ENTREVISTA A MÈLANIE LAURENT
Actriz de la película "Mía y el león blanco".


Pregunta: ¿Qué le hizo incorporarse a este proyecto?
Mèlaine Laurent: Todo pasó muy rápido. Interioricé el guión. Imaginé los leones, el rodaje en Sudáfrica, una experiencia única. Me encantó la historia y creí que era una experiencia sumamente importante.

P.: ¿Cómo es rodar una película en tres años?
M. L.: ¡Es asombroso! Primeramente porque las temporadas eran agradables y cortas. Y también porque éramos un equipo muy pequeño y unido que devino una segunda familia para mí. Teníamos esas reuniones mágicas que esperábamos cada año. Gilles me enviaba vídeos a lo largo del año, pero aun así siempre me sorprendía: llegaba y la casa lucía distinta, los niños habían crecido, los leones madurado, y yo era un año mayor.

P.: Háblenos de su personaje.
M. L.: Interpreto a la madre francesa que se desplaza a Sudáfrica por amor, aunque instintivamente no es lo que quiere. La familia ha viajado desde Londres a esta casa decadente, la vida es un ajetreo.

P.: ¿Cómo se desarrolla Mia, su hija en la pantalla, como personaje?
M. L.: Lo que es interesante es que la primera vez que nos conocimos tenía once años; todavía es una niña pero tiene un sesgo rebelde. Entabla esa amistad con el león que cambiará el devenir de su existencia. En cierto sentido, ella misma deviene madre y alcanza a conocerse a sí misma a través de este estrecho vínculo y de su anhelo por proteger el animal, sin importarle el peligro que corre tanto ella como su familia. Resulta conmovedor.

P.: ¿De verdad que Kevin Richardson habla a los leones?
M. L.:
Es más que eso. Kevin resulta medio león, medio hombre. También se va a nadar al río con las hienas. Cuando nos decía que podíamos hacer algo, lo hacíamos sin pensar. Y toda la película pivotaba en torno a eso: involucrar a los actores sin uso de dobles. Recuerdo una escena que rodamos el año pasado. El león ya era adulto en aquel momento, lucía ya melena, y saltó sobre la mesa de la cocina ¡en la que desayunábamos! Hice la escena, aunque ¡algo turbada!


P.: Sin embargo, da la impresión de que rodar este film era una experiencia particularmente agradable.
M. L.:
Sí, porque éramos un grupo tan reducido que todos estábamos compenetrados. A veces ni siquiera éramos conscientes de que se nos filmaba. Improvisábamos mucho, echábamos mano de nuestros propios miedos, rodábamos rápidamente, capturábamos los momentos tal cual porque mucho dependía de los propios animales, y ocurrían cosas extraordinarias a diario. No creo que hubiéramos podido lograr los mismos efectos de tomarnos el tiempo para rodar de un modo más tradicional. El director rodaba mientras danzábamos, una danza de tres años de duración. Bailábamos con leones.


P.: ¿Qué le pareció trabajar con Gilles de Maistre?
M. L.:
Tenía que manejarse con leones, niños y adultos, pero nunca mostró signo alguno de estrés. Sabía con exactitud qué captar y logró algunos momentos increíbles. Todo el proceso era un sueño. Cuando sea anciana, podré decir: "Estuve tres años en Sudáfrica rodando con leones, y los vi crecer".


P.: Díganos su recuerdo más entrañable en la realización de este film.
M. L.:
Pasábamos en coche por un puente pequeño. A un lado teníamos jirafas e hipopótamos al otro, y de súbito un arbusto se agitó. Surgió un elefante de la nada seguido de quince más, todos desfilaron ante nuestros ojos. No podía dejar de llorar. Te sientes muy pequeña ante tanta belleza. Es importante retroceder un paso en la filmación para volver a contactar con tus emociones, porque ello repercute en tu interpretación.


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Texto: A Contracorriente ©
 

 
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