases, el instructor me animó a que participara en una competición... tres meses después se materializó la idea.
J. B.: Félicie es un prodigio natural y se aprovecha de un golpe de suerte para imponerse. Todo aquél que ha triunfado en la vida ha tenido una de esas pequeñas buenas estrellas, como su pequeña caja de música. Cuando niño, y luego adolescente asistí a cursos en la escuela de danza clásica sin siquiera tener idea de que aquello era una lucha porque estaba del todo hecho para este oficio. Fue cuando me hizo profesional que tuve que luchar: era un pequeño don nadie al lado de tipos que medían metro noventa y tenían la silueta ideal.
A. D.: Fue en la escuela de baile, donde te formas para convertirte en un miembro del cuerpo del ballet, donde tuve que luchar más. Con tan sólo tres meses de experiencia, que es lo mismo que decir que no sabía nada, tenía unas pocas nociones -nada de bourrée, ni de saut de chat?-, pero no me había impuesto esos ejercicios en mi cuerpo. Las chicas que compartieron mi aprendizaje ya tenían a sus espaldas cuatro años de danza: trabajé noche y día para ponerme a su altura, las mañanas junto a todos los otros discípulos, y los fines de semana con lecciones particulares.
J. B.: Junto a mis compañeros de clase, podía danzar en un único gran clásico al año? ¡en calidad de substituta! Los bailarines que estaban allí antes que nosotros, como Manuel Legris, eran tan excepcionales que encontrar un lugar por nosotros mismos era una lotería. Yo integraba aquella generación de bailarines que podía lograrlo gracias a creadores contemporáneos como Pina Bausch y Roland Petit: que repararan en ti era el único modo de abrirte paso en el jerárquico laberinto de la Ópera. Ese constreñimiento alimentaba nuestro poder de convicción y singularidad. Sufrir estos obstáculos ¡acabó por salvarnos!
A. D.: Todo el mundo lucha, en cualquier campo. Aquéllos que no concuerdan con los criterios físicos "aconsejables" necesitan desarrollar una personalidad fuerte que les permita hacerse ver; de lo contrario, habrá otros que trabajarán para desarrollar su carisma, pues por más dotado que estés técnicamente, lo fundamental es lo que rezumas en el escenario.

P.: ¿Descubrieron la Ópera de París por primera vez con la misma sensación maravillada que Félicie?
J. B.:
Recuerdo la tercera parte de la competición que tenía que superar para entrar en la escuela. Se trataba de tres meses como residente en la Ópera. Estaba sentado, solo, cerca de la puerta, esperando mi clase, y entonces llegó Nureyev. Le saludé, como es tradición cuando te encuentras con un danseur étoile . Se detuvo, me miró, y me devolvió la reverencia. Tenía once años.
A. D.: Cuando estaba claro que mi objetivo era entrar en la Escuela de Danza, mi madre compró entradas para un espectáculo en la Ópera de París. Quedé cruelmente decepcionada porque esperaba ver a niños. Nadie me había explicado los pasos de una carrera. Recuerdo un enjambre de tutús blancos, la belleza del edificio, y el espectáculo, pero me dominaba la incomprensión: no veía la conexión con la competición por la que tenía que pasar, pues en el escenario ¡no había sino adultos!
En Ballerina, el sueño de Félicie se hace realidad. En el mundo real -todo el mundo admitirá esto de tanto en tanto- llegar a ser una prima ballerina es un espléndido regalo. Pero es en el escenario que siento esa sensación de logro: alcancé lo que consideraba era mi propia perfección, física y artísticamente. El ritmo en mi vida como bailarina y como mujer era perfecto!


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