ENTREVISTA A MELVIL POUPAUD
Actor de la película "Gracias a Dios".


Pregunta: ¿Cómo fue reencontrarse con François Ozon?
Melvil Poupaud: rimero me contó la historia y luego me pasó el guion, que estaba prácticamente acabado. Me pareció admirable: la construcción, los personajes, el hecho de que se tratara de tres hombres muy diferentes y de que cada uno se enfrentara de una forma personal a su trauma.
Si la película fuese un cuadro, podría describirlo como un fresco con una multitud de personajes, en el que se entiende cada interacción, cada mirada. Y con la fe como telón de fondo.
También estaba el tema de la infancia, al que François regresa regularmente en sus películas. Para mí también es una cuestión fundamental, como la fe. Me pareció aún más bello que François lo abordara de este modo, con respeto, precisión y una mentalidad tan abierta.


P.: ¿Cuál es su relación con la fe?
M. P.: Podría pensarse que soy cristiano porque creo que Jesucristo es mi salvador, y que esta revelación me ayuda y me llena cada vez más, pero estoy muy alejado de la fe de Alexandre, un ferviente católico muy activo en el seno de la Iglesia. No pertenezco a una institución religiosa, no estoy bautizado, rezo a mi manera, casi en la tradición ortodoxa de la oración del corazón o de Jesús.

P.: ¿Cómo se enfrentó a un personaje inspirado en alguien que existe?
M. P.: François me hizo ver los reportajes sobre la asociación "La palabra liberada" y las entrevistas realizadas al auténtico Alexandre, pero cuando trabajo en una película no me apetece estar muy cerca de la realidad. Prefiero tener la sensación de inventar algo. Para mí, no es cuestión de acercarse al personaje real, sino de acercarlo para poder encarnarlo con la mayor honradez posible. No intenté parecerme al verdadero Alexandre ni hablar como él. Confié en el guion de François, que había pasado mucho tiempo con los protagonistas auténticos. Sabía que se había mantenido fiel a sus historias y yo veía a Alexandre con suficiente claridad para no sentir la necesidad de meterme más en la realidad.
Mantenerse en la realidad recaía sobre todo en François, pero ahora que la película está a punto de estrenarse, espero que guste a los implicados y que estén de acuerdo en que hemos hecho justicia a su lucha, su forma de expresarse y de ser.

P.: ¿Cómo abordó el encuentro con el padre Preynat?
M. P.: Cuando un guion especifica que mi personaje se emociona o llora, tengo el reflejo de Pávlov. Me condiciono, y cuando llega el momento, las emociones surgen de forma bastante natural. Pero no diré que tengo el don del llanto como algunos místicos. En esta escena, la dificultad era contener la emoción para no derrumbarse delante de Preynat.
La escena me marcó; sentí que era un momento esencial en la vida de Alexandre, en la vida de cualquier creyente. El perdón está en el centro de la fe y del Padre. En este enfrentamiento con Preynat, la palabra adquiría una dimensión muy poderosa.

P.: ¿Cómo entiende la frase que le dice su mujer a Alexandre: "Si le perdonas, hará de ti su víctima para siempre"?
M. P.:
Al leer el guion, fue lo único con lo que no estuve de acuerdo con François. En mi opinión, si tienes fe, no puedes decir una cosa así. Una auténtica creyente diría: "Oremos para que encuentres la fuerza para perdonarle". No somos nosotros quienes concedemos el perdón al otro. No es la reflexión ni el trabajo de uno mismo, ni siquiera es una cuestión de moral. Es una gracia del Señor que nos sobrepasa y nos hace capaces de perdonar incluso lo imperdonable. Lo que no impide que después Alexandre lo denuncie ante la justicia. El perdón y la justicia son dos cosas diferentes.


P.: El recorrido de su personaje se apoya mucho en la voz en off, y en la lectura de los mails que intercambió con Régine Maire y el cardenal Barbarin.
M. P.:
Seguir el recorrido de Alexandre en todos estos intercambios y todas las fórmulas de cortesía nos permite entrar en los engranajes de una institución de la que Alexandre respeta las convenciones y la formalidad algo polvorienta. Mi personaje es muy educado, tanto que incluso su esposa se lo reprocha. Luego, poco a poco, una fuerza nace en su interior, hasta llegar a un punto en que decide dejar atrás la institución y recurrir a la justicia.


P.: Mostrar a un católico cuya fe es real y sincera permite no hacer una caricatura de la institución.
M. P.:
Sí. François no ha hecho una película contra la institución y los creyentes, no señala a ningún culpable. Desde luego está Preynat; lo que hizo es dramático e inaceptable. Se muestra a la Iglesia como una institución plagada de zonas oscuras, una institución anticuada a la que habría que renovar de principio a fin, sobre todo en lo referente a su actitud ante la pederastia. Pero no me parece que un creyente con auténtica fe pueda considerar que la película sea irrespetuosa porque François rueda con gran responsabilidad.


P.: Al contrario de los personajes de François y Emmanuel, Alexandre nació en el seno de una familia perteneciente a la alta burguesía de Lyon.
M. P.:
GRACIAS A DIOS está muy anclada en esta ciudad, a la que he aprendido a conocer, con clases sociales muy determinadas, incluso por zonas. Al principio, me preocupó mucho que Alexandre pareciera un "fillonista" (seguidor de François Fillon) opuesto al matrimonio para todos, al aborto? Jugamos con algunos códigos de la alta burguesía católica, pero no quería caer en la caricatura del católico retrógrada. Había que sobrepasar las apariencias para encariñarse con el personaje
.

P.: Las parejas de Alexandre y François les apoyan muchísimo.
M. P.:
Me parece muy bello enseñar a unos hombres de los que se ha abusado y que sus esposas sean personajes fuertes capaces de apoyarles. A menudo ocurre lo contrario y me gusta la inversión de géneros.
También abusaron de la mujer de Alexandre, por eso apoya y comprende a su marido. La pareja formada por Emmanuel y su compañera viven un trauma en común, pero la relación es más tóxica porque han lidiado de modo diferente con su dolor. Aun así, se nota que hay mucha ternura y amor entre los dos. La belleza de la película reside en su capacidad de penetrar el alma humana y hacer que todas esas relaciones sean emocionantes.


P.: Alexandre decide hablar, y también habla con sus hijos.
M. P.:
Alexandre sale de un medio conservador; sin embargo, con el apoyo de su mujer y su deseo de justicia, demuestra ser muy valiente. Tiene una dimensión heroica, como la tienen François y Emmanuel, por atreverse a retar el silencio en sus propias familias, en la institución, en la sociedad. Para mí, el tema de la película son tres caballeros que salen a librar un combate.

P.: Durante la cena final se entiende hasta qué punto la asociación es un apoyo, pero también una cortapisa para algunos.
M. P.:
El hecho de haber pasado por lo mismo y de luchar por la misma causa, no significa que vayamos a ser los mejores amigos del mundo. Nos damos cuenta enseguida de que hay tensiones dentro de la Asociación. Y durante esta cena se palpa la falta de comprensión, las diferencias en la educación, el recorrido, la cultura.

P.: GRACIAS A DIOS no tiene nada que ver con El tiempo que queda. ¿Ha cambiado la forma de trabajar de François Ozon?
M. P.:
No, excepto que trabaja aún con más rapidez que antes. Domina la puesta en escena todavía más que antes. Su agilidad y viveza en un plató llega a niveles tales que le aconsejé reducir el equipo al mínimo para la próxima película y que lo hiciera todo él, como Eric Rohmer. Me gusta mucho que no haya tiempos muertos durante el trabajo.
Cuando se rueda con él por primera vez, es fácil dejarse sorprender por la rapidez y preguntarse si realmente se ha dado todo en la toma. Pero una vez que entiendes, al ver a los otros actores trabajar y a François rodarlos, que es su forma de hacer y que no pasa a la siguiente toma antes de conseguir exactamente lo que quiere, te relajas y es bastante fácil.

P.: ¿Y trabajar con Denis Ménochet y Swann Arlaud?
M. P.:
Apenas conocía a Denis, pero me gusta mucho. Desde el primer momento tenía ganas de plantar cara al mundo, se lo tomaba todo muy en serio, como su personaje. Swann, sin embargo, al que me sentí próximo sin conocerle realmente, estaba mucho más relajado y sereno. Le apetecía trabajar con François y se notaba que este sentía mucha ternura por él y por su personaje. Fue un rodaje agradable, con algo natural que nos unía.

P.: ¿Qué pensó al ver la película?
M. P.:
Es una película magistral por su sobriedad, su eficiencia y su profundidad. François abandona totalmente su vertiente un poco provocadora, que me gusta mucho, pero que no tendría sentido aquí. En la puesta en escena no hay ningún efecto, y sin embargo tiene mucho estilo en tres registros diferenciados. La primera parte, la mía, es bastante solemne, con largos planos en claroscuro que encajan con mi recorrido interiorizado y contrito en el seno de la Iglesia, con grandes estancias vacías y pasillos silenciosos. Un poco como si un manto religioso lo recubriese todo. Una capa pluvial que no carece de belleza, con un lado casi viscontiniano por la majestad de los edificios y el comportamiento de las personas.
Cuando se pasa al personaje ultra directo de François, el ritmo se hace más vivo, se está más cerca de los actores. Con la parte de Emmanuel, la tercera, la película es más visceral, quizá con un toque a lo Fassbinder.

P.: La película acaba con el rostro de Alexandre, al que su hijo le pregunta: "¿Aún crees en Dios?"
M. P.:
Era un plano complicado. Todo se basaba en la mirada y el reto era no exagerar ni en un sentido ni en otro. Es la belleza de un final abierto, cada uno puede imaginar lo que quiera. Lo importante es que sea el hijo de Alexandre quien le haga la pregunta, abriendo la posibilidad de un cuarto relevo.
Si yo fuera Alexandre, seguiría creyendo en Dios a pesar de lo que me ocurrió. Pero está muy bien haber abierto la puerta a la ambigüedad con esta pregunta. François dice no ser creyente, pero cuando vi GRACIAS A DIOS, pensé que era la película de alguien que entiende maravillosamente los envites de la fe.


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Texto: Golem ©
 

 
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