Pregunta: ¿Cómo acabó trabajando en este proyecto?
Kevin Richardson: Me encontré con Gilles de Maistre en 2012. En aquel momento, me hallaba en pleno proceso de
traslado de mi reserva y él quería filmarme en la labor. Como aquello era imposible, me preguntó si tenía cualquier otra idea. Decidimos desarrollar una historia de
ficción, un drama familiar que hablara a todo el mundo, que todos quisieran verlo como entretenimiento y no sólo para saber más sobre el mensaje implícito.
Entonces, comenzamos a pensar sobre cómo estructuraríamos la película, y decidimos que estaría bien entretejer la idea de traición en el relato: la historia de un
padre que traiciona a su propia hija en lo concerniente al león de ella. Pero rodar una relación entre una niña y un león era imposible, a menos que comenzáramos a
trabajar con un cachorro de león y lográramos que aceptara a la niña como alguien de los suyos. De súbito, las ideas más delirantes parecieron tornarse reales. Un
día, Gilles me llamó desde París y me dijo: "Está pasando, ¡hacemos la película!". A partir de ese momento, todo fue un torbellino.
Este tipo de historia de ficción es mucho más complicada de crear que un documental, en especial si decides ser lo más fiel posible a la relación entre el león y la
niña, como así hicimos. La amistad era preciso que fuera real para el público para invertir emocionalmente en la película y sentir la plena gravedad de la traición.
Así que era vital que nuestra niña fuera capaz de establecer un lazo con el león desde temprana edad. Pensé en usar mi propio hijo para el film, pero era demasiado
pequeño. Se imponía dar con alguien suficientemente loco como para que confiara en nosotros con su hijo durante tres años, alguien abierto a la idea de que su hijo
creciera al lado de leones. Y ese era el auténtico reto: no se trataba de dar con los niños adecuados, aquello no me preocupaba; se trataba de encontrar los padres
adecuados.
P.: ¿Cómo entrenó a Daniah y a Ryan?
K. R.: ¡Fue en verdad intenso! Tres años de trabajo con tres sesiones en inmersión total cada semana; cada sesión duraba entre dos y
tres horas. Al principio, vivía y respiraba el proyecto porque necesitaba establecer las bases. Luego, pude pasar las cosas a un equipo que se hizo cargo de
gestionar una o dos de las tres sesiones semanales. Cuando el león alcanzó cierto estadio, tuve que trabajar de nuevo en el proyecto a tiempo completo porque había
puntos de inflexión cruciales con los que lidiar, y había unas pocas cosas que era preciso enseñar a los niños sobre los leones y sobre cómo tenían que comportarse
con ellos.
También era un desafío para mí. Sé cómo comportarme con un león, pero en esta ocasión tenía que pasar este conocimiento a los niños sin perder de vista que sólo
eran niños, que no tenían la experiencia que nosotros tenemos como adultos. Tuve que aprender cuándo intervenir y cuándo dejarles solucionar por sí mismos los
problemas. Se trataba de dar con el equilibrio apropiado. Con los años, los niños devinieron una especie de miniversiones de mí mismo en sus modos de trabajar,
aunque cada uno de ellos tenía su propia personalidad. Y los leones pueden percibir eso. No son estúpidos. Los leones también sienten cuáles son tus intenciones, y
no hay modo de engañarlos respecto a eso.
P.: Háblenos de su relación con Gilles de Maistre...
K. R.: Congeniamos de inmediato, desde el momento en que comenzó a
trabajar en su documental sobre mí, The Lion Whisperer. Tenemos el mismo modo de ver el mundo. Esta película no habría sido posible sin
que Gilles marcara el camino. Se adapta increíblemente y escucha mucho.
P.: ¿Cómo devino su trabajo con los animales?
K. R.: Desde el mismo inicio, advertí a Gilles que mi primera prioridad siempre sería el bienestar de los animales. Así, todos los planes de
producción se centraron en torno a ello. Los animales se trataron como actores del reparto, ¡probablemente incluso mejor! Tenía siempre un ojo puesto en ese
bienestar, pero sentí el decidido apoyo de los equipos de producción, tanto de STUDIOCANAL y Galatée Films como de Outside Films. He tenido otras experiencias
cinematográficas donde no se daba el caso en esto, experiencias en las que se exigía a los animales `hicieran el trabajo', y si no podían, la tensión aumentaba.
Disponíamos hasta de tres días para asegurar algunas escenas. Por lo común, sólo precisábamos un día, pero cuando las cosas no funcionaban, nos tomábamos dos o tres
días para lograrlo.
Le dije a Gilles que dado que la autenticidad era el objetivo, el proyecto podría requerir largo tiempo para completarse. Si hubiéramos pretendido finalizar en doce
semanas, habríamos tenido que recurrir a montones de efectos especiales. No nos habría sido posible capturar esa intimidad entre la niña y su león. En
Mia y el león blanco, lo que usted ve en pantalla es lo que realmente acontece: un león y una niña que forja un lazo increíble.
P.: ¿Pensó en usar leones distintos en función de sus edades?
K. R.: Al principio se pensó en ello: acaso enseñar a Daniah a trabajar con un cachorro, y luego con un león de seis meses, de un año y finalmente con otro
de tres. Me mostré en contra de esto porque el felino de tres años habría sido un extraño. Si se quiere realizar una película acerca de una estrecha relación entre
una niña y un león, ese trato debe producirse en verdad.
Además, no me gustaba la idea de tener cachorros que luego tendría que retornar. Se entendía que los leones que empleáramos en el film quedarían bajo nuestra
tutela el resto de sus vidas. Esos animales serían nuestros, y los ayudaríamos.
P.: A lo largo de esos tres años de rodaje, ¿sintió miedo o dudas en algún momento?
K. R.: Tengo un rasgo osado y me gusta sacudir las cosas. Este proyecto ilustra eso, y no pocos se preguntaban si no había ido demasiado lejos.
Participaron su impresión a Gilles y a las familias: "¿Cómo pueden ustedes poner a estos niños en tal situación?". No comprendían qué estábamos haciendo y
por qué. El único modo en que posiblemente se hubiera entendido habría consistido en que hubieran venido a África para verlo por sí mismos y se hubieran involucrado
en el rodaje. Había tanta emoción, tantas conexiones y personalidades distintas que aquello parecía una enorme familia.
P.: Deben haber sido difíciles tanto la seguridad como la prevención...
K. R.: Llevo trabajando con leones para la industria del cine desde hace casi veinte años, y algunos platós han devenido un caos absoluto. Tan pronto como
los animales salvajes están en el plató o cerca, me ocupo personalmente de informar, digo a la gente a dónde pueden ir, qué pueden hacer, y cómo reaccionar si hay
cualquier problema. El objetivo está en prevenir cualquier tipo de incidente, en asegurarse de que la gente tenga presente que sólo porque en los siete últimos días
no ha pasado nada ello no significa que se pueda bajar la guardia y pasear alrededor de los leones como si éstos fueran perros falderos. Nunca debería olvidarse que
se trata de animales salvajes que deben respetarse como tales.
P.: ¿Cuál fue su mayor sorpresa?
K. R.: Hubo muchas sorpresas, y Thor inspiró muchas de ellas. A menudo le decía a Gilles en broma que Thor era el auténtico dios nórdico reencarnado.
Encaja con su nombre, con toda seguridad. Pero los niños, Daniah y Ryan, eran igualmente sorprendentes. No importaba lo que se cruzaba en sus caminos, esos críos
eran duros como la piedra. Escuchaban, entendían, y hacían lo que les decía. Perseveraban. Los admiro profundamente. Conozco a mucha gente que habrían tirado la
toalla a la menor dificultad. Pero estos chicos decían: "Kevin, quiero seguir".